Vladímir Putin y Dmitri Medvédev. Foto de Getty Images/Photobank
La opinión pública liberal está indignada porque el presidente y el primer ministro ruso “acordaron hace tiempo” quién ocuparía tal o cual puesto. Aparentemente todo respeta lo establecido en la Constitución pero no existe la libre manifestación de la voluntad popular. Sin embargo, tanto Dmitri Medvédev como Vladímir Putin, así como una significativa parte de la sociedad consideran que este no es el mayor problema de la Rusia actual. Posiblemente teman que si sueltan el poder de sus manos surja un pueblo libre pero hambriento y enfurecido.
Apenas pasó un día entre dos importantes acontecimientos: el anuncio del enroque en el tándem gobernante y la renuncia de Alexéi Kudrin, viceprimer ministro y ministro de Finanzas. No es difícil adivinar que tanto el presidente Medvédev como el primer ministro Putin resolvieron, sin perder tiempo, mostrar su vinculación política para avanzar en acciones conjuntas. Una de estas es el recambio de profesionales leales en puestos clave.
Antes, durante su estancia en EE UU, Alexéi Kudrin se refirió abiertamente a su desacuerdo con el presidente en relación al aumento significativo del presupuesto de defensa, además, hizo mención al creciente déficit del Fondo de Pensiones estatal, a día de hoy la única fuente real de financiación de las jubilaciones en el país. El exministro de Finanzas también criticó públicamente otras iniciativas económicas del presidente.
Los comunistas recibieron con entusiasmo la primera acción del renovado tándem. Alexéi Kudrin más de una vez les dio buenos motivos para que agitaran la propaganda, ya que se pronunció contra algunas obligaciones sociales aduciendo que el presupuesto estatal no las podía mantener. Los políticos liberales están intranquilos ya que consideran que esto es un nuevo signo de la arbitrariedad del poder. Pero, como el exministro estaba lejos de ser liberal y en realidad no es más que un típico “halcón”, no hay nadie que lo defienda. Además no hay tiempo. Es más importante pronosticar y comprender cuáles serán las siguientes acciones del poder y si éstas serán efectivas y consecuentes.
Si se le dan crédito a las reiteradas declaraciones del presidente y del primer ministro así como al resto del establishment político ruso, la tarea principal consistirá en la modernización de la economía y su diversificación. Esto significa que en lo inmediato se pueden esperar condiciones más atractivas para las inversiones en tecnología punta. Pero por ahora, la fuente principal de financiación seguirá siendo la exportación de materias primas. Lo que indica que en este sector no hay que esperar acciones encaminadas al empeoramiento del clima inversor.
Uno de los programas más caros y ambiciosos es el reequipamiento de las fuerzas armadas. El cese del ministro de Finanzas no es suficiente para conseguirlo. Será necesario remodelar el presupuesto federal si se quiere conseguir este objetivo así como la modernización y el desarrollo de los programas sociales. Una manera de conseguirlo será, por lo visto, la introducción de un impuesto progresivo sobre las rentas. Los ricos tendrán que pagar más. Esta medida puede asustar a los inversores, que deberán compartir con la tesorería rusa la mayor parte de sus beneficios.
Además de ello, se espera una nueva ola de privatizaciones de grandes empresas, incluído el sector de hidrocarburos, así como los “Ferrocarriles Rusos” y Sberbank, el banco más grande de Rusia. “No estamos construyendo un capitalismo de Estado. Hubo una etapa de fortalecimiento del papel del Estado, inevitable e imprescindible. Ahora el potencial de esta vía se está agotando”, dijo Dmitri Medviédev en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo.
Algunos analistas consideran que Vladímir Putin no comparte esta idea y que en su retorno al Kremlin propugnará el fortalecimiento del papel del Estado, aunque solo sea, en los sectores estratégicos.
Por lo visto, tales predicciones son necesarias para mantener la opinión ampliamente difundida que contrapone a los integrantes del tándem. En principio, Putin sería más bien un estadista inclinado hacia la dictadura y Medvédev un liberal. Incluso comparan “la mirada de acero del exoficial del KGB” con “la mirada reflexiva” del profesor universitario.
Es verosímil, pero políticamente inconsistente. La política rusa, tanto la interna como la exterior, será más liberal o más reaccionaria independientemente del color o la expresión de los ojos de sus líderes. En realidad, estará determinada por las condiciones internas y externas. En la actualidad ambas son bastante complicadas. Confiemos en que esta política sea lo suficientemente pragmática como para que las circunstacias mejoren.
Vladímir Babkin es el experto de la Duma (Cámara baja)
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