El cine Octubre de Moscú que acogió el
estreno le habría parecido un lugar perfecto para el estreno al
personaje y protagonista de la película, producida y dirigida por dos
hombres que aman España, el cine español y esas historias que unen dos
países situados en los extremos opuestos del continente europeo.
Fue uno de los cines más señeros de la Unión Soviética, algo que a
nadie escapa al ver el imponente edificio de piedra roja, adornado con
motivos que remiten a la Revolución de Octubre de 1917 y la lucha de los
obreros, una lucha que siempre impregnó la vida del piloto español.
Bravo, que vivió dos décadas en la Unión Soviética después de huir
como soldado republicano de una España que había perdido su guerra y
haber pasado por un campo de prisioneros españoles en la Francia
dominada por los nazis, siempre fue un guerrero comunista y ferviente
patriota de los ideales obreros.
Así lo dejó claro hoy en
declaraciones a Efe el productor de "El Español", Andréi Baturin, el
hombre que ideó el filme después de conocer al insigne piloto durante
uno de sus frecuentes desplazamientos a Madrid.
"Era un
patriota de Rusia y también de España. Profesaba ideas comunistas y
amaba a Rusia. Incluso a su avanzada edad quería volver para ingresar en
el nuevo Partido Comunista ruso", recordó Baturin, que tras leer la
autobiografía de Bravo se propuso hacer la película.
Tras encontrar un director y también productor para el proyecto, Alexandr Tstatsúyev, escribieron juntos el primer guión.
"Por desgracia, José María falleció hace tres años, por lo que
tuvimos que ultimar la película sin él, con algunos cambios en el guión.
Para entonces ya había leído mucho más sobre los españoles que había
participado en la guerra y consideré necesario hacer esta película en su
memoria y honor", dijo Baturin.
La historia de Bravo cautivó a
director y productor, porque el que había sido uno de los mejores
pilotos de guerra durante la Guerra Civil española era también un
"auténtico ruso, dispuesto a dar su vida por este país".
Además "era un auténtico as de la aviación, con una inmensa cantidad de
vuelos de combate", que había logrado derribar 23 aviones enemigos en
España, recuerda Baturin.
"En la URSS habría sido condecorado
con la orden de Héroe de la Unión Soviética (máxima condecoración del
Estado) por tan solo cinco aviones derribados", según Tstatsúyev.
Los autores de "El español" hablaron con muchos amigos y compañeros
de trincheras de Bravo en la URSS, y todos recordaban al "hombre
valiente, atrevido, capaz de enfrentarse él solo con varios aviones
enemigos en combate".
Cuando la invasión nazi sorprendió a
José María Bravo en la ciudad ucraniana de Jarkov, el Ejército Rojo no
le permitió entrar en las Fuerzas Aéreas, por lo que tuvo que alistarse
como zapador para seguir su destino de guerrero.
"Contaban de
él que cuando fue zapador se arriesgaba mucho y era capaz de ir solo a
una misión muy peligrosa. Tuvo mucha suerte y nunca resultó herido de
gravedad, incluso cuando fue derribado en combate", apuntó Tstatsúyev.
Ya en 1943 pudo volver a los mandos de un avión de combate y ese
mismo año "le permitieron escoltar a Stalin a la famosa conferencia de
Teherán en 1943".
"Cuando ya había abandonado la Unión
Soviética, dejando atrás a su hijo por parte de su primera mujer, volvió
a tomar grandes riesgos para cruzar el telón de acero y encontrase con
él", relató el cineasta sobre una de las últimas hazañas del
protagonista de "El español".
La película, a cuyo estreno
asistieron muchos españoles y también héroes soviéticos de la Segunda
Guerra Mundial, relata los años que pasó Bravo en la URSS, donde vivió
grandes historias de amor pero también muchas penurias.
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