Los Estados marcan su posición en el Ártico

Fuente: Flickr

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El escenario actual en el Ártico presenta algunas dificultades e incertidumbres. La inexistencia de un tratado internacional como en la Antártida deja un margen mucho más amplio de acción a los Estados para actuar unilateralmente, a pesar del rol de coordinación que los órganos internacionales de consulta y cooperación pretenden cumplir.

El Consejo Ártico, formado en 1996 por los ocho países limítrofes con el Océano Ártico: Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, la Federación Rusa, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia, tiene como objetivo funcionar como un organismo de interacción y coordinación de políticas entre los Estados, pero no es una instancia de decisión o regulación internacional.

Por este motivo los países se ven obligados a crear nuevas instancias de negociación. Así ocurrió en la última Conferencia celebrada en Canadá, donde se reunieron los jefes de las Fuerzas Armadas de los ocho Estados miembros del Consejo Ártico. El evento arrojó valiosos resultados de cooperación y coordinación de políticas para fortalecer la seguridad en la región, además de abarcar temas relativos al medio ambiente y a la búsqueda y rescate, entre otros. A partir del éxito de esta conferencia, los jefes militares decidieron comenzar a reunirse anualmente.

En enero de este año ya se había organizado, también en Canadá, un evento sobre seguridad en el Ártico. Allí se debatió acerca del lugar que ocupa el Consejo Ártico en la gobernanza del Polo Norte. Entre los temas más importantes que se debatieron estuvo el posible ingreso al organismo de nuevos Estados, como India y Brasil, pero principalmente el de China, que últimamente ha manifestado un enorme interés en participar en las decisiones relativas a ambos polos, pero tanto Canadá como la Federación Rusa se niegan a aceptarlos.

Teniendo en cuenta que el deshielo del Ártico podría abrir nuevas rutas de navegación que facilitarían el transporte y el comercio -como el Pasaje Noroccidental, que permitiría cruzar del Océano Atlántico al Pacífico sin la necesidad de atravesar el Canal de Panamá; o la Ruta Marítima del Norte, que conectaría Europa del Norte con el continente asiático- China, así como también otros países no-árticos, pretenden lograr la internacionalización de estos pasos interoceánicos para poder utilizarlos libremente para el transporte comercial.

Mientras tanto, las cinco potencias árticas continúan reclamando soberanía sobre sus respectivas aguas adyacentes, basándose en la prolongación de sus plataformas continentales. Esto indica que la importancia del Ártico no proviene exclusivamente de la vastedad del océano, sino también por el subsuelo (donde se cree que hay una gran cantidad de recursos naturales) y, sobre todo, por los mencionados pasos interoceánicos.


En este sentido, se pueden enumerar algunos de los conflictos territoriales que  tienen lugar en el Polo Norte: el Pasaje del Noroeste, que Canadá reclama como aguas internas, mientras que los Estados Unidos y la Unión Europea insisten en que deben ser vías internacionales; la Isla Hans y la Bahía de Baffin, disputadas entre Canadá y Dinamarca; el Mar de Beaufort, zona de conflicto entre Canadá y Estados Unidos; y una zona marítima alrededor de la Isla Svalbard (o Spitsbergen) disputada entre Noruega y la Federación Rusa.

Cierto es que estas disputas han tenido como consecuencia una “militarización” del Ártico, pero este fenómeno no implica necesariamente que se avecine una guerra. Lo que indica es que la probable existencia de recursos naturales considerados estratégicos por varios Estados es una razón suficiente como para aumentar las capacidades de patrulla y control sobre estas zonas, con el objetivo de defender la soberanía.

De esta forma, se observa un avance tanto en el plano diplomático como también en el  militar. Esto significa que sin importar los medios, los fines están claros. El Ártico pasará en muy poco tiempo a ser una de las principales zonas de interés mundial y ningún país está dispuesto a perder su posición.

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