El refugio uruguayo de “Zhivago”

Susana Soca junto con su retrato pintado por Pablo Picasso. Foto divulgación

Susana Soca junto con su retrato pintado por Pablo Picasso. Foto divulgación

Según algunos testimonios, Susana Soca, la escritora uruguaya, que mantenía correspondencia con el poeta ruso, guardaba el manuscrito de “Zhivago”, prohibido en la URSS, para publicarlo en Uruguay o Francia. Las cartas de Pasternak atestiguan que el escritor había autorizado a Susana Soca a realizar la primera edición mundial del libro. Su plan no llegó a realizarse.

Se sabe que Susana Soca mantenía amistad con los rusos residentes en París en la década del 30 y en los años posteriores. Algunas de esas amistades le habrían facilitado el contacto con el escritor ruso. Hay testimonios que confirman que a partir de 1938 Soca viajaba periódicamente a Moscú.

Susana Soca Nació en 1906 en Montevideo en un noble hogar, hija del célebre médico Francisco Soca y de Luisa Blanco Acevedo. Fue formada por preceptores tales como Carlos Sabat Ercasty y de joven conoció entre otros escritores a María Eugenia Vaz Ferreira, Jules Supervielle y Carlos Reyles. El francés fue el idioma que se hablaba en su casa pero además, Susana aprendió inglés, alemán e italiano. Con los años estudió latín y griego y por su admiración a Pasternak se esforzó en aprender el ruso. Su vida era una alternancia permanente entre Montevideo y París. En esta última ciudad permaneció incluso durante la ocupación nazi. El famoso hotel Georges V se convirtió en su segunda casa. Susana Soca falleció en un trágico accidente de avión que salió de París con destino a Montevideo el 11 de enero de 1959.

Según una de las versiones, Susana Soca recibió el manuscrito de “Doctor Zhivago” de parte de la hermana de Pasternak, Lydia Slater, quien luego le solicitó a la poetisa uruguaya no publicarlo o bien posponer su publicación, aduciendo que podría derivar en diversas complicaciones.

Un testimonio sobre el vínculo entre Soca y el texto de Pasternak lo brinda Juan Carlos Onetti en una publicación de España. Onetti estuvo de visita en la montevideana residencia de Susana Soca pero ella debió salir por algún trámite urgente dejando al visitante solo en el escritorio de la casa. Dice Onetti: “…Entre poemas y proyectos descubrí una carta de Pasternak a Susana. Estaba escrita en un francés casi peor que el mío, con grandes letras retintas y una grafía exótica. Susana había hecho un viaje a Moscú para conversar con Pasternak a quien admiraba mucho y a quien le dedicó un hermoso poema. La carta era muy anterior al Premio Nobel y al vergonzoso escándalo y a las doscientas ediciones piratas de ‘Doctor Zhivago’ que surgieron en español. Todas espantosas. En aquella carta Pasternak le explicaba a Susana por qué no habían podido encontrarse; sus relaciones con la asociación oficial de escritores rusos ya no eran buenas. Así que Susana fue despistada: un día Pasternak estaba en su dacha, al siguiente en Siberia, al otro internado por hidrofobia en un castillo de los Cárpatos. En otro tono, claro, el poeta explicaba con dulzura la razón de los desencuentros y autorizaba a Susana a publicar en Uruguay o Francia (primera edición en todo el mundo) la novela hoy famosa. Pero siempre en mi labor de comisario, encontré otra carta. Era de una hermana del escritor y le suplicaba abandonar el proyecto porque su realización significaría la muerte civil de Pasternak en la URSS o, simplemente, la muerte a la que todos podemos aspirar y que lograremos comportándonos con bondad y obediencia. Por eso ‘Zhivago’ permaneció enrejado tantos años. Y aunque no se crea, hablamos aún de Susana Soca, que prefirió archivar los originales de la obra…”(Mundo Hispánico, Madrid, 1975).

Más contundente todavía fue el crítico español Guillermo de Torre en la histórica revista literaria argentina Sur. Dice: “…Hay un hecho que Susana Soca no cuenta en su artículo, pero que ella reveló a los amigos y que además trascendió por otros conductos. Y es que a punto de dejar Moscú, alguien entra en su habitación del hotel e invocando el nombre de Pasternak pone en sus manos un abultado manuscrito con el encargo de traspasarlo a otras, una vez cruzada la frontera. El manuscrito era el Doctor Zhivago y el destino definitivo resultó ser el editor Feltrinelli, de Turín, tenido por comunista pero que rompería con ese partido a raíz de las matanzas de Hungría…” (Sur, Buenos Aires, 1959).


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