Lila Azam Zanganeh, una espía tras los pasos de Nabokov

La joven escritora parisina de ascendencia iraní firma un seductor homenaje al “gran escritor de la felicidad”
Lila Azam Zanganeh.

Son las siete de la tarde de un martes de junio, y Lila Azam Zanganeh atiende a la prensa en una librería de Barcelona. Un fotógrafo apunta a discreción con su cámara y ella aguanta con un estoicismo admirable, aunque es evidente que posar ante un objetivo no es lo que más le gusta del mundo. Se acaba de publicar en español su libro sobre el autor de ‘Lolita’ titulado ‘El encantador. Nabokov y la felicidad’, que ha visto ya la luz en varios países de Europa, además de Estados Unidos, y el año que viene recalará en Brasil y China. En él nos adentra con espíritu aventurero en los parajes del mundo nabokoviano.

 

De niña soñaba con ser espía, comenta para Rusia Hoy. “Me apasiona fundirme con otras culturas y hablar otros idiomas”. Políglota –habla seis lenguas con soltura-, entre sus próximos retos figura el de aprender a hablar perfectamente ruso, cuyo estudio acaba de retomar. “No sé cuál es el vínculo misterioso entre Rusia y yo… Quizás tenga algo que ver con mi familia materna, originaria del norte de Irán, en la frontera con el Caspio. Mi abuelo hablaba ruso…». Nacida en París, de padres iraníes, tras estudiar literatura y filosofía en Francia se trasladó a Estados Unidos donde impartió clases en la Universidad de Harvard. Colaboradora de ‘The New York Times’, ‘The Paris Review’ y ‘Le Monde’ entre otros medios, enseguida se dio cuenta de que lo suyo no era la docencia y, después de tomar una clase de escritura creativa, decidió dar rienda suelta a su pasión por el escritor ruso-americano ante una hoja en blanco.

 

¿Por qué escogiste para tu debut el tema de la felicidad en Nabokov? ¿Cuánto tiempo te llevó escribir el libro?


Fueron dos años de trabajo, de lecturas muy lentas… Opté por escribir este ensayo creativo en lugar de hacer un doctorado. Me di cuenta de que el tema de la felicidad en Nabokov no se había explorado. Los críticos, por lo general, al hablar de ‘Lolita’, habían puesto el acento en temas sórdidos y morales. Nadie piensa en Nabokov como el escritor de la felicidad y, para mí, lo es en varios modos inteligentes, complejos y paradójicos. Una vez entrevisté al escritor John Updike para ‘Le Monde’. Sabía que había conocido a Nabokov en Harvard y saqué el tema a colación. Updike había escrito un artículo para ‘The New Yorker’ titulado ‘The crunch of happiness’ (El crujido de la felicidad). Así que aproveché para comentarle mi intención de escribir un libro al respecto. Me dijo que el éxtasis y la felicidad eran muy importantes. Luego, cuando me encontré con el hijo de Nabokov, Dmitri, también le hablé de ello y le pareció interesante. Fue entonces cuando decidí escribir el libro. Se convirtió casi en una misión para mí… En lugar de un doctorado, iba a escribir un libro de creación.

 

Hablemos un poco de la estructura del libro. Son quince capítulos sobre la felicidad, cada uno con un subtítulo en el que se explicita la relación entre el autor y un lector ideal.


Cada capítulo es una idea de la felicidad conforme a Nabokov, ya sea por lo que respecta a los colores, la conciencia, un modo determinado de entender las palabras o de utilizar el diccionario. Hay también una parodia de los libros de autoayuda. En la última novela que Nabokov escribió en ruso, ‘La dádiva’, Fiódor -el protagonista- se propone redactar una guía práctica: ‘Cómo ser feliz’. Al final, la dádiva es la posibilidad de captar el mundo y sus pormenores. La felicidad nabokoviana es una manera especial de ver, de asombrarse, de percibir las cosas. Cada capítulo es una variación, una invención con fotografías y juegos… La idea del lector creativo es fundamental. Para Nabokov, aquel que lee con precisión, con una atención máxima, es capaz de inventar su propia novela.

 

Tu libro va precedido por un prefacio que es una invitación: “¿Por qué leer este libro o cualquier otro?”. En la primera línea dices que siempre te han horrorizado la lectura y los libros, pero luego rindes tributo al acto de la lectura. ¿Es un intento de distanciarte de un perfil académico?


Lo cierto es que adoro la literatura, pero también me horroriza. Por ejemplo, ahora que estamos en una librería me siento en el paraíso y en el infierno a la vez, pues sé que no podré leer todos los libros que llenan las estanterías. Podría pasarme toda la vida presa en una cárcel como esta... Además, leo de una manera particular. Me detengo en cada frase, releyéndola cuatro o cinco veces para que siempre me acompañe, para que continúe viviendo dentro de mí… La primera vez que leí ‘Ada o el ardor’ me llevó cinco meses terminar la novela. Si quieres profundizar en la lectura, tienes que leer varias veces para captar y entender todo. Hay que tener una concentración enorme, conlleva un esfuerzo… Ahora tenemos miles de aparatos diabólicos para vivir en otros mundos. Pero, para leer, debemos retirarnos. Ese retiro supone un esfuerzo. En mi caso, cuando me retiro y logro alcanzar ese estado, para mí es la felicidad. Además, en el comienzo de mi libro hay un juego nabokoviano. ‘Tristes trópicos’, de Lévi-Strauss, arranca diciendo: “Odio los viajes y los exploradores…”. Y, en el inicio de ‘Ada o el ardor’, Nabokov invierte el famoso íncipit de Tolstói en ‘Anna Karénina’ y dice: “Todas las familias felices son más o menos diferentes; todas las familias desdichadas son más o menos parecidas”…

 

Un aspecto que me gusta de tu libro es que aporta conocimiento sobre la obra de Nabokov con rigor académico, pero al mismo tiempo también está muy presente el espíritu lúdico y creativo, con situaciones ficticias como la entrevista imaginaria que haces a Nabokov. Así, lejos de leerse como un estudio sesudo destinado a especialistas, logras que tu ensayo pueda disfrutarlo alguien que no conozca sus novelas.


Eso ocurrió en realidad. Tengo una amiga modelo, sudafricana, que vive en Nueva York. Me pidió si podía leer el libro cuando tenía únicamente el manuscrito. Le dije que sí, claro… Mi amiga leyó el libro pensando que Nabokov era un personaje de ficción. Sólo cuando llevaba leídos unos diez capítulos se dio cuenta de que tal vez se tratara de un personaje real. Pero entendió el libro a la perfección. En efecto, alguien que no conozca a Nabokov puede leer este libro y captar su mensaje.

 

 

En la biografía de Nabokov tiene un peso enorme la migración. Se marchó de Rusia, vivió en varios países de Europa, luego se fue a Estados Unidos y volvió a Europa. En tu caso, la migración también está muy presente en tu vida: hija de refugiados iraníes, nacida en París y actualmente residente en Estados Unidos. ¿Sentiste una afinidad particular con el autor por tus circunstancias personales?


No cabe lugar a dudas. En el libro no quería hablar demasiado de ello ni establecer paralelismos porque compararme con Nabokov habría sido algo terrible… Las editoriales americanas se mostraban interesadas en un ensayo más explícito sobre mi trayectoria vital, una ‘true story’. En el libro decidí hablar de mí, pero a un nivel muy subterráneo… En efecto, entiendo bien la nostalgia, lo que supone cambiar de idioma… Soy iraní, de padres iraníes, pero nací en París, donde viví veinte años. Ahora vivo en Nueva York…

 

En este preciso punto, nos interrumpen ya que el coloquio sobre su libro va a empezar. Mientras nos despedimos, aún tiene tiempo de contarme que está trabajando en una obra titulada ‘The Orlando Inventions’. Una novela de amor sobre los diferentes Orlandos que han jalonado la literatura a lo largo de catorce siglos, desde la ‘Chanson de Roland’ y ‘Orlando furioso’ de Ariosto hasta el personaje de la novela de Virginia Woolf. Desde la admiración, pero con irreverencia y fiel a un entusiasmo infantil, como su admirado Nabokov, Zanganeh nos invita a participar de su regocijo por los libros.

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