«No tengo tiempo para la nostalgia»

Fotografía de la exposición realizada por Ferran Mateo

Fotografía de la exposición realizada por Ferran Mateo

La prensa española esperaba, ansiosa, que el nuevo director del ballet del Teatro Mijáilovski pusiera un pie en Madrid tras su salida de la Compañía Nacional de Danza. Todos querían registrar un gesto o una palabra para la polémica, un buen titular. Pero Duato sabía que era mejor morderse la lengua, incluso se le notó algo nervioso. Después de la emoción tras el visionado del documental «Danse la danse» en el Círculo de Bellas Artes, quería evitar según qué preguntas. Meses atrás, el coreógrafo valenciano había hecho las maletas para empezar una nueva vida en la ciudad de las noches blancas y en ellas se llevó toda su obra, dejando a la CND casi sin repertorio. Ministerio y artista habían llegado a un punto de no retorno.

La Fundación Loewe apadrinó la presentación de un documental muy especial tanto para sus protagonistas, Nacho Duato y su compañía durante veinte años, como para los amantes de la danza en España y Rusia, donde el coreógrafo es ahora una figura clave de la cultura. Y quiso el calendario que la presentación de «Danse la danse» coincidiera con un momento particular por tres motivos diferentes: la Secretaría de cultura española inauguraba un equipo de color político diferente, la CND ensayaba el estreno de la primera temporada sin Duato (del 18 al 22 de enero, en el Teatro de la Zarzuela) y él volvía a Madrid con los deberes hechos, es decir, con el estreno de «La Bella durmiente» en el Mijáilovski. Sí, el coreógrafo volvió por unos días, pero ni con la frente marchita ni las sienes plateadas, como dice la canción. No se cansó de repetir que, de la humilde pero honesta embarcación de la calle Chopera, había pasado al gran buque rompehielos de la danza que es hoy en día, gracias a la chequera de Vladímir Kejman, el Teatro Mijáilovski. «No hay tiempo para la nostalgia», se apresuraba Duato a decir a los periodistas que hacían cola para entrevistarle ante la pregunta de si extrañaba el CND. «Me debo a una nueva compañía, a un nuevo público, a una nueva ciudad. No voy a seguir haciendo lo mismo porque es imposible, la ciudad [San Petersburgo] me inspira cosas diferentes. Asumo este nuevo proyecto con la misma energía que a los veinte, pero con la calma y la experiencia de una persona mayor».

La sala de cine del Círculo de Bellas Artes se quedó a oscuras y la pantalla se llenó de las imágenes capturadas por Deymier durante dos semanas de trabajo intenso de la CND, en julio de 2010. La compañía visitó Moscú -los teatros Mossovet y Bolshói- en el verano más caluroso que recuerda la capital. La canícula, el bochorno insoportable, supuso un reto tanto para los bailarines como para el equipo de rodaje, que no tenía margen de error. El camarógrafo catalán PolOrpinell explicó a «Rusia Hoy» que por ello fue muy importante el trabajo previo al viaje, porque las escenas no podían repetirse y era preciso prever al máximo todas las cuestiones técnicas. Y eso se nota en el resultado. A pesar de ser una grabación efectuada en un espacio de tiempo reducido, la riqueza de texturas, colores y lenguajes logran «expandir» esos quince días. Por supuesto, apunta Orpinell, siempre hay un resquicio para la sorpresa: el personal y los propios edificios se fueron convirtiendo en un personaje más. «Danse la danse» consigue combinar la belleza plástica de la danza con la emoción de un momento especial en que un grupo de personas debe separarse. Pues no sólo Duato cogía el petate, sino también otros bailarines de la compañía.

La personalidad de Duato sale a relucir en la hora de duración de este documental que ahora se exhibirá en festivales. Primero porque una buena parte del metraje son fragmentos de las funciones rodados desde diversos puntos de vista en los que siempre se intenta estar muy pegado a los bailarines y sentir su esfuerzo. Este material nos enseña el resultado final del coreógrafo español, aquello que ha gestado en la soledad, ha desarrollado con la compañía y mima en todos los ensayos. Luego está el Duato que habla a la cámara, comparte sensaciones, repasa su vida. Quién diría que al cabo de pocos meses estaría inaugurando la 179ª temporada del Mijáilovski. Y luego se cuelan otros detalles. Tanto PolOrpinell como Fernando Marcos, fotógrafo oficial de la compañía, coincidieron en señalar, durante conversaciones aisladas, el grado de perfeccionismo y detalle del coreógrafo. «Ni siquiera utiliza el vídeo para trabajar, como hacen muchos. Él tiene la idea muy clara en la cabeza y hacia ella se dirige siempre. Luego nunca rehace nada». Marcos ganó el Worldpress Photo 2002 por la fotografía central de la exposición, que estará abierta hasta mediados de febrero en la tienda de Gran Vía de Loewe. Ese perfeccionismo, con cierta dosis de humor, queda patente en el filme de Deymier desde el principio: en el curso de un ensayo, una fila de bailarines avanza en línea lentamente, manteniendo el tono grave hasta que Duato la hace parar en seco. «No, no, no, no. Os habéis adelantado una cuenta». Al hilo de esto, uno de los bailarines, al que Duato da la oportunidad de coreografiar la compañía, explica muy bien el gran consejo del mentor: coreografiar es un oficio, por eso no todos los bailarines están llamados a esta otra ocupación. «Cuando algo no funciona, él sabe por qué».  Ésa es la diferencia.


«Danse la danse» cierra un círculo de veinte años. La primera y última giras del CND con Duato al frente fueron en Rusia. Las vueltas que da la vida de un bailarín están plasmadas, metafóricamente, en los primeros fotogramas del documental. Duato, siempre al margen de las modas por convencimiento personal, inicia un proyecto a largo plazo, sólo como él se imagina una labor como la suya. «A los diez años empiezas a ver los frutos, compruebas que la compañía tiene una voz propia». Su disgusto viene de que las autoridades españolas no reconocieran el fruto de dos décadas de trabajo. «Me di cuenta de que la danza, aquí, siempre sería un arte menor», dice con cierta pena, pero enseguida le brillan los ojos, como a un niño con zapatos nuevos, cuando explica: «Ahora tengo ciento sesenta bailarines, orquesta, un coro estupendo, el estudio a pocos metros del palco, taller de vestuario, escenografía… y el dinero para hacer lo que quiera. Puede que mi carrera acabe en Rusia». Desde Petipa, ningún extranjero había estado al frente de este teatro ruso, uno de los escenarios más experimentales en las décadas de 1920 y 1930. Ahora Duato, a su manera, quiere recuperar ese espíritu. Por lo pronto, ya ha versionado, por así decirlo, una «vaca sagrada»: «La bella durmiente». Cuenta que primero, durante un par de años, moldeará la compañía con sus coreografías a fin de que luego esté preparada para el repertorio contemporáneo internacional. «Sigo haciendo el mismo pan, pero ahora con otra harina y en otro horno».

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