Felices juntos

Foto de ITAR-TASS

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Cuando el director chino Wong Kar-wai rodó su película “Happy together” (Felices juntos), difícilmente imaginaba que pasados tan sólo cinco años el problema de los matrimonios homosexuales iba a cobrar actualidad no sólo en Argentina, donde transcurre la acción central de la película, sino en otros muchos países de América Latina. ¿Cómo surgen estas parejas en un ambiente tradicionalmente católico?

Argentina se convirtió en el primer país de América Latina y el décimo del mundo que legalizó los matrimonios homosexuales. Entre otras ciudades del continente, ya en 2002 Buenos Aires había reconocido los matrimonios civiles homosexuales. Las autoridades federales adoptaron luego una ley según la cual los miembros de este tipo de uniones tenían derecho a exigir una pensión en caso de fallecimiento de su pareja. Sin embargo, los intentos de registrar oficialmente un matrimonio chocaban con el formalismo del sistema burocrático.

Para defender su derecho a estas relaciones, los homosexuales tuvieron que recurrir a menudo al texto de la Constitución, que no indicaba de manera inequívoca que sólo la unión entre un hombre y una mujer se considera matrimonio. Pero la situación de los matrimonios homosexuales cambió radicalmente en mayo del año pasado, cuando el Parlamento aprobó el proyecto de ley correspondiente. Ello provocó debates serios en la sociedad, sobre todo por parte de la iglesia católica, cuyos representantes exigían un referéndum. Pero finalmente esta iniciativa legislativa promovida por la propia presidenta Cristina Fernández de Kirchner resultó exitosa y los activistas homosexuales tuvieron la ley.  

La experiencia positiva de Argentina en la legalización de matrimonios homosexuales se convirtió en un tornasol de matices que apuntaban a la dimensión social del problema. Los legisladores argentinos se han vuelto más progresistas en este sentido. Por ejemplo, en el vecino Brasil sólo se reconoce el matrimonio heterosexual.

En México los activistas de la lucha por los derechos de los homosexuales han conseguido notables logros en cuanto a la legalización de estos matrimonios. En caso de estar interesados, los homosexuales pueden registrar su matrimonio pero sólo en el México D.F. Este tipo de iniciativas legislativas se adoptaron a pesar de la reacción adversa de la sociedad mejicana.

Sin embargo, estos matrimonios son reconocidos en todo el país. Los representantes de las minorías sexuales pueden beneficiarse del derecho a adoptar hijos o compartir el seguro médico con su pareja. Anteriormente los matrimonios homosexuales no tenían estos derechos. Los activistas de los derechos homosexuales se vieron muy presionados por la iglesia y los políticos conservadores.

Entre los países que han ampliado los derechos de las minorías sexuales también está Colombia, que se dejó guiar por la experiencia legislativa argentina. En Colombia, el matrimonio homosexual civil está legalizado y las iniciativas legislativas respecto al tema no desaparecen de la agenda política, lo que agita cada vez más la opinión pública.

La sociedad latinoamericana de la época de la globalización fue incapaz de aceptar el matrimonio homosexual debido a su gran conservadurismo. Sin embargo, es una reacción lógica si se considera la religiosidad, con sus numerosas prohibiciones, y el machismo, que cultiva la intolerancia contra quienes se apartan de la mayoría en cuanto a orientación sexual. A pesar de que los políticos intentan seguir la corriente occidental, la homofobia como fuente de conflictos sociales no ha sido superada y presenta un amplio campo de acción para la actividad jurídica de los partidarios del movimiento homosexual.

La ausencia de persecución formal contra los homosexuales en la Rusia actual no garantiza la ausencia de agresiones por parte de personas aisladas. Por eso Moscú tiene fama de ser una ciudad en la que están prohibidas las manifestaciones de los activistas homosexuales. La fama empezó con el ex alcalde de la capital, Yuri Luzhkov, y su intransigencia ante este tipo de acontecimientos. Declaró en varias ocasiones que las manifestaciones con participación de parejas homosexuales masculinas o femeninas eran intolerables desde el punto de vista moral de la sociedad y desde la seguridad. Fue tan intransigente que la prohibición de los desfiles homosexuales en las calles de Moscú fue como un axioma. Prohibió personalmente los desfiles de las minorías sexuales en 2006, 2007, 2008 y 2010. Esto le valió la censura de sus homólogos occidentales más “progresistas”. Pero el movimiento gay no tenía intenciones de cejar en su empeño.

En octubre de 2010, el movimiento homosexual de la capital declaró que iba a presentar una queja al alcalde Luzhkov, apelando a la resolución del tribunal europeo de derechos humanos en Estrasburgo. Los defensores de los derechos apoyaron a los activistas de las minorías sexuales destacando que las decisiones del ayuntamiento de Moscú sobre la prohibición de los desfiles gay en 2006, 2007, 2008 contradecían el convenio europeo de derechos humanos. El actual alcalde de la capital Serguéi Sobianin, pese a todo, continuó con la política de su predecesor. 

Toda conversación sobre los derechos de las parejas homosexuales en la Rusia actual se convierte en un tabú inevitable. De no ser así, se correría el riesgo de convertirlo en un debate demasiado tenso. Cabe destacar que en el mundo entero se reconoce a los homosexuales como miembros de un grupo sexual y social que también puede convertirse en grupo político si empiezan a luchar por sus derechos. Hasta ahora hay cierta confusión respecto a lo que es la homosexualidad y qué es lo que pretenden los representantes de dichas comunidades. Además, tampoco está claro hasta qué punto los representantes rusos de las minorías sexuales han ayudado a hacer más positiva la opinión pública respecto al tema.

En el mundo actual, el género social y jurídico está relacionado con el sexo físico y Rusia no es la excepción. De acuerdo con la moral social establecida, las parejas homosexuales no pueden casarse, no se consideran herederos de primer grado y no pueden equiparar sus relaciones a las relaciones heterosexuales en cuanto a derechos. Sin embargo, en la mayoría de las sociedades no hay barreras para la coexistencia.

Paradójicamente, los desfiles homosexuales son muchas veces censurados por los propios defensores de los derechos de las minorías sexuales. Creen, con razón, que este tipo de desfiles, acompañados por acciones violentas aisladas, sobre todo fuera de la capital, pueden transmitir una idea distorsionada del problema a la sociedad rusa. Parece que muchos de ellos no desean una lucha que atraiga demasiada atención, algo que intentan evitar a toda costa. Este comportamiento provoca una escisión dentro de la propia comunidad homosexual, donde la gente tiene derecho a elegir su posición. 

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