El amigo ruso-mexicano de Buñuel sigue rodando

Sergio Olhovich. Fuente: Amparo Rodríguez

Sergio Olhovich. Fuente: Amparo Rodríguez

Sergio Olhovich, cineasta mexicano de origen ruso, y recientemente galardonado con la Medalla de la Amistad, entregada por el embajador de la Federación Rusa en México, celebra el XI aniversario de su Escuela de Cine y Actuación, que pretende lograr un auténtico movimiento cinematográfico con personalidad propia.

La vida de la familia Olhovich , emigrados desde Rusia en tiempos de la Revolución, es tan poco común que podría confundirse con un guión de película de ficción. 

De hecho en 1983, uno de sus miembros, el cineasta Sergio Olhovich, acabaría basando uno de sus largometrajes, Esperanza, en las experiencias de su familia. La película cosecharía nada menos que siete premios Ariel, el máximo reconocimiento otorgado por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.

Los Olhovich, antiguamente Olgovich, eran una de las familias aristocráticas más antiguas del Imperio Ruso, descendientes de los Grandes Príncipes Sviatoslav y Alejandro, que vivieron allá por el S.XII.

Con el estallido de la Revolución, el joven Vladímir Olhovich, padre del  hoy cineasta,  descendiente  directo de esta dinastía, se vio imposibilitado para continuar sus estudios universitarios, ya que la Revolución daba preferencia a los hijos de campesinos, obreros y soldados.

Al mismo tiempo, en otro país también recién salido de su propia revolución campesina, México, su entonces presidente, Álvaro Obregón, ofrecía a extranjeros la posibilidad de asentarse en el país, como una forma de atraer talento al nuevo mundo. 

El joven Vladímir acabaría convirtiéndose en un prestigioso ingeniero petrolero, y trabajaría para algunas de las más poderosas compañías nacionales (Petróleos Mexicanos) e internacionales, para las que descubrió importantes yacimientos.

Además, por azar, y gracias a una de las explosiones controladas con las que se buscaba el preciado oro negro, Olhovich y su equipo acabaron desenterrando, aunque nunca lo buscaron, algunas de las 17 cabezas colosales olmecas encontradas en el estado de Tabasco, en el Golfo de México, que datan de alrededor del año 1,200 AC.

Una vida de película

La vida de su hijo, Sergio Olhovich, hoy cineasta reconocido, no pudo empezar con más sobresaltos. Nacido en las Indias Holandesas en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, donde su padre estaba destinado, pasó sus dos primeros meses de vida en el último barco que salió de las islas cargado de refugiados europeos, salvándose así de un destino trágico, que les hubiese llevado casi con seguridad a acabar sus días en un campo de concentración japonés.

Después de vivir en varios países latinoamericanos, la familia se asentó por fin en México, donde el joven Olhovich comenzó a estudiar cine, completando más tarde su formación en la Unión Soviética durante ocho años.

De vuelta en México, con un diploma del prestigioso Instituto Estatal de Cinematografía de Moscú, y un par de películas y documentales bajo el brazo, Olhovich co-funda la productora Cinematográfica Marco Polo, que ofrecía proyectos a jóvenes directores, integrantes del llamado Nuevo Cine Mexicano de los 70.

Pero la dificultad entonces estaba en que el todopoderoso sindicato de cine estaba cerrado a cal y canto, y no había admitido a ningún director nuevo en al menos 20 años.

Olhovich lideró esta lucha,  consiguiendo durante el gobierno de Luís Echeverría, que el sindicato abriese las puertas a nuevas generaciones, permitiéndoles conseguir financiación para sus proyectos.

El director español Luís Buñuel fue uno de sus mayores apoyos en esta batalla.

El cineasta recuerda cómo, a pesar de que Buñuel era 30 años mayor que él, y de carácter retraído, le gustaba la compañía de los jóvenes cineastas.

“A Buñuel le gustaba beber, incluso se había inventado una bebida que se llamaba el 'Buñueloni' una especie de Martini, algo amargo. Y me invitaba a su casa y hacía su 'Buñueloni' y nos tomábamos nuestros vasos. 

Me decía que no le hiciera caso a nadie, porque si empezaba uno a hacer caso a la gente, terminaba uno confundiéndose, que siguiera yo mi propia intuición y mi propio corazón”.

El director español se convertiría poco más tarde en su consejero y especie de padrino en su primer largometraje, Muñeca Reina, basado en un cuento del escritor mexicano Carlos Fuentes. 

A éste seguirían otras 13 películas, tales como Evasión, Coronación, Llovizna, El Infierno de todos tan temido, la coproducción mexicano-americana Angel River, etc. muchos de ellos ganadores de varios premios nacionales e internacionales.

Además, ha producido cientos de capítulos para series de televisión educativa, varios documentales, y desde hace once años, dirige el Centro Bicultural de Cine y Actuación en la capital mexicana.

Una escuela para la vida

El centro, en el que estudian un número de estudiantes que fluctúa entre los 80 y los 120, se diferencia de los demás por su método de enseñanza.

“En México no hay método, cada uno enseña como se le ocurre, y el resultado es una mezcla muy mala, no hay escuela...” , se queja el maestro.

Pero explica que en esta academia los grupos son pequeños y los profesores conocen muy bien a sus alumnos. Hay un ambiente familiar donde los profesores sacan lo mejor de cada uno durante los cuatro años que dura la carrera.

Muchos de los maestros fueron en su día alumnos de Olhovich, tienen una base de enseñanza sólida, algunos de ellos son rusos, otros educados en Rusia, que vuelven a la institución, esta vez a enseñar.

Uno de los orgullos del profesorado es no sólo enseñarles técnicas de actuación, sino que también les preparan para la vida, y para ejercer su profesión:

“Es un mundo donde todos te meten el pié, de puñaladas traperas, de chismes, de mentiras, es complicado, y por eso tienes que conservar tu pureza creativa, ser tú mismo siempre, no claudicar, porque el artista que claudica, pierde su talento”, dice el maestro.

Olhovich, que en la actualidad tiene 71 años, pero dice sentirse de 40, está muy lejos de haber perdido su pasión y sus ganas de hacer cine.

Con cinco películas en proyecto –la próxima empezará a rodarse a mediados del 2013-  apura esta entrevista para irse a hacer maletas, rumbo a Moscú, donde asistirá a un congreso internacional de antiguos alumnos de universidades soviéticas, y para ultimar los detalles de su próxima coproducción ruso-mexicana.

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