El Festival de Cine de Moscú premia las películas innovadoras

El pasado lunes concluyó en Moscú concluyó el 35º Festival de Cine Internacional. Tras ocho días de proyecciones, según su presidente, el director Nikita Mijalkov, la muestra ha tenido 72.000 espectadores. Se han proyectado 364 películas de 48 países. En el concurso del festival han participado 16 películas, tres de ellas rusas.

El premio principal del festival, el San Jorge de Oro, fue para la película Zerre, del director turco Erdem Tepegöz. El film narra la historia de una joven de Estambul en paro que se ve obligada a aceptar cualquier trabajo para alimentar a su hija enferma y a su anciana madre. Cuando el hambre y la desesperación llegan a límites extremos, decide vender su riñón. 

La película posee la sobriedad del cine de autor y una veracidad que ha conquistado el corazón de los espectadores. La actriz protagonista, Jale Arikan, que interpreta a una mujer a punto de tener un ataque de nervios con un meritorio minimalismo en la expresión de sus sentimientos y con una potente energía interna, se ha llevado el San Jorge de Plata a la mejor actriz. 

La única película de habla hispana en el concurso es la española Los chicos del puerto de Alberto Morais. Se trata de la tercera película de este director valenciano, que regresa a esta cita de la que salió con tres premios hace dos años.

Otros dos Jorges de Plata fueron a parar a Asia: el de mejor director y el premio especial del jurado. El jurado nombró mejor director al coreano Jung Young-heon, que firma el delicado thriller psicológico Le-ba-non Kam-jeong acerca de cómo algunas acciones ilógicas de buenas personas ayudan a construir la imagen de un mundo feliz. El premio especial del jurado fue para el director japonés Tatsushi Ômori por su película Sayonara keikoku, otro thriller psicológico, aunque más sofisticado y sombrío. 

El premio al mejor actor fue para el ruso Alexéi Shevchenkov, que interpreta el papel protagonista en la película Judas, basada en el famoso libro de Leonid Andréyev, escritor ruso del siglo pasado. 

Entre las demás películas cabe señalar la indiscutible obra maestra Eterno retorno de Kira Murátova. El término nietzscheano que aparece en el título de esta película sugiere que todo ha pasado en algún otro momento y volverá a pasar. No hay nada nuevo bajo el sol. 

Murátova, en su característico estilo misántropo y delicado, habla acerca del amor de un hombre hacia dos mujeres. Varias parejas de distinta edad, distintos temperamentos y distintas profesiones interpretan para el espectador una misma escena: un hombre visita a una antigua compañera de la universidad y desde el umbral de la puerta le consulta una duda que le tiene en vilo. ¿A quién elegir, si amo a dos mujeres por igual? Cerca del final de la película resulta que todas estas escenas no son más que pruebas que un productor muestra a un posible inversor. El sufrimiento en pantalla no es más que un medio para exprimir lágrimas y dinero. 

Si bien los personajes de Murátova no llegan a tomar una decisión, el protagonista de la película de Konstantín Lopushanski Rol toma una decisión para toda la vida. Un actor de provincias emigrado tras la revolución decide interpretar el último y más importante papel de su vida: viaja a Moscú, donde se hace pasar por el legendario comandante rojo Ignat Plótnikov, alegando que ha sobrevivido milagrosamente a la guerra civil rusa. 

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Maxim Sujánov, cuya presencia ante las cámaras es capaz de interpretar cualquier papel a la altura de las obras de Shakespeare, tiene tres papeles en esta película: el del actor, el comandante rojo y el pseudocomandante. La embriaguez del simbolismo de principios del siglo pasado, así como la búsqueda de la naturaleza y la esencia de la creatividad, llevan al protagonista a tomar una decisión inequívoca: ir únicamente 'a por una seria destrucción total'. En realidad, este film puede ser considerado como una transcripción a gran escala del poema de Borís Pasternak que termina con las palabras: "Cuando la línea la dicta el sentimiento / este envía un esclavo a la escena / Y entonces un arte termina / Y respiran la tierra y el destino". 

De otro modo transcurre la búsqueda interior en la última película rusa del concurso, Skolzhenie, del debutante Antón Rozenberg. A un policía corrupto, que coopera con delincuentes en dudosas conspiraciones, le sucede de pronto algo extraño: le resulta difícil matar a una mujer embarazada, a pesar de que esta ha entregado a toda la red de criminales. 

Esta película, rodada en un estilo moderno, tiene todo lo que cada vez escasea más en las obras de los directores jóvenes: un lenguaje cinematográfico propio. Se trata de un lenguaje poco melódico, en ocasiones abiertamente cínico, pero la intención de este nuevo director de expresar su visión del mundo con un lenguaje artístico propio, no robado ni citado, es evidente. 

Es necesario mencionar otras dos películas: el film polaco Drogówka de Wojciech Smarzowski y el ruso Mayor de Yuri Bykov. Tanto en una como en otra el relato gira alrededor de un oficial de la policía. En ellas se habla sobre hasta qué punto es posible, siendo parte del sistema, intentar de forma voluntaria romper con él, recordar el sentimiento de justicia inherente a todos. Se trata de un tema lleno de ambigüedad. Pero es un claro intento de hacer nacer en el espectador la idea de que no sólo en los sueños se puede luchar contra el mal. 

Y no sólo mediante el enfrentamiento violento, sino también como hace el protagonista de la película más conmovedora y poética del concurso, la holandesa Matterhorn, de Diederik Ebbinge.

Se cuenta la historia de un modesto habitante de una pequeña ciudad en la que su principal entretenimiento es conversar con el pastor sobre la maldad en el mundo.

Una inesperada revuelta contra sí mismo (convencional, gris y con prejuicios) comienza cuando traba amistad con el loco del pueblo, cuyo sueño es... casarse con el protagonista. Para la consternación de la comunidad religiosa, el protagonista lleva al loco hasta el altar, traspasando la línea de todos sus temores y convenciones. 

El hombre que despierta, rompiendo con las convenciones y mostrando una libre voluntad a pesar de las circunstancias, se ha convertido en el protagonista principal del último festival de cine de Moscú.

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