La ciudad de los satélites

En los años 90 Rusia perdió terreno en la carrera espacial, pero la industria aeroespacial ha aprendido a jugar según las nuevas reglas.

 

En las profundidades de la taiga siberiana, en las márgenes del río Yenisei, se sitúa la ciudad de Zheleznogorsk. Fundada en 1950 como centro de producción de plutonio, no es un lugar al que la gente quiera mudarse. De hecho, no pueden. Incluso los residentes deben obtener un permiso para poder salir de la ciudad y regresar.

 

Atravesar el cerco que rodea Zheleznogorsk se asemeja a dar un salto en el tiempo, un salto hasta la Unión Soviética de los años cincuenta. Existen amplias avenidas rodeadas de edificios de apartamentos de cinco plantas y, en el centro de la ciudad, se erige el cine Rodina (Madre Patria). En la entrada principal se sitúa Information Satellite Systems (ISS), fábrica que antes de la perestroika construía los satélites Kosmos y Moniya, famosos internacionalmente y los más poderosos de su tiempo. A comienzos del siglo XXI la ciudad recobró vida gracias, en gran parte, al programa para desarrollar el sistema de navegación GLONASS, el equivalente ruso al GPS estadounidense.

 

Un símbolo de estatus en la era soviética

 

“¡En la década de los 70, la Unión Soviética entera soñaba con el espacio! Era un honor y un prestigio trabajar en la industria aeroespacial”, expresa Vladímir Jalimanovich, director actual de ISS, que se mudó a Zheleznogorsk hace 47 años desde Kazán. En aquellos tiempos casi todos los estudiantes soñaban con la posibilidad de mudarse a un lugar como Zheleznogorsk, ya que se consideraba que sólo los mejores eran contratados para trabajar en las ciudades cerradas.

 

El prestigio fue una de las cosas que motivaba para enfrentarse a las dificultades de vivir en un lugar aislado. Entre otras cosas, vivir en un lugar así implicaba que cualquier amigo o pariente que deseara realizar una visita debía obtener la aprobación de los servicios de seguridad. “Tal procedimiento persiste en la actualidad”, expresó Yelena Prosvirina, ingeniera de ISS. “Al principio es difícil tener que pedir permiso cada vez, pero pronto te acostumbras”.

 

En la era soviética, también existían otros beneficios. Por ejemplo, tenían la posibilidad de conseguir ciertos alimentos que no estaban disponibles en las ciudades soviéticas comunes. Aunque esto cambió con la caída del Estado soviético. En los años 90, los habitantes de Zheleznogorsk, al igual que los rusos de cualquier otra ciudad, se zambulleron, de la noche a la mañana, en las duras condiciones del capitalismo. Tal como sucediera con la mayoría de las empresas rusas, ISS perdió gran parte de la financiación estatal. La fábrica continuó con la construcción de satélites con objetivos militares, pero había escasos proyectos nuevos y la mano de obra de la fábrica, conformada por más de 8.000 empleados, se redujo casi a la mitad.

 

En la década de 2000, sin embargo, el Gobierno comenzó a invertir fondos en la creación de la navegación por satélite GLONASS. En la actualidad, el Estado brinda dos tercios del presupuesto operativo anual de ISS, de 20.000 millones de rublos (625 millones de dólares); el resto proviene de pedidos comerciales.

 

La nueva realidad capitalista

 

ISS comenzó a obtener contratos internacionales en 2008. En ese año, el operador israelí de satélites Space-Communication, Ltd. realizó el pedido del satélite AMOS-5. Después, en 2009, la indonesia PT Telekomunikasi compró el sistema de telecomunicaciones Telcom-3. Más adelante, se firmaron contratos con Ucrania y Kazajistán.

 

“Cada año participamos en cuatro o cinco licitaciones, de las cuales ganamos una. Un contrato internacional anual es suficiente para nosotros. Es todo lo que podemos manejar, por el momento”, manifestó Jalimanovich. En la actualidad, están fabricándose cerca de 40 satélites, incluidos sistemas militares secretos, satélites GLONASS y satélites de telecomunicaciones y geodésicos para operadores rusos.

 

¿Cuánto cuesta un satélite?

50 millones de dólares es, aproximadamente, lo que cuesta construir un satélite. Y casi otros 50 millones el seguro (el coste del lanzamiento más un 20%). Un pequeño error puede significar  perder todo, y por eso se realizan pruebas en cada etapa de la construcción.

 

El incremento de los pedidos ha permitido a la fábrica contratar más empleados. Hoy en día, en la ISS trabajan 8.500 personas, en su mayoría jóvenes. Ingenieros recién graduados de las universidades de aviación en Kazán, Tomsk y Moscú son atraídos nuevamente a Zheleznogorsk, aunque esta vez el atractivo no es el prestigio sino el dinero. Los salarios en ISS se acercan al doble del promedio nacional para los recién graduados. ISS también cuenta con un programa de cooperación que permite a estudiantes del último año obtener capacitación remunerada en el lugar de trabajo.

 

“Es un lugar excelente para capacitar al personal. Si pudiéramos, acapararíamos a la mayoría de sus especialistas”, declaró el director de una empresa moscovita involucrada en la construcción de satélites que solicitó que no se diera a conocer su identidad.

 

El influjo de nuevos empleados también ha beneficiado a la ciudad de Zheleznogorsk en otros aspectos. Se están construyendo nuevos complejos de viviendas que los jóvenes ingenieros pueden comprar en condiciones favorables. “La empresa cubre la mitad de los intereses”, explicó la empleada de ISS, Kristina Uspenskaya. Pero los servicios de la ciudad aún no se han desarrollado. La ciudad posee una población cercana a los 100.000 habitantes, pero sólo cuenta con unos pocos cafés, un restaurante, una discoteca y un cine. La falta de comodidades es fácil de explicar. “Es difícil iniciar un negocio en una ciudad cerrada. El proceso requiere tener que realizar numerosos contratos", comentó Uspenskaya. Todas las semanas, ella y su marido conducen 60 kilómetros hasta Krasnoyarsk, donde todo es mucho más económico, pero vuelven a la ciudad cerrada en la que se construyen objetos que miran a la Tierra desde el espacio.

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