El Don Quijote ruso: tres siglos de gloria y muerte en Bolotnaya

Dibujado por  M. Martin Vicente (Flickr)

Dibujado por M. Martin Vicente (Flickr)

En Rusia, se ha escrito mucho sobre Don Quijote y de muchas maneras. Habiendo aparecido por primera vez en el primer cuarto del siglo XVIII, ya nunca más abandonaría nuestras vidas. Gavrila Derzhavin, en su famosa oda "Felitsa" sobre Catalina II, desaprobaba: «No donquijotees...". Herzen llamó a Don Quijote "un representante tardío del pasado".

 Al comienzo de su viaje por Rusia, Don Quijote caía en el ridículo, a veces en la ira. Su generosidad se consideró absurda. Su alma grande y generosa se presentaba como un sombrero agujereado, en el que era imposible incluso recoger agua. 

Pero poco a poco, Don Quijote se convirtió en un pariente más cercano, tocó las cuerdas ocultas. La imagen del ingenioso hidalgo se infiltró no sólo en la corte y la nobleza: rápidamente penetró en el pueblo. Pronto esta figura literaria pasó a ser el principal referente del comportamiento individual y colectivo del pueblo ruso.

Rusia quijotesca

Los casos quijotescos en nuestras vidas son oscuros. Bares extraños y campesinos con sombreros negros que se desplazan por su cogote. El incomprendido Liev Tolstói, y más tarde todos los discípulos tolstoianos, fueron sus seguidores. A todos ellos, al igual que al caballero de La Mancha, les quemó el fuego de su santa locura.  Este fuego espantoso rechaza a las personas con "sentido común", que sólo son capaces de "crecer", guardar, vender. Pero, según la definición del gran crítico literario ruso Yuri Lotman, es el "sentido común" el enemigo principal de todos los esfuerzos creativos y descubrimientos. Don Quijote es valioso porque encarna las cualidades de una vida diferente: sin violencia, sin una borraja de codicia, sin el poder de las esposas sobre la creatividad, que siempre se acerca a las personas creativas con una sonrisa: "¡Dísfrazate y haz lo que quieras!"

 Lo más cercano a lo quijotesco es la iurodstvo rusa. La conculcación de la falsa santidad, la llamada inmoralidad, está en el comportamiento del caballero de La Mancha, así como el comportamiento de los beatos rusos.

 La locura por Cristo en Rusia se remonta a tiempos muy tempranos, pero no se documentó hasta el siglo XIV. El Procopio de Ustiug, Iván del Gran Gorro, que primero se puso un sombrero de hierro y una pesada cadena (¿por qué no un Don Quijote con visera y armadura?), músicos y payasos... la tendencia de los iurodivy había estallado. Y siguió: el hijo del boyardo Beklemishev-Bersen, a quien "cortaron" la lengua por sus palabras a favor del zar; el propio Pedro el Grande, contrario a los iurodivy, pero con rasgos de esa locura y de lo quijotesco, por supuesto, fue también absorvido; Pablo I, rechazado por sus contemporáneos y calumniado por los descendientes;  y muchos otros ...

Siglo XVI. El iurodivy Vasili, más tarde conocido como el Beato, invita a Iván el Terrible, que ejecutaba indiscriminadamente a los habitantes de Novgorod, a seguirle bajo un puente que cruza el río Vóljov, en una cueva. Invierno. El Terrible lleva un abrigo de pieles. El beato va descalzo.

- ¡Come! - Y el iurodivy extiende una pieza de carne sangrienta al soberano.

- Yo soy cristiano, no como carne en cuaresma.

- ¡No comes carne pero bebes sangre humana! - grita el beato; pero no muere en manos del zar, y, por extraño que parezca, logra - al menos por un tiempo– la suspensión de un buen número de ejecuciones. 

Siglo XIX. El Dr. Chéjov va a examinar a la isla de Sajalín un campo de prisioneros. Enfermo de tuberculosis, delgado, alto... sólo sin un Sancho Panza creíble,  su acto hace que mucha gente en Rusia se moleste y enfurezca. ¡Pero las acciones quijotescas conllevan beneficios! Durante algún tiempo se mejoran las condiciones de los reclusos y el autor nos brinda su gran libro La isla de Sajalín.

Siglo XX, principios de los años 20. Muchas cosas han cambiado. Los caballeros errantes durante la revolución y la guerra civil empezaron a morder el polvo en el campo. Lo quijotesco mostró su otra cara, la sangrienta, la más dura. Velimir Khlébnikov, gran poeta ruso, en respuesta a una petición de ayuda de un compañero moribundo en medio de el campo, escribe: "La estepa oficiará el funeral ".

Aquí no hay ni pizca de crueldad. Aquí todo es tan quijotesco, es un amor super-inteligente hacia toda la vida y la desconfianza hacia todas las muertes. Y toma este amor del comienzo del Evangelio: "Deja que los muertos entierren a sus muertos".

Desprovisto del superficial sentido común, el amor por todas las vidas no es un sentimiento compatible con la mayoría de nosotros. La mayoría ama destruir o exaltar: ¡enterrar, enterrar y enterrar! Y a continuación, leer dulcemente el sermón del funeral, y despotricar medio borrachos.
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Lunatismo en el Kremlin

La tradición cultural rusa del siglo XIX no reconoció el hecho de la enfermedad mental de Don Quijote. Al igual que antes no habíamos considerado enfermos a los traviesos iurodivy. Pero en la época soviética, muchas cosas cambiaron. 

Era un nuevo cuadro: Stalin en el Kremlin. El ritmo tranquilo. Se ponía en marcha un espeso bigote. Un collar con fuerza le apretaba el cuello... Josef Stalin salía a la ventana para respirar, para airearse. Fuera de la ventana, por supuesto, la noche. Sin embargo, en el jardín Tainitski del Kremlin, en lugar de un atardecer o pasos gato, transita solo por el tejado, asi cayéndose, un payaso, algún lunático. Con su barba y sus quevedos, recuerda espantosamente al Dr. Chéjov. Sólo tiene en las manos largo, como el de un funámbulo, un bastón.

 - Llévense esta repugnancia inmediatamente – ordena, con voz ronca, Stalin.Y se llevan al lunático con quevedos. El Don Quijote ruso desaparece por un tiempo. 

El caballero de triste figura asustó y repelió a la élite soviética y a sus líderes. Sin embargo, superados el miedo y la alienación, la entonces intelligentsia   recurrió, a pesar de todo, a Don Quijote. A la vuelta de los años 20-30, escribieron sobre él Anatoly Lunacharsky, Aleksandr Brushtein (junto con Boris Zon), Elena Danko, Ada Chumachenko, Mijaíl Chéjov, Gueorgui Chulkov y, por supuesto, el brillante Mijaíl Bulgakov. 

¡Qué interesante! Sobre la fórmula inmortal de la novela española comenzaron a apoyar sus biografías los dramaturgos rojos, los médicos de la guardia blanca, los farmacéuticos de Kíev, los pequeños comerciantes de mala muerte de Volinia. Es extraño que nadie de entre los líderes soviéticos o de los pequeños y medianos empresarios  no pensara en pedir un pedazo para sí mismos, bajo el nombre de "Comuna Rocinante" o "Fábrica de cerillas Dulcinea". 

En general, e incluso a los lunáticos, Don Quijote nos asistió en ese momento de nuestras vidas.

 Pero los tiempos han cambiado otra vez. Poco a poco la imagen de Don Quijote, siempre asociada a la imagen del fiel Rocinante, comienza a desvanecerse. Aunque su torpe, jorobada y curva sombra sigue aún a bordo del tren de la historia. "Querido, querido ridículo bobalicón, donde estará, qué estará persiguiendo?" -se lamentaban algunos ciudadanos de la Rusia soviética pensando en esa curva sombra, con los poemas prohibidos de Yesenin. Les pareció que perseguía el tren de la locura a una distancia desconocida, junto con la propia historia rusa.

Y entonces, cuando parecía que"el mejor jamelgo" (que es el significado del nombre de Rocinante), espoleado por el furioso jinete, estaba a punto de desplomarse en cualquier cementerio animal, se produjo un nuevo giro, una nueva oleada de atención. 

En los años 60-70, los directores Kozintsev y Goncharov, el artista Savva Brodsky y el traductor Nikolai Lyubimov dierson nuevas interpretaciones de esta imagen inmortal. Ellos, como muchos otros, querían convencerse a sí mismos: ¡Don Quijote es inmortal! ¡El bien, al final, triunfará sobre el mal!

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Muerte en Bolotnaya, ¡o un tiempo bendito!

El último golpe...   

2012. Mayo. Moscú. Calor, el asfalto ardiendo y el hedor de la depuradora. Un tipo raro con barba y casco de motocicleta, con unos largos zancos, se apresura por la plaza Bolotnaya. Momento de calma. Brillan escandalosamente escudos de policía antidisturbios. Los “opositores” con máscaras preparados para “aporrear” a los policías ... 

Y, de repente, ese cretino en zancos - no, usted sólo échele un vistazo- deja caer el casco de moto al suelo y empieza a gritar acerca de la compasión y el amor por los demás, para todos aquellos en la plaza que  todavía no se han decidido.

Todos fuimos el nuevo Don Quijote ruso. En un principio lo representaron las autoridades, y después la oposición. Así que, cuando Don Quijote fue llevado a la comisaría de policía, sus párpados negro-púrpura fuertemente cerrados, dejó de mover boca y manos, para buscar en sus pantalones de cuero de motorista si ya le han robado el teléfono móvil de camino.

El Don Quijote ruso, al que no pudo matar el hambre, las enfermedades, la guerra ni la revolución, cayó en el escenario sin talento de este espectáculo titulado "La lucha política". 

Pero, en cualquier caso... “¡Benditos tiempos!” 

Benditos porque, de repente, ¿todo cambió? Y entonces, en una Europa engañosamente próspera y una Rusia convulsa, ¡de nuevo invocaremos al último Don Quijote! Él aparecerá y dirá, "Los molinos de viento no son molinos soñados, ¡sino molinos de poder!" 

Y si no asesinan al Caballero de Triste Figura luego, tal vez, nos encontraremos con nuevos significados. Bueno, o al menos nos quedará esto: toda lucha política en cualquier país es un camino hacia el abismo. Por el contrario, la palabra cultura, manifiesta en grandes figuras, es una lucha contra la generalización y la mediocrización. En otras palabras, la lucha contra la muerte del mundo. 

El autor es escritor, en 2011 ganó el Premio Bunin de literatura ( Бунинской премии ).

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