Las agencias de calificación protegen sus propios intereses

Dibujado por Sergey Elkin.

Dibujado por Sergey Elkin.

Después de la crisis, de pronto, inesperadamente, el mundo pensó: ¿Pueden las agencias de calificación de riesgos más importantes del mundo (Standard & Poor's, Moody's y Fitch) ser estructuras comerciales absolutamente independientes? Cuanto más se preguntaba, más a menudo se obtenía como respuesta un rotundo no. Hoy en día, las agencias, al ser estadounidenses, andan con pies de plomo ante la opinión de las autoridades del país, y esto es un secreto a voces.

La influencia de las agencias es tal, que darlas (o mantenerlas) en manos privadas, sería una locura equivalente a hacer las ojivas nucleares de uso personal. Las llamadas 'acciones de calificación' pueden tener un efecto equivalente a la utilización de las armas de destrucción masiva. Este efecto puede ser tanto económico como político.

 

Por ejemplo, un repentino incremento o disminución en la calificación de una gran empresa puede conducir a un aumento explosivo o disminuir el valor de sus acciones. Es decir, los titulares de los valores, en cuestión de minutos, ganan o pierden miles de millones de dólares.

 

Es tentador 'negociar' con una agencia para proporcionarle una vida cómoda a su familia y a las generaciones por venir, ¿no? Para los empleados de la agencia no menos tentadora es la idea de aceptar una estafa. Si la agencia fuera completamente independiente en sus decisiones, casos similares podrían convertirse en una seria amenaza para la estabilidad económica global. El control por parte del Estado de este problema, si no se resuelve del todo, por lo menos seguro que se nivela.

 

Las primeras acusaciones graves, en primer lugar, a Standard & Poor's, se hicieron en el 2008, después de una de las mayores bancarrotas de la historia de EE UU: el colapso de Lehman Brothers. De hecho, parecía raro. Todo el imperio financiero colapsa, pero hasta el anuncio oficial de la quiebra mantiene la máxima calificación crediticia de AAA. Quizá sea este el 'desacierto' más claro de las agencias globales. Entonces también surgieron preguntas acerca de por qué EE UU mantiene una calificación AAA, si tiene la mayor deuda pública del mundo, y acerca de por qué las calificaciones de Grecia, Portugal y España se redujeron solo después de que pidieran apoyo, etc.  Es también ambigua la calificación rusa de BBB, algunos expertos creen que es injustificadamente baja.

 

Supongamos que todas estas acusaciones no tienen fundamento. En ese caso, la postura de la agencia, de hecho, es contraria a la 'lógica de los números', es decir, se contradice a los indicadores económicos básicos. Pero al mismo tiempo encaja absolutamente con la lógica, por ejemplo, estatal.

 

Supongamos que Standard & Poor's rebajara la calificación de Lehman Brothers 2 ó 3 meses antes de la quiebra. Esto significaría que el mercado de CDS (permutas de incumplimiento crediticio) de 62 billones de dólares, se derribaría 2 ó 3 meses antes. Permítanme que les recuerde que fue precisamente esto con lo que empezó la crisis financiera mundial. Antes de eso, la crisis era local, estadounidense. De hecho, el retraso de S&P dio al gobierno de EE UU meses de sobra para prepararse para el colapso del sistema financiero. Si la agencia hubiera reaccionado a los procedimientos de Lehman Brothers rápidamente, la crisis habría sido mucho más dolorosa.

 

Y Estados Unidos aquí podría ser acusado de proteger sus propios intereses en perjuicio de los intereses de los demás. Pero la cuestión de la calificación crediticia de Estados Unidos es un problema global. Supongamos una vez más que Standard & Poor's, horrorizado por el número de ceros en la cantidad de deuda de EE UU, decide rebajar la calificación del país por lo menos un grado. Es decir, que anuncia al mundo que EE UU ya no es un bastión de estabilidad, e incluso, que a esa economía insumergible algo la amenaza. Las consecuencias de una medida tan irreflexiva harían retroceder al mundo unas pocas décadas en su desarrollo. La deuda nacional de EE UU se expresa principalmente en bonos del Tesoro (UST).

 

Por otra parte, el vencimiento de los bonos es de 20 a 30 años. Es decir,  los estadounidenses no tienen necesidad inmediata de devolver ese dinero. En caso de una bajada significativa de la calificación el valor de los títulos de deuda caería. En tal situación, Estados Unidos se beneficiaría, pues tendría que pagar menos a los acreedores. Y pierden esos mismos acreedores, el mayor de los cuales es ahora China. Según las estadísticas oficiales, China cuenta con bonos estadounidenses por un valor cercano a los 90.000 millones de dólares  (30% del volumen total de bonos del Tesoro de EE UU en el mundo). Los miembros estadounidenses de la Comisión de Seguridad de Relaciones Económicas entre Estados Unidos y China confirman que estos datos están subestimados.

 

Para deshacerse sin dificultad de estos valores, la República Popular China necesita  más de diez años, puesto que, si  de inmediato los lanzan al mercado, de inmediato se depreciarán. Esto significa que China es el primer interesado en el mantenimiento de la calificación crediticia de EE UU y de la estabilidad del dólar.

 

Otros grandes poseedores de bonos del Tesoro de EE UU son los países de Europa Occidental y los países árabes productores de petróleo. La bajada de la calificación de EE UU haría daño a las economías más grandes del mundo. La falta de voluntad de S&P de recurrir a dar ese paso es del todo comprensible desde un punto de vista lógico. Además, la agencia sostiene un índice más que fiel. Los principales actores del mundo no están interesados en el impago de los bonos estadounidenses  porque ellos mismos son sus titulares. Esto significa que, en caso de una profunda crisis del dólar, todo el mundo estaría dispuesto a ofrecer su apoyo, protegiendo sus intereses utilitaristas. 

Volviendo a la tercera reclamación, lo que a veces se oye de las agencias de calificación es la subestimación de la calificación de Rusia, aquí también hay una lógica comprensible. Es cierto que esto se explica solamente en relación a los intereses económicos de EE UU y Europa Occidental.

 

Supongamos que la calificación de Rusia subiera mañana. En un período de una inestabilidad financiera en el mundo, tal medida significaría que Rusia es una isla de estabilidad en un mar de crisis económica. Esto será una señal para los inversores: “es aquí donde hay que guardar el dinero, solo aquí estará a salvo”. Incluso si lo sacamos de sus parámetros, semejante afirmación es muy discutible, se puede decir con seguridad que Europa y EE UU no están interesados en tal desarrollo de los acontecimientos.

 

Esto significaría que el dinero de sus economías lo transvasarían a la rusa. Así, las agencias de calificación en realidad protegen los intereses económicos de EE UU, y eso es comprensible ya que es su principal mercado.

 

 Ante la atención que los líderes mundiales muestran a la economía de Estados Unidos, surgió la idea acerca de cómo crear un organismo similar para los BRICS. Pero sus perspectivas aún no son muy brillantes. La influencia de las corporaciones estadounidenses se debe en gran parte a su reputación e historia. A pesar de los errores que a veces cometen, se les cree. Por ejemplo, la agencia S&P existe desde hace más de 150 años, y desde hace más de 50 son unos de los principales puntos de referencia para los inversores de todo el mundo. Además, estas empresas han desarrollado a lo largo de décadas una base de datos sobre cuyo análisis adjudican los índices y hacen predicciones.

 

 Los países en desarrollo no pueden oponerse a estas dos ventajas de los países. Además, no está aún claro del todo, lo que se entiende por ´agencias de calificación BRICS´. Los BRICS solo son una asociación informal de las mayores economías en crecimiento, sobre la integración de estos cinco estados aún no es necesario hablar. Una agencia creada, en cualquier caso, pertenecería a uno de ellos. Y protegerá en primer lugar, sus intereses. Este hecho evidente no permite a los inversores tomar en serio tal estructura. Al final, no va a tener ningún impacto real. Al menos, mientras no demuestre su fundamento. Y para esto serán necesarias varias décadas.

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