El asesinato de Nemtsov saca a la luz los problemas de Chechenia

Fuente: TASS

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Tras la detención de los supuestos asesinos del político opositor Borís Nemtsov, las investigaciones se inclinan por la línea islamista. Los detenidos proceden del Cáucaso Norte y los hechos plantean cuestiones acerca de la integración de Chechenia y toda la región en la Federación de Rusia.

El "caso Nemtsov" no ha revelado ningún problema específico del Caúcaso Norte, pero sí que ha vuelto a centrar los focos sobre su existencia.

 A lo largo del último año las dinámicas de esta turbulenta región se han quedado de lado a causa de los eventos en Ucrania. Antes de las Olimpiadas de Sochilos alarmistas estaban nerviosos ante una posible desestabilización de Cáucaso Norte, pero sus predicciones no se cumplieron. Desde el punto de vista de la seguridad el acontecimiento deportivo pasó sin ninguna complicación. Es más, en comparación con el 2013, el número de víctimas por violencia armada descendió en un 46,9% en la región. 

En abril del año pasado se eliminó a Doku Umárov,  uno de los líderes más destacados del yihadismo en la región. Y en otoño, tras un periodo que duró más de dos décadas, los chechenos étnicos volvieron a ser alistados en el Ejército ruso, además de un aumento de las cuotas de reclutamiento en otras regiones rusas del Cáucaso Norte.

En gran parte a causa de Ucrania, tanto los medios rusos como los extranjeros comenzaron a concebir el Caúcaso Norte, no como un "patio trasero lleno de bandidos" sino como un apasionado campeón de las ambiciones hegemónicas del Kremlin en el espacio postsoviético. Esto ha tenido también un impacto considerable en las percepciones públicas de los rusos acerca de este "problema regional". Según el centro Levada, en julio del 2014, el eslogan "Dejad de dar de comer al Cáucaso” solo tenía el apoyo del 19% de los encuestados.

Sin embargo, estos avances no podían esconder la otra cara de la moneda de los cambios en el Cáucaso Norte.

Durante los años 90, muchos políticos y expertos discutían acerca del "precio" que el gobierno central tenía que pagar para poder incorporar a Chechenia en el espacio político y socio-cultural de Rusia. Encima de la mesa había diferentes métodos y modelos.

La situación actual invita a pensar en una conclusión paradójica: a lo largo de los años, la integración de este "problemático niño" a la Federación (una etiqueta que podría aplicarse a toda la región), ha consitido en un acercamiento de Grozni a Moscú, que de Moscú a Grozni. Y esa retórica acerca de "enemigos" y "traidores", que hace tan solo tres o cinco años se consideraba como una extravagante idea (y un precio a pagar aceptable por la lealtad y la estabilidad) se está convirtiendo cada vez en más popular y ya no es marginal en los círculos políticos a nivel nacional. Hay explicaciones racionales para este giro de 180º.

La machacona presión externa (desde las sanciones hasta un congelamiento efectivo de gran cantidad de contactos diplomáticos) está forzando una respuesta. Sin embargo, el hecho es que en el último año la línea entre la respetabilidad de Moscú y la extravagancia de Grozni se ha borrado, en gran medida.

Después del arresto de Zaur Dudáev, sospechoso acusado del asesinato de Nemtsov, el presidente checheno, Ramzán Kadírov, expresó la lealtad y el heroísmo de este en las redes sociales. Dijo conocerlo personalmente, ya que había servido en las fuerzas especiales del Ministerio de Interior checheno.

"Todos los que conocen a Zaur aseguran que es una persona muy devota y que, al igual que todos los musulmanes, quedó consternado por las actuaciones de (el semanario francés) Charlie Hebdo y por los comentarios en apoyo a sus caricaturas", escribió Kadírov en su cuanta de la red Instagram.

Este tipo de valoraciones, así como otras anteriores en las que hablaba de las responsabilidad colectiva de los familiares de grupos clandestinos, todavía carecen de una respuesta apropiada de las autoridades centrales.

Todo esto no ha surgido de la nada. La administración militar del Cáucaso Norte (construida según el principio de "fuertes personalidades y débiles instituciones") plantea varios retos. En este sentido, conviene señalar que el aumento de la popularidad de los sentimientos islamistas en la región no se debe tanto a la efectividad del discurso de los imanes sino a las disfunciones de los sistemas seculares para regular diferentes ámbitos de la esfera social. De ahí que se apele a las mezquitas, a los jeques o a los yihadistas como potenciales mediadores. La "competición entre jurisdicciones" ha conducido al conflicto, ya que el reconocimiento de un única autoridad como legítima crea problemas.

 

Además, la globalización permite conocer los "avances" de grupos radicales extranjeros sin tener que visitar Oriente Próximo o Afganistán. Sería ingenuo pensar que estas ideas violentas se fuesen a quedar en una región y no hubiera intentos para exportarla.

Esperemos que la responsabilidad individual y la implicación de las partes en este asesinato de alto perfil se lleve a cabo mediante una investigación competente y en base a la ley. Por el momento ya hay al menos dos tesis básicas.

La primera es que la construcción de la administración regional, exclusivamente en base a la lealtad, tiene costes importantes- principalmente la desmonopolización de la violencia. En los últimos años Rusia ha criticado repetidamente (y justificadamente) a Ucrania por la privatización de sus asuntos de seguridad. Parece que ahora es el momento de prestar atención  a este problema en Rusia. Y de sacar las conclusiones apropiadas.

Independientemente de la forma que tome la estabilidad en una región, los objetivos estratégicos deberían permanecer siempre visibles tras los tácticos, es decir, la integración de la región en la Federación de Rusia según las normas generales, y no la creación de un estado dentro del estado con sus propias nociones de ley, orden y control. Si esto no es así, los logros de estos años (reducir la actividad terrorista y el reclutamiento militar) no son irreversibles.

En segundo lugar, la delegación de un considerable poder de autoridad en la región sin los mecanismos de rendición de cuentas adecuados entraña un peligro, ya que provoca que la oposición (tanto liberal como nacionalista) perciba toda la región de manera negativa. Se considera una "carga" de la que hay que liberarse. Se trata de una peligrosa ilusión, que fue demostrada por las esperanzas frustradas de democratización que hubo tras la caída de la URSS. Pero sin un cambio en las prioridades en el proceso de integración del Cáucaso Norte, estos sentimientos crecerán, y no solo entre los opositores más beligerantes.

 Serguéi Markedónov es profesor en la Universidad Estatal de Rusia para las Humanidades. 

Artículo publicado originalmente en Russia Direct   

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