La “liga de los robots” y el “jardín táctil”

Los estudiantes voluntarios contribuyen a cambiar y mejorar el entorno. Foto de Itar-Tass

Los estudiantes voluntarios contribuyen a cambiar y mejorar el entorno. Foto de Itar-Tass

Antón Pashkévich, estudiante de la Universidad Estatal Técnica de Novosibirsk, ve con preocupación que los alumnos de secundaria rusos no quieran estudiar ingeniería. “La mayoría de mis antiguos compañeros de clase está haciendo derecho o economía aunque, según las investigaciones, lo que Rusia va a necesitar son muchos más ingenieros. Sin embargo, desde hace tiempo tenemos un exceso de personas con formación humanística”, asevera. El problema no sólo preocupa a Antón. El presidente Dmitri Medvédev también ha hablado en más de una ocasión acerca de la necesidad de elevar el prestigio de las especialidades de ingeniería.

Antón propone atraer a los estudiantes hacia las escuelas técnicas mediante robots. Los miembros de su equipo, llamado “La Liga de los Robots” se plantean comprar diversos juegos de Lego y hacer con ellos varios robots. Después formarán una serie de equipos entre los escolares interesados y organizarán una especie de batalla. A los alumnos que quieran seguir estudiando los robots se les invitaría a participar en un taller de robótica adscrito a la Universidad Técnica de Novosibirsk. Los universitarios ya han organizado una mesa redonda con la participación de alumnos de secundaria y calculan que más del 60% se interesan por los robots, pero saben muy poco del tema y muchas veces ni siquiera sospechan que estos formen parte de la vida moderna desde hace tiempo. Por lo tanto, el principal problema de la falta de interés en las especialidades técnicas radica en que los escolares ni tan siquiera saben lo que hacen los ingenieros contemporáneos. Cabría esperar que muchos de los participantes en la batalla de robots acaben siendo autores de proyectos de robótica del futuro.

Por su parte, las chicas de Vladivostok quieren crear un jardín táctil, un parque infantil concebido especialmente para niños con insuficiencia visual. En su ciudad hay una guardería para estos pequeños, pero carece de parque para jugar. Sin embargo, desde hace tiempo hay en el mundo parques para niños con problemas de vista. Cuentan con plantas de diferentes texturas y senderos con distintos tipos de suelo. En Rusia hay dos parques de este tipo y si las chicas llegan a realizar el proyecto, el parque de Vladivostok será el tercero.

Éstos son tan sólo dos proyectos entre los más de cincuenta que han ideado los participantes de la escuela de verano para voluntarios, organizada por la fundación Vladímir Potanin. El programa existe desde 2008. Hasta entonces la fundación se dedicaba a distribuir becas: todos los años se elegían las sesenta mejores universidades estatales y en cada una de ellas se otorgaban varias decenas de subvenciones. Según la vicedirectora de la fundación Irina Ostarkova, hubo un momento en el que se hizo evidente que no bastaba con otorgar becas a los mejores estudiantes, sino que había que ayudarles a ser activos socialmente. Entonces, surgió la idea de los proyectos de voluntariado, que tenían que concebir los propios estudiantes. La gran cantidad de participantes sorprendió incluso a los organizadores. En cada edición se reciben al menos cien solicitudes y entre ellos, los mejores proyectos obtienen financiación para su ejecución.

Actualmente el voluntariado en Rusia se encuentra en estado embrionario. Aunque esto no quiere decir que no haya personas dispuestas a ayudar desinteresadamente a los necesitados. Los incendios forestales del año pasado demostraron que en un momento difícil siempre hay mucha gente dispuesta a ayudar. Los voluntarios contribuyeron en gran medida a extinguir los incendios forestales. Sin embargo, aquellos que quieren ser voluntarios no siempre saben adónde dirigirse porque hay muy poca información al respecto.

Los jóvenes cuentan con muchas ideas interesantes para cambiar la vida y mejorarla, sólo hay que estimularlos a pensar en esta dirección. Los estudiantes de la Universidad Estatal de Tver lograron con sus propios medios cambiar la situación de las donaciones de sangre en su ciudad. Hasta entonces, sólo 6 de cada 1000 habitantes donaban sangre, un número muy bajo puesto que un buen índice se sitúa alrededor de 20-25 personas. “Era evidente que la mayoría de los estudiantes no sabía lo que era donar sangre. Además, había muchos mitos negativos sobre el tema: pensaban que era peligroso o dañino para la salud. Recorrimos las aulas dando charlas sobre la importancia de donar sangre. Organizamos un puesto de donación en nuestra universidad y fuimos los primeros en donar”, cuenta Yulia Saránova, participante del primer programa de voluntariado de la Fundación Vladímir Potanin. Cuando se celebró el día de la donación de sangre se presentaron 200 estudiantes en tan sólo 15 minutos. En la actualidad, Tver organiza días de donación de sangre cada seis meses. Los problemas que tenía el banco de sangre se han resuelto.

Para obtener la financiación no basta con tener una idea interesante. Hay que calcular los gastos necesarios para su ejecución y argumentarlos ante una comisión de rigurosos expertos, valorar los posibles riesgos y, sobre todo, ser capaz de dar una respuesta exacta a la pregunta: “¿Para qué lo está haciendo?” De modo que, además de la financiación, los jóvenes obtienen algo mucho más valioso, como es la sensación de poder cambiar algo en la vida de la universidad, ciudad o incluso, por qué no, de su país. Esto es algo mucho más importante que el dinero.

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