China emula la doctrina soviética en el Pacífico

Ejercicio militar conjunto entre Rusia y China en la península de Shandong.

Ejercicio militar conjunto entre Rusia y China en la península de Shandong.

Reuters
Contrarrestar la influencia estadounidense y asegurar el estatus como superpotencia son dos de las claves de la estrategia naval china a principios del siglo XXI.

La respuesta rusa a la concentración naval en el Pacífico por parte de EE UU durante la Guerra Fría fue extremadamente simple: sistemas y armas de protección para impedir el acceso a determinadas áreas (conocidos como A2/AD). Los rusos se imaginaron que podrían poner la Marina estadounidense en su punto de mira con ataques de saturación de misiles de crucero supersónicos, lanzados desde diversas plataformas. La clave fue la Flota del Pacífico, de 800 barcos, apoyada por la aviación naval de largo alcance, submarinos de ataque y toda una serie de aparatos aéreos electrónicos de ataque.

Sin embargo, la reducción de la Marina Rusa y de la aviación marítima a resultas del final de la Guerra Fría en 1991 creó un enorme vacío en el Pacífico. La Marina de EE UU tuvo la oportunidad de volver a reclamar su posición de poder. Pero, en geopolítica, cuando un poder se desvanece, siempre hay otro país dispuesto a ocupar su lugar. Se abre el telón; China entra en escena.

El Ejército Popular de Liberación de China, protegido del Ejército ruso, está emulando la exitosa estrategia militar que el que fuera su hermano mayor desarrolló en el Pacífico. Al enfrentarse con una alarmante concentración de fuerzas militares estadounidenses en el Pacífico occidental, Pekín está empleando estrategias asimétricas para repeler el desafío de EE UU.

Por ejemplo, el uso de cazas de largo alcance armados con misiles de crucero supersónicos contra los portaaviones de EE UU es una vieja táctica rusa que ahora ha adoptado Pekín. La mezcla rusa de bombarderos estratégicos y tácticos era una amenaza mortal para los portaaviones estadounidenses y esta estrategia conviene al sistema antiacceso de China.

Apuntar a un grupo de portaaviones es la parte fácil, pero primero tienes que encontrarlos en la vastedad del océano. Alcanzar un blanco en movimiento nunca es sencillo, ya que, para cuando llega el misil, el portaaviones podría haberse desplazado muchas millas. Pero China podría haber superado ese obstáculo. “La diferencia entre la fuerza de protección marítima soviética y la fuerza emergente A2/AD de China es que esta última incluye misiles balísticos (ASBM) capaces de alcanzar barcos en movimiento”, explica un informe del Congreso de EE UU.

Si fuese verdad que los expertos chinos han desarrollado un misil de estas características, sería una gran medida disuasiva para la proyección del poder naval de EE UU no solo en el Pacífico, sino en todo el mundo.

Pero, ¿qué efectividad tiene este plan de acción? Las escuadras de portaaviones incluyen docenas de barcos modernos, todos equipados con sistemas antimisiles individuales, y que también cuentan con dispositivos para proteger a toda la flota. Cada portaaviones tiene hasta 90 cazas con capacidad de impedir que un ataque enemigo se acerque al grupo. Además, los aparatos aéreos de detección temprana y bloqueo de radar que llevan los portaaviones pueden escanear un radio de hasta 300 kilómetros. ¿Verdad que es difícil de superar?

Sí, si lo que estás leyendo es un manual de barco o los folletos del Pentágono. En realidad, ningún barco de guerra occidental, existente o en construcción, es capaz de detener el misil de crucero Raduga Kh-22 (AS-4 Kitchen según la OTAN), o su versión más pequeña, el KSR-5. De hecho, durante los años 80, la aviación naval rusa estaba tan segura de la precisión de estos misiles que los bombarderos rusos, como el Backfire, llevaban un único Kh-22, dotado de una ojiva nuclear.

Según los expertos en armas Bill Sweetman y Bill Gunston, estos misiles pueden ser programados “para entrar por una ventana determinada del Pentágono”. Y su precisión no ha hecho más que multiplicarse durante las últimas tres décadas.

El estudio de la estrategia y la doctrina de la aviación naval soviética sigue teniendo relevancia hoy en día.

Los chinos no solo han comprado misiles rusos fabricados en serie, sino que también han copiado mediante ingeniería inversa misiles adquiridos a hurtadillas vía Ucrania. Las mejoras chinas sin duda resultarán en misiles incluso más potentes, que supondrán una amenaza formidable a la Marina estadounidense.

En sus desesperados intentos de neutralizar el poder militar de los EE UU, Pekín también tiene en mira las armas estratégicas rusas. Pero ¿hasta dónde está dispuesta a conceder Rusia? Hasta hace poco, las armas estratégicas no estaban en venta. Ahora, mientras Occidente aplica sanción tras sanción, Moscú podría cambiar de táctica y proveer a China de grandes juguetes como el bombardero Backfire o el submarino Akula (que hasta hace poco solo se vendía a India). Rusia ya ha liquidado las existencias del sistema de defensa aérea S-400, que supone un gigantesco salto adelante para los sistemas de A2/AD chinos. El S-400 permitirá a China seguir la pista de blancos en el espacio aéreo de Taiwán.

Responder a la influencia estadounidense en el Pacífico y reafirmar el nuevo estatus de China como una de las principales potencias mundiales son dos objetivos clave de la estrategia naval china en el siglo XXI.

La Estrategia Militar de China, publicada en 2015, pone especial énfasis en las operaciones marinas: "Es necesario para China desarrollar una estructura marítima militar moderna acorde con su seguridad nacional y el desarrollo de sus intereses, que pueda salvaguardar su soberanía nacional sus derechos e intereses marítimos y participar en la cooperación marítima internacional".

 

Al igual que Japón anteriormente, China desea mantener a los poderes occidentales alejados de Asia. Pero al contrario que el blitzkrieg japonés, que fracasó, los chinos han ido dando pequeños pasos para obtener sus objetivos estratégicos. Con la determinación mostrada por los EE UU para quedarse en la zona, hay que prepararse para una posible escalada de la tensión antes de que la situación se resuelva definitivamente. 

 

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