La libertad de expresión en peligro inminente

Dibujado por Nyaz Karim.

Dibujado por Nyaz Karim.

Un tribunal de Chechenia ha prohibido la distribución de la polémica película que despertó una ola de violencia en numerosos países musulmanes. La decisión podría ratificarse a nivel estatal. El aras de la estabilidad, el Kremlin se dedica a limitar la libertad de espresión.

Ya en el año 2003, un juez estudió abrir un juicio penal contra los comisarios de una exposición a causa de unas imágenes que fueron consideradas como ofensivas por algunos sacerdotes y feligreses de la Iglesia Ortodoxa de Rusia.

Sin embargo, cuando un tribunal de Grozni, capital de Chechenia, decidió prohibir en Rusia la distribución de la controvertida película “La inocencia de los musulmanes”, su decisión hizo historia.

Si este fallo se ratifica por el sistema judicial estatal,  será el primer acto oficial de censura por motivos puramente religiosos en la historia postcomunista de Rusia. Pero además, el fallo también tendrá consecuencias que van mucho más allá del mero asunto de un vídeo casero chapucero.

El pretexto oficial para tal prohibición ha sido que la película es 'extremista',  un delito punible en virtud de la legislación rusa, en concreto por la cláusula 282 del Código Penal. Esta medida contra el extremismo fue establecida como una medida de salvaguardia contra los terroristas islamistas, los cabezas rapadas neonazis, y los de su calaña. No obstante, ahora dicha cláusula está siendo ampliamente utilizada para reprimir la disidencia y para limitar la libertad de expresión.

El hecho de que fuera un tribunal checheno el que tomara medidas en contra de “La inocencia de los musulmanes”, confirmó a muchos que el papel de Chechenia como autoproclamado guardián de la ortodoxia islámica en Rusia es tácitamente reconocido por el Kremlin.

Esta república, encabezada por Ramzán Kadírov, un excombatiente guerrillero convertido en leal al Kremlin, goza de un estatus exclusivo en Rusia.

Muchos dicen que allí no se aplican las leyes del Estado ruso (o al menos, no se cumplen en su totalidad). Regularmente se hacen públicos casos de mujeres obligadas a llevar el velo o a rezar contra su voluntad, de la prohibición de venta de alcohol y otros sucesos semejantes. 

El paulatino desmembramiento de las leyes federales y la introducción de la 'sharia a hurtadillas' es un mal presagio para la unidad del país.

El fallo con respecto a la película “La inocencia de los musulmanes” abre un signo de interrogación acerca de las libertades garantizadas por la Constitución de Rusia y por la Convención Internacional de los Derechos Humanos, también firmada por Rusia, que contempla la libertad de información y la libertad de expresión artística, incluido el principio de la “libertad para ofender”.

La Duma Estatal resolvió modificar el Código Penal, aprobando una ley que califica como delito “la ofensa a los sentimientos religiosos”, delito por el que los castigos varían desde fuertes multas hasta penas de cárcel. El concepto de “la ofensa a los sentimientos religiosos” es deliberadamente vago, es decir, que lo abarca todo y los legisladores lo mantienen de esta manera intencionadamente.

A raíz del escandaloso y polémico juicio a las Pussy Riot,  acusadas de “blasfemia” este verano, el Kremlin tiene la intención de reprimir la libertad de expresión siempre que sea posible.

El ejecutivo también percibe a la mayoría de los creyentes como una base de apoyo contra el activismo a favor de reformas democráticas. A cambio, las autoridades prometen asegurar que las creencias religiosas no se someterán a la crítica en Rusia.

El renacimiento religioso en Rusia apenas tiene 25 años. Para muchos, la fe ha reemplazado a la ideología comunista. No hay prácticamente ninguna tradición de discurso razonado ni de convivencia entre creyentes, agnósticos y ateos.

Para muchos rusos, el cristianismo, el islam o (cada vez más) el secularismo militante no son causas que han de ser defendidas, sino imperativos que se deben implantar en la vida real, y... ¡ay del que intente resistirse!

En esta atmósfera que provoca divisiones se forjan o se rompen las alianzas de conveniencia. Mientras los clérigos musulmanes secundaron a la Iglesia Ortodoxa Rusa a la hora de exigir que las Pussy Riot fuesen condenadas a penas severas por su blasfemia, la propia Iglesia contempla el creciente número de musulmanes en Rusia y su proselitismo activo como un reto en el mejor de los casos o como una amenaza potencial en el peor. 

Activistas ortodoxos organizan campañas de protesta contra la construcción de nuevas mezquitas en los barrios residenciales de las ciudades rusas, mientras que los musulmanes se quejan de que no están bien representados en las instituciones estatales.

Esta situación le conviene al Kremlin ya que lo coloca en una posición de árbitro definitivo en todas las disputas entre diferentes confesiones religiosas y la sociedad, y entre las desavenencias que puedan surgir entre las propias comunidades religiosas.

En definitiva, nombre de la estabilidad el Estado puede restringir la libertad de expresión en lo referente a casi cualquier tema.

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