“Hay que poner fin al derramamiento de sangre en Siria”

Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, concede una entrevista a Rossíyskaya Gazeta. Fuente: Sergey Kuksin / RG.

Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, concede una entrevista a Rossíyskaya Gazeta. Fuente: Sergey Kuksin / RG.

El conflicto en Siria se ha convertido en uno de los que más se han prolongado desde el principio de la “primavera árabe”. El poder en el país todavía está dividido entre la oposición y el actual jefe de estado, Bashar Al Asad. Al mismo tiempo, el resto del mundo es incapaz de acordar una postura conjunta sobre los acontecimientos en ese país. Estados Unidos y la Unión Europea consideran que Asad es la principal fuente de inestabilidad y que debe abandonar su cargo. Rusia y China, al contrario, no insisten en el derrocamiento del líder sirio. El ministro de asuntos exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, comentó por qué el conflicto sirio no se resuelve y por qué la comunidad internacional no puede ponerse de acuerdo. Reproducimos aquí las palabras del ministro de Asuntos Exteriores de Rusia durante su visita a la redacción del periódico “Rossíyskaya Gazeta”.

Efectivamente, Siria ahora está en boca de todos. Hay que hacer algo tanto en el espacio informativo como en el práctico para poner fin al derramamiento de sangre. Por desgracia, se machaca a los ciudadanos con consignas simples que dicen que si no fuera por Rusia y China  la situación en Siria ya hace tiempo que se habría calmado. En realidad la situación es muy grave. La región entera se ha puesto en movimiento.

'La primavera árabe' son los brotes de las semillas que sembró George Bush junior, al impulsar la idea del 'Gran Oriente Próximo' y la democratización de todo ese espacio. Ahora recogemos los frutos ya que esta obsesión por imponer cambios desde fuera, según recetas extranjeras, no fue reforzada de ninguna manera con planes a largo plazo o al menos con previsiones a término medio. Lo más importante es que estas consignas de cambio y modernización no fueron acordadas con los países de la región.

Cuando empezaron los acontecimientos de la 'primavera árabe', ya hablamos sobre todo esto. Al mismo tiempo, insistimos en la necesidad de que los actores extranjeros siguieran el principio de “no hacer daño”, y que hicieran todo lo posible para crear un entorno internacional lo más favorable posible que permitiera a todas las fuerzas políticas de cada país, árabe o no, ponerse de acuerdo en cómo quieren llevar a cabo estas reformas. La misma idea sirve para Siria

Han convertido a Asad en un espantajo. En realidad, todas esas tajantes  acusaciones que lo señalan como el culpable de todo, esconden un gran juego geopolítico. Se está desarrollando un proceso de cambio de formato de los mapas geopolíticos del Próximo Oriente en que los diferentes actores intentan garantizarse sus propias posiciones. Muchos tienen a Irán en mente, más que a Siria. Dicen abiertamente que tienen que privar a Irán de su aliado más cercano, que es como ven a Bashar Asad.

Si se observa todo lo que pasa en la región de una forma más global, los que tienen un interés sincero en la estabilización de la región, en la creación de unas condiciones para su prosperidad (y hay recursos para que así sea) no tienen que regirse por la lógica del aislacionismo que se aplica a Irán, y antes a Siria, sino por la lógica de involucrar. Por desgracia,  demasiado a menudo nuestros socios internacionales eligen precisamente la lógica del aislacionismo, recurren a medidas forzadas, intentando aplicar sanciones unilaterales, no acordadas en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, persiguiendo el cambio del régimen.

Consideramos que esto es contra productivo. Nunca unas recetas como éstas impuestas desde el exterior darán un resultado estable a largo plazo. Un resultado así solo se puede conseguir por la vía del diálogo. Estos principios son totalmente aplicables también para la situación en Siria.

Al pretender involucrar a los diferentes actores, desde el inicio de la crisis insistimos en la necesidad del cese de cualquier tipo de violencia por parte de todos y el inicio de un diálogo inclusivo. Precisamente por eso hace un año apoyamos la iniciativa de la Liga Árabe que proponía el despliegue de los observadores árabes. Empezaron a trabajar en el país con el consentimiento de las autoridades sirias y nosotros contribuimos a que se llegara a este acuerdo. Pero en cuanto los observadores prepararon el primer informe donde no se culpaba de forma unilateral a las fuerzas gubernamentales por la violencia continuada, sino que de forma objetiva (aunque no completa) se informaba sobre lo que hace la oposición armada, por desgracia la Liga Árabe cesó la misión.

Después de esto apareció el plan de Kofi Annan,  que también proponía el inicio del diálogo. Para crear las condiciones necesarias se propuso desplegar la misión de observadores de la ONU. Las candidaturas de los observadores fueron acordadas con Damasco. También contribuimos para que eso fuera posible. Pero en cuanto empezaron a aparecer los primeros resultados, cuando empezó a disminuir un poco la violencia, los observadores empezaron cada vez más a convertirse en objetivo de provocaciones armadas. Se crearon unas condiciones insoportables para su trabajo y también fueron retirados.

Da la impresión que en cuanto se observa algún tipo de progreso, a alguien le interesa que la situación no evolucione hacia un curso más tranquilo, y prefieren que continúe la sangrienta batalla en el interior de Siria y la guerra civil.

Repito, Rusia persigue honestamente que el gobierno sirio y todas las fuerzas de oposición lleguen a un alto al fuego irreversible y se empiece el diálogo. Gracias a nuestra propuesta, que coincidió con la iniciativa de Kofi Annan, el 30 de junio en la Ginebra se mantuvo un encuentro del 'Grupo de acción', donde se acordó un documento de consenso, que recibió el nombre de Comunicado de Ginebra. En él se establece que todos los que luchan unos contra otros, tienen que dejar de hacerlo, todos los actores extranjeros tienen que utilizar su influencia para obligar a que partes enfrentadas declaren un alto el fuego de forma sincrónica y empiecen el diálogo. 

El Comunicado se aprobó por consenso, que reflejó la postura conjunta, colectiva y acordada de los cinco representantes permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Uniadas, la Liga de Países Árabes, Turquía, la Unión Europea y la ONU. Bashar Al Asad apoyó el documento y nombró a su negociador. El correspondiente llamamiento a  la oposición, que en Ginebra lanzamos de forma unánime a la oposición, fue desoído. Las fuerzas de oposición no nombraron a su equipo negociador y se negaron a aceptar el Comunicado de Ginebra.

Es especialmente triste que la oposición recurra cada vez con más frecuencia a la táctica de los atentados terroristas. Nuestros socios occidentales, contrariamente a la firme práctica que se había consolidado, empezaron a negarse a condenar esos atentados en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Nuestros socios estadounidenses, por medio de un representante oficial del Consejo de Estado, llegaron a decir que la permanencia de Bashar Asad en el poder no hace más que alimentar los sentimientos extremistas. Se trata de una justificación de manera indirecta de los atentados. Creo que hemos llegado a una postura muy peligrosa que podría tener un efecto boomerang contra los que están empezando a defenderla.

Doblaje de sonido realizado por Santi Pueyo.

Publicado originalmente en ruso en Rossíyskaya Gazeta.

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