¿Cuáles son las consecuencias políticas del siniestro del avión en Egipto?

Ria Novosti
La investigación sobre las causas de la catástrofe del avión A321, en el que fallecieron 224 personas, sigue su curso. En caso de que se confirme que se trata de un atentado, está por ver cómo reaccionará el Kremlin, inmerso en la guerra de Siria.

Todavía están por determinarse las causas oficiales del siniestro del avión A321 en el Sinaí, aunque la hipótesis del atentado va ganando fuerza. Según el periódico The Sunday Times, las autoridades británicas creen que el organizador del ataque es  Abu Osama al-Masri, líder de la organización "Provincia del Sinaí", una rama del Estado Islámico.

Mientras tanto, el hecho de que tanto Rusia como el Reino Unido suspendieran los vuelos a Egipto indica que la amenaza de nuevos ataques es muy alta.

Este nuevo peligro podría hacer que se reviviera la atmósfera creada tras el atentado del 11S, cuando se dejaron de lado las diferencias para luchar contra un enemigo común. Sin embargo, en las actuales circunstancias es poco probable que se repita el escenario.

La situación internacional en 2015 difiere considerablemente de la de 2001. Vivimos en un periodo de gran desestabilización. Tras las crisis de Ucrania y Siria, Rusia ha cuestionado el sistema internacional y trata de restablecer su estatus como superpotencia. Sin entrar ahora a discutir esta estrategia, ha habido cambios significativos tanto en la naturaleza de las relaciones internacionales como en las situación política y social de Rusia. Además, ha cambiado la percepción de los ataques terroristas, en lo que respecta a su significado y a las consecuencias que acarrean.

En definitiva, todo ha cambiado y lo que antes podía provocar unidad ahora conlleva desunión.

Parece imposible que la confianza de EE UU y Europa respecto a Putin vuelva a los niveles de 2001, independientemente de los ataques terroristas que Rusia sufra. Al mismo tiempo, no es esperable un cambio en la retórica antioccidental en los medios estatales rusos. Es posible que arrecien las críticas a los “socios occidentales” porque no hacen lo suficiente para luchar contra el Estado Islámico.

Por otro lado, hay motivos para pensar que tras el inicio de la operación militar en Siria, Putin confiaba en la capacidad de los servicios de seguridad rusos para proteger a la ciudadanía del terrorismo. Recientemente las autoridades se han mostrado eficaces: han conseguido reducir los atentados en el Cáucaso y durante las Olimpiadas de Sochi no se produjo ningún ataque.

El posible atentado en el A321 puede suponer una mancha en sus actuaciones, pero no va arruinar su reputación. Si se establece que se colocó una bomba a bordo del avión, serían los servicios especiales egipcios los que deberían asumir la responsabilidad. Aunque la idea de que la guerra en Siria podía llevarse a cabo sin bajas está en duda.

Para poder neutralizar esta posible tendencia negativa ya hay diferentes versiones circulando en el espacio mediático ruso y tanto los analistas como los políticos se acusan mutuamente, de manera teatralizada, lo que provoca que el público no llegue a comprender la complejidad del incidente.

La manera de influir en la opinión pública rusa está cambiando. En la actualidad un ataque terrorista a gran escala no provoca una crítica generalizada al gobierno ni aumenta la sensación de inseguridad del público, lo que es aprovechado por el gobierno para tomar medidas restrictivas.

En el contexto actual estas reacciones son irrelevantes. Putin ya tiene carta blanca para luchar contra el Estado Islámico y por ahora no parece probable que haya una operación terrestre de Rusia en Siria. Además, la introducción de nuevas restricciones en derechos y libertades podría romper el frágil equilibrio sociopolítico, que ya está amenazado por la crisis económica.

Por lo que respecta a las críticas al gobierno por no haber previsto el ataque terrorista, los medios comentan que toda la responsabilidad recae sobre Egipto y también se habla de que los turistas deberían tener en cuenta la situación internacional a la hora de planificar sus vacaciones.

De modo que es improbable que  la operación militar en Siria se interprete como la causa de ataques terroristas, sino que, al contrario, se vea como una manera de atajar una situación que podría ser peor. Así, el índice de aprobación del presidente ruso seguirá subiendo y quizá también el sentimiento antioccidental.

Es poco probable que lo ocurrido en la península del Sinaí ayude a que Rusia y Occidente reconcilien sus posturas. En un sistema internacional con falta de equilibrio, los nuevos factores desestabilizadores aumentan el caos en vez de provocar mecanismos de acercamiento.

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