El síndrome de Kamchatka

“No he sido yo la que ha elegido a Kamchatka, sino que ha sido Kamchatka la que me ha elegido a mí, por eso mi misión consiste en mostrársela a la gente”, empieza a contar Irina Dalétskaya, una elegante y guapa mujer, a la que es muy difícil imaginar inmersa en las salvajes condiciones de vida del Norte, luchando contra la ventisca y las fuertes heladas.

“Es un territorio único, salvaje y primitivo. Creo que nuestro planeta era así cuando nació la vida”, sigue Dalétskaya con pasión. “Es una especie de museo a cielo abierto, sólo que es muy complicado llegar a algunas de las piezas expuestas, porque se necesita un helicóptero”.

Incluso durante su etapa de estudiante en la facultad de geología de la Universidad de Kíev, Dalétskaya soñaba con viajar a Kamchatka. “En las pocas fotos disponibles en aquella época, esta tierra fantástica me sorprendía y se convirtió en un sitio que me atraía como un imán”. Tras recibir su primer salario importante en una expedición a las zonas cercanas al Polo Norte, Irina fue al encuentro de su sueño junto con una cámara de fotos.

En este viaje conoció al vulcanólogo y doctor en ciencias Alexánder Sviatlovski, que valoró muy positivamente la capacidad de la joven geóloga para reflejar la belleza de la naturaleza en sus lacónicas fotos. Sviatlovski incluyó a Dalétskaya como fotógrafa de la expedición que había creado para producir el álbum de fotos “Los volcanes activos de Kamchatka”. Irina estuvo trabajando allí al lado del destacado fotógrafo soviético Vadim Guippenréiter, que se convirtió en su maestro.

“Cuando trabajé junto a Guippenréiter en los mismos sitios, desde el mismo helicóptero, mi objetivo consistía en elaborar mi propio estilo. Es muy complicado estar al lado de un maestro y buscar nuevos enfoques sobre el mismo objeto, pero de una manera personal”.

El tiempo ha confirmado la capacidad de Irina para poder alcanzar este objetivo. “Me parece que Dalétskaya es la única que ha podido encontrar un estilo propio a la hora de fotografiar Kamchatka”, comparte el fotógrafo Vladímir Zýkov, “Ella encuentra magistralmente la perspectiva y además es sumamente original”.

Hablando de las particularidades que conlleva la fotografía de la naturaleza salvaje y poco accesible, Dalétskaya subraya que a veces detrás de una imagen hay varios años de trabajo, con varios vuelos en helicóptero. Si el guión planeado para una determinada foto no se puede llevar a cabo, el siguiente intento queda para el año que viene.

"Por ejemplo, en 2008, después de intentarlo durante varios años, pude captar el momento exacto de la erupción del volcán Karymski, que había estado “callado” durante 5 meses. Después de un duro día de trabajo,a causa del frío, el viento y una mochila de 20 kilos, pasamos una noche a oscuras, con toda la técnica preparada, sin quitar la vista del volcán y esperando su erupción, que podía no llegar a ocurrir. Karymski se despertó a las 4 de la madrugada iluminando el cielo con una erupción brillante producida por rayos que se forman debido a la fricción de partículas de cenizas. La erupción duró algo menos de un minuto, y al día siguiente el volcán volvió a quedar callado durante mucho tiempo".

Dalétskaya trae de cada una de sus expediciones unos 3 ó 4 “premios gordos” de este tipo, obras maestras que se obtienen debido a un cúmulo de circunstancias naturales difíciles de repetir. “Estas imágenes no son milagros de la óptica o del ordenador sino una combinación de objetos únicos de la naturaleza junto con rarísimos estados de la atmósfera. Los fenómenos naturales superan muchas veces todos mis sueños y planes”, confiesa Dalétskaia.

En sus múltiples expediciones Dalétskaya ha creado ya un plan preciso acerca de la forma en la que quiere enseñar Kamchatka a sus espectadores. “Tiene que ser un álbum que conste de este tipo de “grandes premios”, que todavía no se hayan convertido en tópicos y que constituyan todo un acontecimiento en la geografía”.

Para no infringir la integridad de su plan, antes de publicar el álbum Dalétskaya se negó a colaborar con “Cobris”, una prestigiosa agencia fotográfica, incluso en los tiempos difíciles de la perestroika. “Durante la perestroika no tenía prácticamente de qué vivir, como tantos otros, pero lo hice conscientemente, para preservar la exclusividad del material”.

“Pago por trabajar, y no al revés”, sonríe Dalétskaya irónicamente. “Todo el mundo gasta dinero en coches, casas o cruceros, mientras que yo tengo que invertir todos los medios posibles e imposibles en la realización de mi proyecto. Es el proyecto de mi vida y me gustaría demostrar que Kamchatka es una obra maestra de nuestro planeta”.

La fotografía creativa implica para Dalétskaya sorprendentes momentos de fusión con la naturaleza salvaje. “Un día, cuando estuvimos haciendo fotos, se nos acercó una osa con sus oseznos. El guardia se puso alerta. La osa bufó ordenando a los oseznos que se sentaran cerca de nosotros, y fue a pescar. Las crías, obedientes, se pusieron a jugar entre sí, sin moverse del sitio, y estábamos encantados de protegerles del oso macho mientras la madre estaba pescando”. (Los osos machos son caníbales y suponen un peligro serio para los oseznos – Nota de la redacción ).

Según Dalétskaya, hay osos con personalidades muy diferentes, al igual que las personas. Los guardabosques y los fotógrafos les ponen apodos en función de su comportamiento. “Por ejemplo, uno de los osos, que buceaba más profundamente que sus compañeros fue bautizado como El Buzo”, cuenta Dalétskaya. “Esta cualidad se convirtió en la ventaja competitiva que le permitió no pasar hambre mientras el resto vagaba esperando que apareciera el pescado”.

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