Dibujo de Niyaz Karim
La economía ha sido clave
Dmitri Babich, especial para Rusia Hoy
Por primera vez desde el 2003 Rusia Unida no ha obtenido un apoyo claro del voto popular en las elecciones a la Duma. Aunque esto no significa que no vaya a ocupar la mayoría de los escaños, ya que se beneficiará de los votos de los partidos que no han alcanzado el 5% mínimo necesario para participar en el parlamento. Sin embargo, desde el punto de vista psicológico, lo sucedido constituye un importante punto de inflexión en la política interna de Rusia. Parece que el período de dominio absoluto de la Duma por parte del partido en el gobierno desde los comicios legislativos del año 2003 ha concluido. Los sociólogos advirtieron que se produciría un descenso en la confianza del electorado a Rusia Unida, pero nadie auguraba que el partido no superaría el 48% de los votos. El Levada Center, tradicionalmente cercano a la oposición, predijo que Rusia Unida obtendría el 53% de los votos a una semana de los comicios. VTSIOM, más cercana al gobierno pronosticó lo mismo.
Lo que ha quedado de manifiesto es que el electorado ruso es capaz de
dar sorpresas. El nivel de fraude registrado en los comicios, a pesar de
los escándalos, no es significativo, ya que el resultado de las
encuestas a pie de urna no ha sido muy distinto de los resultados
arrojados por el Comité Electoral Central. “No creo que las autoridades
se atrevan a hacer que el resultado final de Rusia Unida sea muy
superior al pronosticado en las encuestas. Esto provocaría un grave
perjuicio sobre la confianza que tiene la población en el Estado”,
afirmó Alexei Grazhdankin, vicedirector del Levada Center.
¿Cómo se explica entonces este acusado descenso de popularidad del
partido en el Gobierno? Existe un motivo económico. El año 2007, fecha
en la que se celebraron las anteriores elecciones, fue un año
excepcionalmente bueno para la economía. Al año siguiente se produciría
la crisis financiera.
La población se ha sentido desilusionada con las impopulares reformas
del Gobierno en la educación y en la sanidad, viendo cómo se esfumaban
algunas de las garantías de la época soviética. Los economistas
coinciden en que el mandato de Medvédev ha sido clave para acabar con
los últimos privilegios que se conservaban del sistema social de aquella
época.
La confianza de la sociedad se ha visto resentida con la caída de la
economía, y si a esto se le añade que las medidas políticas aplicadas no
se han sabido explicar, la reacción es lógica. Algunas de estas medidas
han sido la imposición de exámenes estandarizados en el año 2009, y la
drástica reforma del sistema de salud de este año.
Por otro lado, la política exterior ha jugado un papel secundario en
estos comicios. A los rusos les preocupa más la reforma militar y la
estabilidad de sus ingresos que la posición de Rusia en el panorama
internacional. Una guerra relativamente exitosa con Georgia en 2008, así
como los recientes éxitos en la integración de las antiguas repúblicas
soviéticas, son un buen postre al que le falta un plato principal como
pueden ser: una economía con visos de crecimiento, y el aumento de los
ingresos medios de la población.
Sin embargo, la pregunta de estas
elecciones es dónde están los votos de los simpatizantes de Rusia Unida
que han decidido no votar a su partido en esta ocasión. El politólogo
Stanislav Belkovsky cree que esta parte del electorado se ha quedado en
casa. Según Belkovsky, estos electores conforman una potencial base
electoral para un partido “nacional” que aún no se ha registrado pero
que se encuentra en formación.
Alexéi Navalny y Vladímir Milov
podrían ser los líderes de este nuevo partido, según el politólogo. Está
por ver si el proyecto es viable y si no acaba degenerando en una
formación esencialmente racista.
Dmitri Babich es analista político de RIA Novosti
Internet y la clase media
Cuando el presidente Dmitri Medvédev y el primer ministro Vladímir Putin aparecieron en las pantallas de la televisión rusa la noche que siguió a las elecciones a la Duma, sus rostros eran sumamente elocuentes. Las sonrisas tensas no podían ocultar la decepción de los dos líderes. Rusia Unida (RU), su partido, rhabía recibido un varapalo. El porcentaje de votos cayó del casi 64% obtenido en 2007 hasta el 49%, y eso a pesar del enorme fraude electoral llevado a cabo en todo el país.
Gobernadores regionales, autoridades locales y la policía encabezaron en
vano un ataque contra los partidos de la oposición, los observadores
electorales y los periodistas. La situación fue aún más incómoda en
Moscú, San Petersburgo y en otras grandes ciudades donde los resultados
de Rusia Unida fueron peores. Si no fuera por el fraude masivo, el
partido podría haber acabado tercero en las dos capitales. En un país
donde, parafraseando a “Tip” O’Neil, el recordado líder demócrata del
Congreso norteamericano, “toda la política es central”, es como si
lloviera sobre mojado.
Esa noche en mi programa de la BBC
entrevisté a Andréi Vorobiov, responsable del comité ejecutivo de Rusia
Unida. En varias ocasiones se negó a responder cómo entendía él la
pérdida de casi el 15% de los votos. Sentí cierta compasión por
Vorobiov. Es probable que él y sus colegas estuvieran de verdad
confundidos. Lo que presenciamos el 4 de diciembre fue el regreso de la
política a Rusia, cuando todos pensaban que estaba en estado de coma, de
aquí que se puedan sacar varias conclusiones.
En primer lugar,
estas elecciones son un referéndum de facto sobre la década de Rusia
Unida en el poder. Aunque consideremos impecables los resultados
oficiales (que definitivamente no lo son), se le ha enviado una señal
muy clara a la clase dirigente del país. Todavía no alcanza la categoría
de mensaje porque hubo un sector que votó contra el partido dominante
por diferentes razones, pero sí es un síntoma evidente de que la
población está cansada del monopolio político de RU, y de la corrupción
asociada a este partido.
La segunda conclusión es que en Rusia
todavía hay muchos que creen que RU es un grupo de “nobles malos” en la
corte del “buen zar” (Vladímir Putin). Sin embargo, se ha hecho evidente
que para un gran número de personas estos comicios han sido una
oportunidad de expresar personalmente su insatisfacción con Putin. En
este sentido, la votación de diciembre puede verse como una especie de
ensayo ante las elecciones presidenciales del próximo marzo.
Se
supone que Putin saldrá elegido para desempeñar su tercer mandato, pero
las elecciones a la Duma han arrojado una sombra sobre esta perspectiva.
Si en primavera Putin se dedica a hacer un simulacro de batalla
electoral como ocurrió en comicios anteriores, perderá aún más
credibilidad. Podría apostar por abrir la puerta a una competencia
genuina, una especie de estrategia “Putin 2.0” (escenario improbable),
pero las leyes restrictivas que él y RU han promovido dejan muy poco
margen de tiempo para que se materialice una verdadera alternativa. Esto
coloca a Putin no sólo frente a la creciente insatisfacción de las
masas sino ante una creciente decepción respecto a su capacidad para
controlar la situación desde el interior de la clase gobernante. Parece
poco probable que en este momento se libre una pelea interna dentro del
Kremlin, pero esto podría cambiar en los próximos meses.
En
tercer lugar, han sido las últimas elecciones en las que la televisión
controlada por el Estado ha desempeñado un papel decisivo. El uso de
Internet crece de forma masiva. Se ha pasado de 32 millones de usuarios
mensuales en 2008, a 50 millones de usuarios diarios en 2011. Para 2016,
cuando se inicie el próximo ciclo electoral, el porcentaje de votantes
con acceso a la red podría acercarse al 75%. La ciudadanía con
conciencia política dispone ahora de una plataforma gratuita para
participar en debates y organizarse. Desenmascarar el fraude electoral
habría sido imposible sin teléfonos inteligentes, Facebook y Twitter.
Han
sido los primeros comicios rusos en los que la llamada “clase media” en
ciernes ha ido realmente a votar. Se trata de personas de treinta y
tantos años, que hablan inglés y manejan el iPad. Es la generación que
más se ha beneficiado de la “década de las vacas gordas”: los dos
primeros mandatos de la presidencia de Vladímir Putin entre 2000 y 2008.
Fueron los años del auge del petróleo. Muchas de estas personas no
estaban interesadas en la política, otras apoyaban a Putin y a Rusia
Unida. La crisis económica, el estancamiento político y la corrupción
ayudaron a un distanciamiento por la política generalizado.
En quinto lugar, cuanto más recurran las autoridades a tácticas
represivas, más oposición encontrarán. No hay fuerzas políticas creíbles
de centroderecha, tampoco hay nadie que entusiasme al electorado
nacionalista moderado, que conforma aproximadamente el 30% del censo.
Esto abre un terreno fértil para los populistas y los demagogos. En
estos momentos el mayor peligro de Rusia es el vacío potencialmente
peligroso que podría abrirse si no se dan pronto los pasos necesarios
para modernizar y liberar al ineficiente y obsoleto sistema político.
Ex redactor jefe de la delegación de la cadena británica BBC en Moscú.
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