Un recorrido por la Buenos Aires rusa

Recorremos esos rincones de Buenos Aires que tienen un vínculo especial con la cultura rusa. Desde iglesias hasta museos, pasando por tiendas y restaurantes.

Iglesia Ortodoxa Rusa de la Santísima Trinidad

C/ Brasil 315

En el Barrio de San Telmo, casi ocultas entre construcciones grises y de mayor altura, deslumbra descubrir las cinco cúpulas de color celeste que coronan la primera Iglesia Ortodoxa de Latinoamérica.

El templo se inauguró en 1901 y se llevó a cabo gracias a la insistencia del padre Constantino Izrastsoff que había sido enviado por el zar Alejandro III a Buenos Aires. “La idea de Constantino era crear un lugar que reflejara la imagen del gran Imperio Ruso”, nos cuenta el padre Alexánder Ivasevich. Por eso viajó hasta Rusia con el propósito de recaudar fondos para la construcción.

La edificación de la iglesia, de estilo moscovita, se realizó gracias a las donaciones particulares y todas ellas han quedado registradas. “Los planos fueron enviados desde Rusia y se ejecutaron aquí por el arquitecto Alejandro Christophersen”, cuenta Alexánder.  “El iconostasio, la pared que separa el altar del templo, es de estilo bizantino. Lo donó Eudokia Koshenivkova de San Petersburgo,  y fue realizado en talleres de Moldavia. Las piezas de mayólica se enviaron en cajas y barriles”.

Lo cierto es que cada rincón de este templo, declarado Monumento Histórico Nacional, tiene una historia que contar. Tres grandes iconos dividen la parte del coro y fueron enviados desde el monte Athos, del monasterio ruso de San Pantaleimon. La inscripción que llevan detrás reza: “Este icono es enviado para el primer templo ortodoxo de América del Sur por los acólitos de la catedral de Kazán y todas las iglesias en el Kremlin.”

Museo Nacional de Arte Decorativo

Av. del Libertador 1902

Como si se tratase de un tesoro casi oculto, el Museo de Arte Decorativo guarda en sus instalaciones una importante colección de retratos al óleo de las cortes francesa y rusa, pinturas al esmalte, porcelanas austríacas e inglesas, muebles de la época de Luis XV y Luis XVI y un catálogo de 160 valiosas miniaturas que integran la colección Zubov.

La historia de esta colección tiene su origen en Rusia con el conde Serguéi Zubov (1881-1964). Cuando triunfa la revolución bolchevique la familia del conde ya estaba exiliada en el oeste de Europa y poco después él mismo llegó a la Argentina.  Acá conoció a Rosario Schiffner con quien se casó y tuvo una hija, Tatiana.

El matrimonio compartía el gusto por el arte europeo como cuenta el director del Museo Alberto G. Bellucici en el libro Colección Zubov:  “el conde había conseguido retener gran parte de la colección personal de pinturas y miniaturas del patrimonio familiar que la condesa se dedicó a ampliar y completar ininterrumpidamente durante las siguientes décadas”.

La decisión de donar toda la colección al museo se debió al repentino fallecimiento de Tatiana en un accidente de tráfico en Uruguay a los 33 años. Siete años más tarde murió el conde Zubov y en ese momento la condesa decidió dejar la colección de miniaturas en un museo de su suelo natal.

Club V. Maiakovsky

C/ Rodríguez Peña 26 – Bernal

Los 60 años cumplidos por el Club V. Maiakovsky demuestran que se puede aprender algo de la cultura rusa. El Club nació con el objetivo de “mantener nuestras tradiciones, nuestras costumbres”, tal y como explica su actual presidente, Valery Ieromin.

Aquí se imparten clases de ruso. “En este momento tenemos entre 25 y 30 alumnos que vienen a estudiar el idioma. El 70% ni siquiera tiene raíces rusas y el otro 30% es la tercera generación de inmigrantes”, cuenta Valery.

También hay un conjunto de danzas típicas con una profesora que era coreógrafa en Moscú y que ha renovado las coreografías porque  “hacía 60 años que hacíamos los mismos bailes.”

Y por supuesto, cuenta con una escuela de ajedrez que en su día invitó a toda una figura del juego: “Cuando Kasparov era campeón mundial vino a jugar a Buenos Aires y le invitaron a jugar una partida múltiple acá.”

Para Valery “el argentino, en general siempre tuvo una atracción por lo ruso, lo ucraniano. Cuando venía el Circo de Moscú, el Luna Park se llenaba de gente”. Por eso invita a celebrar con ellos la fiesta del 60º aniversario que se celebrará el próximo 29 de julio y donde no faltará en la comida un varenike cocinado por ellos.

De Rusia con Amor

C/ Sarmiento 1940

En una visita por la Buenos Aires rusa no puede faltar una tarde de compras. Valentina Oleinik llegó a la Argentina en 1972 y, tras probar  varias actividades, decidió dedicarse a la venta de artesanía rusa.

Hicieron la primera feria hace 20 años, coincidiendo con la caída de la URSS. “Nizhni Nóvgorod, donde compramos la artesanía, era una ciudad cerrada donde había muchas fábricas militares y no conseguí permiso para llegar allí. Cuando cayó la URSS, uno de los ingenieros principales de ese centro artesanal vino a Argentina a hacer una exposición y me recomendó para poder entrar allí, entonces hicimos un contrato para trabajar juntos”.

Pero cuando el emprendimiento de Valentina empezó realmente a funcionar fue con la venta de mates rusos. “Fue para la feria en Puerto Madero, por los 500 años del Descubrimiento. Teníamos un florerito muy lindo pero nadie se interesaba por él porque en Argentina las flores son grandes, con tallos altos. Mi nuera me preguntó si se podía tomar un té en el florero, le dije que sí porque es madera toda horneada. Así que pusimos yerba y empezamos a tomar mate. Vendimos todos los floreritos y así surgió la idea de hacer mates con lo que entramos en el hogar de los argentinos”.

En la tienda también se pueden adquirir las clásicas matrioshkas, pañuelos de Pavloskiy Posad -una fábrica rusa de 1812-, iconos del Monasterio de Sofrinov con motivos religiosos o vajillas de madera pintada a mano, que se pueden usar sin problemas ya que están hechas con una antigua técnica de monjes rusos.

 

Ermak

C/ Bilinghurst 815

Para terminar el recorrido, un restaurante auténticamente ruso. La llegada de Vyacheslav Alekséyev a la Argentina casi coincidió con la salida de De la Rúa en helicóptero de la Casa Rosada. “Vine de un quilombo a otro, era un quilombo más en mi vida”.

Vyacheslav nació en Siberia y vivió diez años en Rusia,donde estudió cocina. Otros diez en Ucrania y ya lleva otros diez acá. “Cuando llegué no sabía español, sólo sabía decir 'hola'. Un amigo me escribió en un papelito: ‘Estoy buscando trabajo’, y así me aceptaron en un restaurante porque conocía el trabajo en la cocina”.

En 2004 abrió su propio restaurante, Ermak, con una variada carta: “Tenemos pastas típicas como el 'varenike', que es una pasta rellena con papa, cebolla y hongos. El famoso strogonoff. Borsch, sopa típica de Ucrania. Brochete marinado. Berenjena rellena.” Además,  Vyacheslav señala que una de las características más importantes es el pan “porque cuando estudiaba me enseñaron que el nivel del restaurante lo define el pan casero.”

A los argentinos les gusta probar cosas nuevas y parece que los que entran aquí repiten. Para los que sea su primera vez, se recomienda acudir un viernes ya que el restaurante cuenta con un espectáculo de música rusa. Además, la casa invita a un vodka “que se ha de servir bien frío con limón o pepino salado, brindando por algo y tomarlo de un golpe.”

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