Parar a repostar

Moscú resulta una ciudad cara para los que la visitan y también para los que viven en ella. Aunque todavía es posible encontrar restaurantes baratos donde poder echarse algo a la boca. Muchos de estos establecimientos mantienen un aire soviético no solo en las apariencias. Durante aquella época, los locales de comida tenían que servir rápidamente algo contundente.

Cien gramos de vodka y algo para acompañar. Una “riúmochnaya” era uno de los establecimientos de comida rápida para el proletariado soviético, una especie de bar de copas, o más bien “gasolineras”, tal como las apodaban los propios trabajadores. Había también otros lugares: buterbródnaya (bocadillería), pelménnaya (sitio donde se servían los pelmeni, o raviolis rusos), blínnaya (creperías), shashlýchnaya (establecimientos de shashlyk, carne frita en brochetas). Todos tenían el mismo objetivo: dar de comer rápidamente algo contundente, servir una copita para recobrar el ánimo y seguir con las tareas diarias. Por raro que parezca y a pesar de la total ausencia de una estética glamourosa, muchos de estos establecimientos han perdurado en Moscú hasta nuestros días.  Algunos incluso están viviendo un verdadero auge. Hemos elegido los más populares. Para cada uno de ellos hemos mostrado y fotografiado  lo que se puede comer por 200 rublos, el equivalente a un Big Mac, una porción grande de patatas fritas y un refresco en McDonald’s. Por cierto, prácticamente en todos estos establecimientos está prohibido fumar; así lo dicta la tradición. 


Crepería de la calle Vorontsóvskaya


Quizá sea la única crepería de la capital con casi medio siglo de vida, el año que viene lo cumplirá. Los crepes o blinis se hacen aquí según la receta soviética. Los más demandados son los de mermelada, mantequilla o nata agria, pero también los hay rellenos de carne. Además, en el menú hay un par de ensaladas, una sopa y pelmeni (raviolis con carne), que gozan de mucha popularidad. La única bebida alcohólica que se sirve es  cerveza, pero está permitido traer “bebida propia”, según la costumbre de este tipo de establecimientos. La popular cadena de bebidas alcohólicas, Aromatni Mir, aprovechó rápidamente esta circunstancia para abrir un establecimiento justo al lado, posiblemente el más rentable de todo Moscú. Los clientes tienden a ser personajes de capas sociales bajas: camioneros, inmigrantes, pero también se ven estudiantes de una escuela superior de pedagogía situada muy cerca. Aunque es un lugar seguro, enfrente se sitúa una comisaría, y los policías suelen pasarse mucho por aquí a comprarse unos creps.


 
Cafetería Aist (Cigüeña)

 
Aquí no se estilan las costumbres de los clubs modernos. Se trata de un sitio de reunión para hombres jubilados que trabajaron durante decenas de años en importantes organismos estatales. Por cierto, si a uno le apetece ver a un antiguo funcionario de la KGB, es el sitio ideal, porque casi la mitad de los clientes ha trabajado antes para la “oficina”. La comida principal son los bocadillos de todo tipo: fiambre cocido al horno, pescado, salchichón e incluso caviar rojo. Pero la especialidad de la casa son las salchichas al grill con guisantes. Las sirven bien fritas y jugosas y aportan energía suficiente para un buen paseo por la parte antigua de la ciudad. A unos diez metros está situado el popular club Jao Da, y sus músicos de vez en cuando se asoman por la cafetería unos 15 minutos antes del concierto. Pero no se quedan mucho tiempo, son demasiado inquietos para un lugar tan serio como este.
 
 
Cheburéchnaya de la calle Maroseika

 
 Un cheburek es una especie de empanadilla semicircular de masa fina con rellena de carne y consomé que se sirve caliente. En su día este establecimiento era conocido por las reuniones de los miembros de los partidos nacionalistas rusos en las que discutían cómo iban a reorganizar el país. Hubo entonces unas cuantas peleas, así que los nacionalistas fueron expulsados y se amplió el establecimiento. Sin embargo, el cambio no influyó en la calidad de las empanadillas, son de altísima calidad y llevan dentro un buen consomé: espeso y aromático. Aparte de los cheburek, también es aconsejable el jarchó, una sopa georgiana tan barata como sabrosa. La especialidad de la casa es un licor casero hecho a base de rábano picante. Aunque hay que tener mucho cuidado con él ya que es muy traicionero y sus 40º apenas se notan.
 
Cheburéchnaya “Soviétskiye Vremená” (Tiempos Soviéticos)

 
Especialmente dedicada a los amantes del vintage. El establecimiento está decorado con carteles soviéticos, fotos de los dirigentes del partido y héroes del trabajo socialista. No se sirven bebidas alcohólicas fuertes, pero la cerveza negra está bastante bien, algo que no se puede decir de las empanadillas, que no están hechas con mucho esmero. Para reponer energías lo mejor es pedir un plov (una receta uzbeka de arroz con carne) o un filete de cerdo. Está situada al lado del cine 35ММ, donde se celebran  estrenos menos comerciales, así que siempre existe la posibilidad de encontrar la inspiración en la cafetería y dirigirse después a ver alguna película de corte intelectual.
 
Jinkálnaya número 1

 
Situada prácticamente enfrente del “Soviétskiye Vremená”, al otro lado del anillo Sadóvoie, este establecimiento es una referencia en lo que se refiere a los jinkali, grandes raviolis georgianos. En general, están pesandos para  una comida tranquila y en buena compañía, pero en este local se sirven para reponer fuerzas rápidamente. Por cierto, es un sitio muy apreciado por los pintores moscovitas y los miembros del grupo de música NOM. Hay una manera particular para comer los jinkali: se coge uno con cuidado por el rabillo de masa (con las manos y ¡nunca con un tenedor!), se muerde un poco por un lado, luego hay que sorber parte del consomé y después se echa dentro un poco de salsa (preferentemente satsebeli), para terminar de comerlos enteros, intentando no derramar la preciosa salsa de la carne. Para acompañar alguna bebida bastarán cuatro, y si lo que quiere es ponerse las botas, siete serán más que suficientes.
 
Riúmochnaya “Vtoroie Dyjániye” (Segundo Aliento)

 
Una señora francesa describe así este establecimiento en su blog: “Camino a mi oficina hay un sitio raro y siniestro. La puerta siempre está abierta, la gente bebe vodka de pie y grita mucho”. Es cierto, aquí se lleva bebiendo y gritando desde hace más de un siglo, y es que el establecimiento está en mismo lugar que antes ocupaba una famosa tasca en la época de los zares. Se podría afirmar que el vodka y la comida son de los más baratos de Moscú: uno puede tomar cien gramos de vodka acompañados de un plato de pelmeni por cien rublos (poco más de dos euros). No hay que temer una intoxicación, pero es mejor evitar entrar en contacto con la clientela local para no buscarse problemas. Los jueves, por más absurdo que parezca, hay música en directo. Dos vagabundos tocan el acordeón y la guitarra. Su repertorio es bastante amplio ya que va desde Bésame Mucho al pop soviético.


Riúmochnaya en la calle Nikitskoi

 
Este local se ecuentra en el polo opuesto de lo descrito anteriormente. De todos los  establecimientos expuestos hasta ahora, es el  más respetable. Tiene más de 20 años, aunque también se ha montado donde había una taberna antes de la Revolución. Se organizan regularmente recitales poéticos, y a veces entran a tomar algo los actores del vecino teatro Mayakovski. Entre los platos, vale la pena destacar el chajojbili, pollo a la georgiana en salsa de tomate. Además, se sirve una cerveza sin filtrar bastante buena. Su localización es otra de sus ventajas, ya que está a 10 minutos del Kremlin a pie. Por lo tanto, este es el sitio ideal para reponer fuerzas después de visitar los monumentos y de impregnarse del espíritu creativo ruso.

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