Al borde del Pacífico

Ni una sola de las cumbres del APEC en la última década ha tenido lugar en unas instalaciones creadas especialmente para el evento. Fuente: RIA.

Ni una sola de las cumbres del APEC en la última década ha tenido lugar en unas instalaciones creadas especialmente para el evento. Fuente: RIA.

La vigésimo cuarta cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) se ha inaugurado esta semana en Vladivostok. El fórum, que se creó en 1989 y reúne a 21 países de la Región del Pacífico, cuenta con el 42% de la población mundial y un 55% del PIB mundial. Hay muchas probabilidades de que el nuevo siglo vea como el centro de la política internacional se desplaza hacia esta región.

En la región abundan las guerras comerciales y los conflictos geopolíticos. En los últimos 50 años ha sido testigo de los 'milagros económicos' más asombrosos del mundo. Japón resurgió de la desolación para convertirse en la segunda mayor economía del mundo entre los años 50 y 70; Singapur pasó de ser un pueblo a convertirse en una de las ciudades más importantes del mundo entre las décadas del 70 y los 90; Corea del Sur realizó una perfecta transición a la economía de libre mercado y después a la  democracia; California se convirtió en el centro mundial de la alta tecnología; China pasó de ser un país comunista pobre a ser el mayor exportador de productos industriales  del mundo.

En este sentido, la implicación de Rusia en la economía y la política de la zona del Pacífico es 'inaceptablemente' pobre. El problema no es que el Gobierno no haya prestado suficiente atención a oriente en su política exterior, o que esté en contra de la idea (propuesta por muchos politólogos de primera línea) de hacer de Vladivostok la capital. Es más sencillo: el país no tiene nada que ofrecer a sus socios del Pacífico.

La fuerza tradicional de Rusia proviene de su riqueza natural, por lo menos eso es lo que se le ha hecho creer a los rusos. Sin embargo, la región del Pacífico también es rica en recursos, no así Europa. La intriga económica más evidente ahora mismo es cuál será el resultado de la confrontación entre las economías 'tecnológicas' y las 'industriales'.

En los años 90 el mundo 'postindustrial' parecía haber acabado con Asia, mientras el recuerdo de la crisis de 1997-98 todavía perduraba. Sin embargo, últimamente parece haber ganado empuje una especie de  renacimiento industrial. La tecnología se está abaratando en todo el mundo, mientras la población se  enriquece y mantiene una alta demanda de productos industriales.

En este contexto global, Rusia se ha quedado al margen de esta competición. El país entero ha tenido menos patentes internacionales registradas que Samsung, al tiempo que las inversiones en desarrollo e innovación en China son 40 veces más de lo que Rusia invierte en innovación.

Por otro lado, las relaciones financieras son igualmente importantes. Hay fuertes lazos financieros en la región. Gigantescas instituciones han crecido en la costa oeste del Pacífico. Aparentemente Rusia no tiene nada que ofrecer a sus socios, que como mucho podrían estar dispuestos a considerarla un aliado, frente al miedo ante el creciente poder de China que se cierne sobre ellos.

Los planes de Rusia de jugar un papel principal en la logística interna son irrealizables: los ferrocarriles rusos necesitan unos 35 billones de dólares para modernizar las dos líneas siberianas   y un sencillo cálculo muestra que el proyecto no es rentable. El flujo de mercancías entre Asia y Europa no pide tanto una entrega rápida, como calendarios predecibles y fiabilidad, dos cosas que todavía dejan mucho que desear en Rusia.

Una nueva dirección

Por lo tanto, lo único que Rusia puede ofrecer a sus socios es la 'idea nacional' de su élite, es decir, lujo. Ni una sola de las cumbres del APEC en la última década ha tenido lugar en unas instalaciones creadas especialmente para el evento  y el país anfitrión nunca ha gastado más de 100 millones de dólares para organizarlo. En Rusia es otra historia: la vigésimo cuarta cumbre ha costado más que las 23 previas juntas. En el lado positivo, los habitantes de Vladivostok podrán utilizar las instalaciones, pero la cumbre terminará pronto, dejando a Rusia, un país que nuestro ancestros convirtieron en un país del Pacífico, reflexionando sobre lo que hay que hacer.

Desgraciadamente, muchos expertos siguen centrándose en el agua y los recursos naturales, los bosques y el potencial sin explotar del negocio agrícola y el transporte. Parecen estar buscando maneras de escapar de la excesiva dependencia del Extremo Oriente en las materias primas, pero yo siento no estar de acuerdo. Para que Rusia pueda intentar restaurar su estatus como gran nación del Pacífico, el país necesita un proyecto a gran escala para volver a explorar Siberia.

En caso de que se lance tal proyecto, la experiencia asiática será inestimable, ya que tiene algunos rasgos compartidos con todos los países: el desarrollo de la producción industrial, la apertura económica y el foco en la colaboración con socios y vecinos.

Si Rusia opta por el desarrollo industrial, descubrirá muy pronto que China es su principal competidor. Y es imposible que Rusia y China trabajen juntas en este proyecto, porque China percibe a Rusia únicamente como proveedor de materias primas y como un altavoz a través del cual lanzar los eslóganes antiamericanos que no quieren proclamar ellos mismos.

Por lo tanto Rusia debería buscar el apoyo de Japón, Corea del Sur y Taiwan, más aún cuando tiene algo que ofrecerles: un tratado de paz y un grupo de islas que nadie quiere a Japón, presión sobre los líderes Juche y la posibilidad de unificar pacíficamente las dos Coreas y relaciones diplomáticas y apoyo internacional para Taiwan como alternativa a seguir las decisiones del Partido Comunista de Pekín.

El extremo oriente ruso debe convertirse en una poderosa plataforma industrial para procesar y fabricar  bienes que sean competitivos en los mercados extranjeros y hayan sido producidos bajo el marco establecido por tratados. Japón y Corea son los mayores productores de barcos comerciales y los mayores constructores de puertos del mundo, la infraestructura del Extremo Oriente debería volverse hacia el océano antes que al transporte interno por tierra. El nuevo modelo ruso debería copiar el de Estados Unidos: dos poderosos centros de industria y servicios en las dos orillas y entre ellos centros de agricultura y materias primas.

Primorie podría convertirse en una enorme zona orientada a la exportación con leyes fiscales preferenciales y enormes oportunidades para la cooperación internacional.  No son palabras vanas. Bastaron unos años para que Sajalín pasase de ser un miembro de la Federación rusa subsidiado a una región donante una vez que Estados Unidos y Japón construyeran allí la planta de gas natural licuado.

Como país del Pacífico, Rusia necesita una economía industrial normal centrada en el mercado global. Y la fuerza de Asia está en el hecho de que cada década una nueva economía parece surgir de la nada, demostrando que este tipo de economía se puede construir sobre cualquier fase del desarrollo.

Vladislav Inozemtsev, doctor en Economía, es director del Centro de Estudios Postindustriales.

Versión abreviada. El artículo original se publicó en ruso en Kommersant.  

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