Los ataques de Boston y la ‘Guerra contra el Terrorismo’

Tres personas murieron en el atentado en la maratón de Boston. Fuente: Reuters/Vostock Photo.

Tres personas murieron en el atentado en la maratón de Boston. Fuente: Reuters/Vostock Photo.

Como todos sabemos, a partir de los ataques a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, los Estados Unidos han encabezado lo que se conoce como la “Guerra contra el Terrorismo global”. Sin embargo, a más de 10 años de ese episodio, seguimos sin ver resultados concretos de esta empresa, más allá del asesinato de Bin Laden, que nada cambió.

Las explosiones en la maratón de Boston, con un saldo de tres muertos y más de 170 heridos, han vuelto a colocar este debate en la agenda pública. Apenas conocida la identidad de los sospechosos, dos hermanos jóvenes de origen checheno, los medios no dudaron en vincular estos ataques con el terrorismo transnacional y la colaboración de los grupos separatistas de esa región del Cáucaso Norte. Sin embargo, los líderes chechenos negaron inmediatamente cualquier vínculo con los atacantes.

Las investigaciones del FBI y las primeras declaraciones de Dzhokhar Tsarnaev, el menor de los dos hermanos, finalmente indicaron que no existía contacto con ninguna organización terrorista nacional o extranjera, sino que actuaron en forma individual y motivados por el rechazo que les producían las guerras de Estados Unidos en Iraq y Afganistán. Esto significaría, en principio, no sólo que sus orígenes chechenos no tendrían nada que ver con los ataques llevados a cabo, sino que se trata de una consecuencia de la mismísima guerra norteamericana contra el terrorismo.

Sin embargo, habiendo confirmado que las motivaciones de los ataques en Boston fueron individuales, la estrategia de Estados Unidos continúa siendo aquella de internacionalizar la amenaza fijando como autor de los atentados al ‘extranjero’, o más específicamente, al musulmán radicalizado. Apoyados por diversos medios de comunicación, en los últimos días se dieron a conocer varios casos de terrorismo en otras partes del mundo, todas vinculadas al Islam. Ejemplos de ello son la explosión frente a la Embajada de Francia en Libia o los frustrados ataques en Canadá, en donde la policía logró arrestar a sospechosos de origen islámico que tenían planeado atentar contra el tren que une Toronto y Nueva York. Asimismo, se intentó vincular a jihadistas chechenos en el secuestro de obispos de la Iglesia Ortodoxa en medio del conflicto en Siria.

De cualquier modo, la pregunta que nos surge es la siguiente: ¿Qué se combate cuando se combate al terrorismo? Ni la academia de la Ciencia Política y las Relaciones Internacionales ni los estados de la comunidad internacional se han podido poner de acuerdo todavía en una definición exacta de este fenómeno. Cada estado, así como también cada organización internacional, tiene su propia definición de terrorismo y cada uno lo combate según sus propias experiencias.

Para Rusia, por ejemplo, el terrorismo fue históricamente una cuestión de política interna, ya que los ataques que sufrían se correspondían con el separatismo de las Repúblicas Caucásicas, como Chechenia, Daguestán o Ingushetia. Pero para Estados Unidos, este fenómeno se corresponde con el terrorismo transnacional, aquél que no respeta fronteras ni responde a ningún gobierno estatal.

Sin embargo, a pesar de estos diferentes puntos de vista, y del hecho de que las relaciones actuales entre Estados Unidos y Rusia no se encuentran en su mejor momento, el combate al terrorismo sigue estando entre los principales temas de cooperación entre estos dos países, sobre todo luego de haber comprobado la participación de redes terroristas transnacionales en algunos de los atentados perpetrados en la capital rusa, como los ataques suicidas en el metro de Moscú en marzo de 2010, con un saldo de 40 muertos y aquél en el aeropuerto de Domodédovo de enero de 2011 en el que murieron 37 personas.

Por ese motivo, a pocas horas de ocurridos los ataques, el presidente ruso Vladímir Putin se comunicó con su par Barack Obama para transmitirle sus condolencias y para ofrecerle colaboración en materia de investigación. Igualmente, Rusia ya había advertido en reiteradas oportunidades al FBI sobre la posibilidad de que Tamerlan Tsarnaev -ahora muerto tras enfrentarse con la policía- se había estado conectando con causas jihadistas.

El primer contacto ruso con el FBI fue a finales de 2010, antes de que Tamerlan realizara un viaje a Daguestán y a Chechenia. Pero luego de haberlo entrevistado al menos tres veces, la agencia norteamericana archivó la investigación al no haber podido encontrar conexión alguna con organizaciones terroristas.

El intento de los estadounidenses de volver a poner en la agenda la ‘cuestión chechena’, sumado al hecho de que los ataques de Boston estuvieron dirigidos a un evento deportivo, representa un desafío muy grande para la Federación Rusa de cara al futuro, teniendo en cuenta que tiene por delante la organización de los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol, entre otros grandes acontecimientos deportivos, en los cuales el gobierno ruso es responsable de garantizar la seguridad.

Por todo ello, Rusia debe intentar dejar bien en claro cuál es su postura frente al terrorismo global y cuál es su estrategia para los conflictos en la región del Cáucaso, con el objetivo de mantener estas dos cuestiones de forma separada y sobre todo, para demostrar que el enemigo no debe ser el Islam, menos aun cuando Rusia se caracteriza por ser un pueblo multi-étnico.

Teniendo en cuenta que la injerencia en terceros países en nombre de la lucha contra el terrorismo genera una reacción violenta por parte de determinados grupos extremistas, Moscú debería evaluar seriamente hasta donde cooperar con Washington, ya que sostener una “guerra global” contra el terrorismo sólo generará más terrorismo.

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