Nostalgia de la VDNKh: el Disneyland soviético de Moscú

Fotografía de Francisco Martínez

Fotografía de Francisco Martínez

Cada vez que visito Moscú intento pasar por tres o cuatro lugares señalados que condensan el latir de la ciudad y muestran cómo va cambiando el día a día de los moscovitas. Uno de ellos es la VDNkh, una especie de ‘heterotopia’ que concentra y resume lo que acontece en los lugares cotidianos.

Desde 1992 este territorio (más grande que el principado de Mónaco) se denomina Centro Panruso de Exposiciones (Всероссийский выставочный центр), aunque todo el mundo lo sigue llamando por sus siglas soviéticas VDNKh, que además son las que perviven en la parada de metro aledaña.

Aun recuerdo cómo lo primero que me preguntó mi amiga Nadjejda al conocernos en Moscú fue si ya había visitado la VDNKh. Juguetona ella (hace demasiados años que no la veo), me sugirió que me presentara allí en ese mismo momento y le contara a la vuelta mis impresiones… así que tomé el metro en yugo-zapadnaya (estación suroeste) y, así, sin referencias y con la guardia baja, me topé con la VDNKh como quien descubre la película “Freaks” de Tod Browning sin estar prevenido.

La VDNKh se construyó entre 1934 y 1939 por orden de Stalin, quien pretendía mostrar al mundo los logros del pueblo soviético. El espacio, formado por 70 pabellones y con 2.3 kilómetros cuadrados, pronto se convirtió en un lugar de peregrinación que recibía tanto a altos cargos provinciales del partido como a mozas de pueblo o machotes caucásicos, como podemos ver en esta graciosa película de 1939, “La criadora de cerdos y el pastor” (Свинарка и пастух):

Este centro de exposiciones era motivo de orgullo y símbolo de unión para el pueblo soviético, así, en los 50 fue reconstruida y ampliada para dar cabida a exhibiciones temporales, conferencias científicas y por supuesto, a la joya de la corona: el museo del cosmos y el pabellón espacial, con prototipos de los satélites Sputnik, los cohetes Soyuz y Vostok, reconstrucciones de los Apollo norteamericanos, y un Tupolev 154.

Tras el colapso de la Unión Soviética la VDNKh fue uno de los primeros lugares en Moscú donde se creó un mercado “capitalista”, pudiendo encontrar allí desde kebabs turcos, a pantalones vaqueros, pasando por diferentes tipos de armas, productos electrónicos chinos y comida en conserva. De hecho, la VDNKh era el mejor lugar donde comprar cds piratas antes de que apareciera la “Gorbushka”.

Paradójicamente, la escultura de Lenin se mantuvo, ahí, en el centro, y con su gesto característico de una mano alargada y la otra tirando de su chaqueta. Sin embargo, a mí me da la impresión de que en lugar de llamar a la revolución ahora parece decir que él también lleva dinero suelto en el bolsillo.

Escultura de Lenin en el Palacio de Exposiciones de Moscú. Foto de Francisco Martínez.

Churchill dijo de Stalin que “llegó a Rusia en una barcaza de madera y la dejó en posesión de armas atómicas”. Sin embargo, un paseo por el actual pabellón central de la VDNKh parece confirmar que el líder británico no terminó de leer la historia: la utopia se acabó convirtiendo en bizarros souvenirs, botellas de vodka con nombre y diseño kitsch que parecen ofrecerse como la única salida, cobras y animales exóticos que dan un toque onírico al lugar, y decenas de sacos de semillas que confirman el poder de la naturaleza frente a las ideologías totalitarias.

La VDNKh tiene algo de a-histórico en su historicidad, algo así como el Moscú de Yuri Luzhkov en la descripción de la investigadora rusa Svetlana Boym: “histórico en la forma y antihistórico en el contenido”; una “nostalgia ficticia” presentada a través de formas épicas que, paradójicamente, “ignoran cualquier trazo de la historia reciente”. Cierto paralelismo tiene también la película “Parque Soviético” (Парк советского периода, 2006), con esa idea de crear en Odessa un Disneyland soviético donde hermosas mujeres te sirven “po sovietskamu”.

Lo cierto, es que cuando visité por primera vez la VDNKh me pareció un lugar donde todo era posible pero nada resultaba factible, lo que viene a ser una buena descripción de los 90 en Rusia. Por aquellos años surgió en el slang ruso una curiosa palabra para describir esta condición: “bespredel”, una expresión que venía a decir algo así como “extrema potencialidad de algo ilimitado que pronto se agota”.

La mayor diferencia de Rusia con el resto de repúblicas soviéticas o los países de Europa del Este es precisamente esa falta de idea de futuro, o proyecto que vaya más allá de la mera estabilización social, política y económica. Así, la gente parece vivir en un tiempo “lost in translation” desde hace 20 años, con una actualidad basada en la negación de la Perestroika y la glorificación general de todo lo anterior a ella.

Durante los 90, esa “infinita potencialidad que continuamente se agota” fue gestionada a través de malabarismos políticos e ideológicos, y en los últimos años se ha conseguido con la formalización de lo público y el establecimiento de rituales políticos soberanos.

Aun así, la observación y el paseo por la VDNKh es inagotable; de hecho gran parte de su potencialidad está en las reacciones encontradas que provoca entre sus visitantes, sea por nostalgia, extravagancia o desidia.

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