El gulag desde dentro

Cuando Varlam Shalámov declinó la invitación de Alexánder Solzhenitsin para escribir juntos 'Archipiélago Gulag', se inauguró un conflicto entre los dos escritores, que planteaban cuestiones como si el sufrimiento era redentor y qué función tenía el arte en la sociedad. Solzhenitsin afirmó una vez que “la literatura se convierte en la memoria viva de una nación” y la presencia de 'Archipiélago Gulag' en el programa de la escuela superior en Rusia confirma que, si hablamos de su obra, esta frase es verdadera sin ninguna duda.

No se puede decir lo mismo de su contemporáneo, Varlam Shalámov, que sobrevivió durante diecisiete años en los campos de trabajos forzados. Su estilo era tan potente e impactante como el de Solzhenitsin, pero apenas alcanzó fama ni en Rusia ni en el extranjero.

Para los que están interesados en las experiencias vividas en el gulag, la colección de narraciones breves de Shalámov, 'Cuentos de Kolimá', es una lectura absolutamente obligatoria, un complemento a la obra de Solzhenitsin, ya que el estilo y la filosofía de uno se oponen a los del otro. John Glad, el primer traductor de los 'Cuentos de Kolimá', escribió en el prefacio que el lector “es una persona cuya vida está a punto de cambiar”. Esto puede ser considerado una declaración de descargo de responsabilidad, también nos advierte que este material no es apto para pusilánimes: presenta sin paliativos la brutalidad del poder y los diferentes rostros del sufrimiento humano. Shalámov escribió que “un escritor tiene que alejarse de los sujetos que describe” y que su obra la construye la presentación directa, objetiva del dolor que él sea capaz de ofrecer. La mirada desapegada del narrador tiene como objetivo poner de relieve la realidad que se somete a examen.

Desde el punto de vista temático, cada una de las historias se centra en un aspecto diferente de la vida en el campo de trabajo, un acontecimiento en concreto o un personaje. Sin embargo, esta división temática esconde una profunda unidad artística. El crítico y traductor Robert Chandler comenta que “en las historias se repiten a veces pasajes enteros, pero el final es diferente cada vez”. Para Chandler, esto crea la impresión de que los 'Cuentos de Kolimá' son un mosaico que ha sido destruido voluntariamente, como queriendo mostrar que la experiencia del gulag destruye también el mundo de quien la vive.

Roberto Saviano, escritor italiano autor de Gomorra, habla de Shalámov.


Shalámov no tenía la intención de emprender un proyecto histórico; por tanto, no proporciona al lector testimonios oculares en la línea de los supervivientes de Auschwitz, como Eli Wiesel o Primo Levi. Shalámov se negó a colaborar con Solzhenitsin en parte porque no estaba interesado en la aproximación histórica y en parte porque sus visiones filosóficas eran diferentes. Sostenía que “Solzhenitsin no logra despegarse de los temas de la literatura del XIX” y que “todos los que siguen los preceptos de Tolstói son unos traidores”.

“El arte ha perdido el derecho a predicar”, pensaba, y a través de sus obras parece sugerir que el gulag no podía haber legado un mensaje mejor que ese. Por tanto, frases como: “Sentía un extraño y terrible malestar al ver a hombres adultos llorar por haber recibido injustamente ropa interior limpia y raída, en lugar de prendas sucias, pero intactas”, no van en el sentido de un mayor imperativo moral en la labor del escritor, sino solamente en el de presentar la humillación y la degradación en un modo al mismo tiempo descarnado y conmovedor.

El autor quiere arrojar luz sobre eso que nos mantiene vivos, eso que impulsa a los seres humanos, dándoles la capacidad de sobrevivir a experiencias como los campos de Kolimá. Uno de sus narradores afirma que “el ser humano sobrevive gracias a la habilidad que tiene de olvidar, porque la memoria siempre está dispuesta a descartar lo negativo y a retener solo los recuerdos positivos”: mientras alguien tiene en la mano una fotografía de niños a su mente acuden solamente los recuerdos más felices de su infancia, que lo distraen por un instante de la realidad. Algunos momentos dulces y amargos al mismo tiempo logran explicar historias que de otro modo resultarían oscuras. En el cuento “Sentencioso”, un hombre que ha visto cómo saltaban en pedazos su lengua y sus recuerdos siente una incontenible alegría únicamente con el recuerdo de una palabra.

Shalámov examina la necesidad que tiene el ser humano de una supervivencia que vaya más allá del plano físico, tocando las necesidades espirituales del alma a través de líneas como “me hace falta más que pan / en una rebanada de cielo árido me sumerjo  / en la mañana fría / en el arroyo que corre”. En una serie de apuntes titulados: “Lo que he visto y aprendido en los campos de Kolimá”, el escritor concluye que “la extraordinaria fragilidad de la naturaleza humana, de la civilización” fue la lección más importante.

Shalámov infravaloraba enormemente el peso moral de su obra y sostenía: “Mis cuentos no son más que un consejo para el hombre sobre cómo comportarse entre la multitud”. Esta afirmación es típica de un escritor modesto, que merecería un mayor reconocimiento por su contribución a la literatura.

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