Mayakovski retratado por Alexánder Rodchenko.
Hace noventa años -sólo cuatro antes de que Mayakovski se pegase un tiro y se decantara, así, por «la falsa belleza de la muerte»-, los Estados Unidos recibieron la visita del poeta, una de las voces más originales del modernismo ruso. El viaje es fruto de una necesidad de expandir sus horizontes mentales, una pulsión que reconoce desde la primera página: «Necesito viajar. Para mí, el contacto con todo lo que respira vida sustituye casi a la lectura de libros».
Pero el gran poeta de la Revolución tropezó con una gran dificultad para convertirse en observador con mayúsculas de la realidad americana: su desconocimiento del inglés, así como de cualquier otra lengua occidental. Nacido en el Cáucaso, el único idioma que consiguió dominar aparte del ruso fue el georgiano. Así, él mismo confesó con respecto a su viaje transoceánico: «Sólo he visto América desde las ventanillas de mi vagón». Convertirse en sordomudo, algo que le pasaba también en sus desplazamientos a Francia, donde visitaba a su amiga Elsa Triolet, le sacaba de quicio. La escritora recuerda: «No poder comprobar que la URSS era el único país habitable, no comprender lo que hablaban y pensaban los franceses, no dominar con la palabra a los que le rodeaban, como era su costumbre, le parecía horrible».
Por lo demás, el motivo de su viaje no pudo ser más prosaico, revestido como estaba de una función propagandística: «Únicamente pude ir a los sitios donde había grandes colonias de rusos y, por supuesto, de obreros. Mis conferencias fueron organizadas por el “Novi Mir” y el “Freiheit”, los periódicos ruso y judío del Partido obrero de los Estados Unidos». Con todo, nada de ello es impedimento para que Mayakovski despliegue su genio singular en este cuaderno de viajes americano. Sus impresiones, lejos de mostrar amedrentamiento, revelan la frescura y originalidad de sus poemas. Por este motivo, es de agradecer que Gallo Nero haya decidido brindar esta colección de textos a los lectores españoles.
Cubierta rusa de “Mi descubrimiento de América”.
A propósito de este título del poeta y dramaturgo ruso, hablamos con Donatella Iannuzzi, la responsable de la editorial: «Publicamos “América” de Vladímir Mayakovski en marzo de este año. Desde que comencé a perfilar el catálogo de la editorial, tenía ya algunos textos muy claros y “América” era uno de ellos. Lo leí por primera vez en italiano, en una edición de 1999 de la editorial toscana Passigli. Siempre me fascinó Mayakovski, tanto por su figura pública como por la privada. Pero lo más importante es, sin duda, la dicotomía entre el personaje y el hombre. En su diario de viaje, es el hombre quien habla y lo hace con una sensibilidad y una lucidez asombrosas. Sus reflexiones sobre América, y sobre todo las que dedica a los Estados Unidos, son brillantes, agudas y sorprendentemente actuales».
Donatella Iannuzzi, responsable de la editorial Gallo Nero. © Marta Rebón.
Y así es. Desde la descripción de la travesía, dieciocho días de océano, en que nos hace testigos de la vida a bordo del vapor Espagne -14.000 toneladas en desplazamiento-, consigue sumirnos en ese microcosmos en que, claro está, hay clases y clases. Tres, para ser más concretos. Y «los pasajeros de primera bailan con los comandantes durante toda la noche. El jazz carga el ambiente hasta el amanecer». Hacen parada en La Habana donde, al ser sorprendido por un aguacero tropical, se pregunta qué es una lluvia: «La lluvia tropical es agua pura entremezclada con chorros de aire». Llaman también su atención los flamencos: «En el Vedado hay flamencos del color del alba que montan guardia sobre un pie». Y, cómo no, le maravillan los frutos que le ofrecen: «Para cenar, nos dieron alimentos que no conocía: un coco verde con el corazón untuoso, como mantequilla, y una fruta llamada mango, una parodia del plátano, con un hueso grande y peludo».
Su paso por México, desde donde entrará a los Estados Unidos, también causó un gran efecto en él. Nada más pasar la aduana empezó, para el escritor, una vida extraña, ajena, sorprendente. Al principio le desilusionan los “indios”, porque no resultan tal y como los imaginaba. Tras visitar las corridas, da cuenta de su rotundo sentimiento antitaurino: «Experimenté el gozo supremo cuando un toro logró clavar una de sus astas entre las costillas del hombre… Lo único que lamentaba era que no fuese posible instalar ametralladoras entre los cuernos de los toros y enseñarles a disparar». Tiene un cicerone de excepción, el pintor Diego Rivera, y acaba rendido al encanto del país: «Su espíritu extravagante y su hospitalidad han hecho que me enamore de México».
Sin duda, la parte más atractiva del diario corresponde a cuando se dedica a desgranar y analizar pormenorizadamente la realidad estadounidense. En palabras de la editora, «la manera en que saca a relucir las sombras del gran imperio es ingeniosa, lo hace desde la ironía, aunque a veces sea una ironía velada, nostalgia y asombro… La radiografía que hace Mayakovski del hombre estadounidense es escandalosamente actual: el dinero como unidad de medida y como única certeza tangible en la vida». Así, cuando se pone a definir los rasgos del norteamericano, se pregunta: «¿Son tacaños? No. El país que gasta un millón de dólares al año tan solo en helados se merece otros epítetos. Dios es el dólar, el dólar es el Padre, el dólar es el Espíritu Santo. La actitud del estadounidense hacia el dólar tiene algo de poético. El estadounidense obtiene placer estético admirando el color verde del dólar, identificándolo con la primavera».
Cubierta de “América”, en la editorial Gallo Nero. Traducción a cargo de Olga Korobenko.
A Mayakovski no se le escapa que «Wall Street es la primera capital», ni la «fe en la omnipotencia de la tecnología estadounidense». La gran virtud de “América” es que es un libro que nos ayuda a comprender nuestro presente. Como nos hace ver Donatella Ianuzzi, «la reflexión sobre los dos grandes bloques de poder (EEUU y URSS) implica volver a pensar en nuestra historia más reciente y sobre todo volver a pensar en dos grandes fracasos de la Historia, uno de los cuales se está consumando justo ahora». La visita a los Estados Unidos se convirtió en uno de los viajes más importantes de Mayakovski, el más largo, y todo un descubrimiento que influiría no sólo en su manera de percibir el mundo, sino también en su última obra poética.
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