La música de una vida

Denís Matsuev. Foto del servicio de la prensa

Denís Matsuev. Foto del servicio de la prensa

Denís Matsuev tine 35 años y es un virtuoso pianista. Antes de un noche de estreno recuerda varios episodios de su vida. Inmediatamente después del golpe de 1991 se mudó a Moscú para estudiar , era un momento en el que las tiendas se encontraban vacías y había una incertidumbre total. Sin embargo, existía “Spartak”,un club de fútbol moscovita…

Denís Matsuev está sentado en una mesa de roble de un bar inglés en el centro de Moscú. Va vestido con ropa informal, aunque es igual de carismático que cuando se encuentra vestido de frac frente a un piano de cola en un concierto. Le gusta prestar atención a los detalles. "¿Podría bajar el volumen de este altavoz para que no interfiriera con el grabador?”, le preguntó a la camarera. A Matsuev, actualmente inmerso en el proceso de grabación de un nuevo disco, aún ahora le preocupa la calidad del sonido.

Conversamos sobre su próxima gira por los Estados Unidos, actuará en Boston, Baltimore, California y San Francisco. Matsuev se siente entusiasmado por volver a estar frente al público norteamericano. "Siempre me siento feliz por ir a los Estados Unidos. El solo hecho de subir al escenario hace que el concierto se convierta en un gran festejo".

El pianista de 35 años ofrece 160 conciertos al año y ni siquiera puede recordar exactamente cuántos discos ha lanzado (18 ó 19). La crítica lo define como un “virtuoso en la más grandiosa de las tradiciones rusas” (Gramophone), “el nuevo Horowitz” (The Times) o incluso “un oso en escena” (La Scena Musicale). Parece no importarle esta última definición.

La historia de su éxito global comenzó hace 33 años en la ciudad siberiana de Irkutsk, cuando con tan 3 años de edad, se acercó a un piano por primera vez, alcanzó sus teclas y, aún sin poder verlas, repitió con sólo un dedo la melodía que acababa de escuchar en el pronóstico meteorológico de la televisión.

“El ambiente en mi hogar era completamente musical”, recuerda Matsuev. “Mi madre enseñaba en el instituto pedagógico y en la escuela de música. Mi padre, pianista y compositor, era el jefe de la división de música en la escuela de teatro y también trabajaba en una escuela de música. Escuchábamos música de manera constante, tanto en grabaciones como en vivo; mis padres tocaban instrumentos e incluso organizaban conciertos en casa".

Matsuev también se siente orgulloso por haber sido capaz de derribar las ideas acerca del niño prodigio que debía ser. “Es cierto que tengo un excelente oído para la música. Puedo coger cualquier canción en un segundo y aprender cualquier sonata en unos pocos días, pero nunca he ensayado durante diez horas. Era un niño completamente normal: jugaba al hockey, al fútbol y me he fracturado el brazo varias veces", agregó.

De hecho, el fútbol casi le aparta de su carrera como músico. En abril de 1991, una delegación de la fundación de beneficencia “New Names” llegó a la ciudad en búsqueda de jóvenes talentos. Matsuev era un estudiante de la escuela de música Irkutsk y no tenía prisa por participar de las audiciones. Este niño, de apenas 14 años, estaba entrenando seriamente para las categorías inferiores del equipo de fútbol de Irkutsk.

“Tuve una espantosa discusión con mis padres a causa de este tema", señala Denís, entre risas. "Ellos me decían: 'Vamos, ve y toca algún preludio de Rachmaninoff… y luego podrás continuar con tu entrenamiento’. Al final, me convencieron. Llegué a la prueba todavía exhausto por el entrenamiento y toqué para ellos. Los miembros de “New Names” me seleccionaron para ir a Moscú. Aunque, por alguna razón, no los tomé en serio y les dije ‘De acuerdo. Muchas gracias’ y volví a jugar al fútbol”.

La heroica mudanza a Moscú

Seis meses después, Matsuev llegó a Moscú gracias a la invitación de la fundación para participar en la grabación de “Morning Star”, un programa sobre niños con talento. Asimismo, superó una prueba en la principal escuela de música moscovita. De modo que una semana después se tuvo que enfrentar a una difícil decisión.

“No había oportunidades para un músico en Irkutsk. Moscú era la única posibilidad no sólo de ser reconocido, sino de, simplemente, realizar conciertos en escena. Sin embargo, la mudanza significó una tragedia para mí. Corría el año 1991, era un otoño húmedo y ventoso, y hacía poco tiempo había ocurrido el Golpe de estado de agosto. La Unión Soviética se hacía añicos frente a nosotros, los negocios estaban vacíos, había una incertidumbre total y mucho miedo. De pronto, alguien me decía que necesitaba mudarme a Moscú desde Irkutsk, donde la vida era muy familiar y donde uno tenía sus amigos, su escuela y sus chicas. No entendía por qué debía abandonar todo esto." Entonces Matsuev se convirtió en hincha del Spartak de Moscú. “Cuando mis padres me anunciaron que podíamos ir a ver partidos de fútbol en Moscú, todo cambió para mí.”

Si uno le pregunta a Matsuev cuál es el secreto del éxito, responde automáticamente que el 80% le corresponde a sus padres. “Piénselo un momento: abandonaron todo lo que tenían en Irkutsk y se mudaron a un apartamento alquilado en Moscú, donde limpiaban, cocinaban e incluso ¡ensayaban conmigo! Naturalmente, no existía garantía alguna de que yo triunfara —yo sólamente estudiaba en la escuela de música—. Esto fue puro heroísmo. Mi abuela vendió su apartamento de Irkutsk en secreto y me dio 18.000 dólares ‘para que nos asentáramos’. Con este dinero, pudimos alquilar nuestro apartamento.”

Lo primero que hizo Matsuev en Moscú fue ir a ver un partido de su equipo de fútbol favorito. Durante un tiempo, no se perdía ni un partido. "Cuando el Spartak ganó su primer torneo en 1992, una multitud de seguidores rompieron el cordón policial y saltaron al campo para alentar a los jugadores. Corrí hacia el campo con ellos y toqué la portería. Para mí fue un momento de extrema felicidad." Sin lugar a dudas, esta no fue la única fiebre emocional que experimentó. Matsuev y sus compañeros de la fundación “New Names” comenzaron a realizar gran cantidad de giras. Matsuev actuó en la sede de la OTAN, en el palacio de Buckingham, en las Naciones Unidas y en el edificio Carnegie Hall. También lo hizo ante la reina de Inglaterra y el Papa. “Fue allí cuando entendí que la música podía convertirse en mi profesión.”

Finalmente, Matsuev se convenció de que podía llevar adelante una carrera como músico tras ganar el “Concurso Internacional Tchaikovski” en 1998. Entre las personas que felicitaban al joven ganador, se encontraba el legendario compositor británico Andrew Lloyd Webber, a quien Matsuev ya había conocido unos años antes. “Me envió un fax que decía: ‘No tenía la menor duda”.

Abriendo puertas a jóvenes músicos

Desde 2008 es presidente de la Fundación “New Names”, la misma que le abrió las puertas. Ahora él es el encargado de ayudar a jóvenes con talento. Sin embargo, el futuro de la música clásica le preocupa mucho. “Las posibilidades de que un joven talento haga una carrera por sí solo son casi nulas. Resulta más rentable para los representantes convocar a alguien famoso, seleccionar piezas musicales famosas, vender la sala, cobrar el dinero e irse a casa. Existen muy pocas personas dispuestas a invertir dinero en jóvenes sin saber siquiera si lo van a perder o no."

Matsuev actúa como defensor de estos jóvenes músicos. En 2005 Organizó el Festival Crescendo y convocó a estudiantes sobresalientes a participar en él. “En aquel entonces muchas personas decían que la escuela rusa de música estaba virtualmente muerta, pero nosotros les demostramos que no era cierto.”

Hace algunos años, tras un concierto en París, el nieto de Serguéi Rachmaninoff, Alexánder, se acercó al camerino de Matsuev y le sugirió que interpretara algunos de los trabajos no conocidos de este gran compositor. Rachmaninoff había escrito estas piezas mientras estudiaba en el conservatorio moscovita y se las envió a Tchaikovski. Posteriormente la secretaria de este perdió los escritos. “Los grabé en el piano de cola de Rachmaninoff en su finca francesa. El disco tuvo mucho éxito y así comenzó nuestra cooperación con la Fundación Rachmaninoff. Para el año 2012 tenemos un proyecto con la Orquesta de Filadelfia, con quien Rachmaninoff grabó la mayoría de sus piezas.” Al preguntarle sobre si todavía tiene sueños por cumplir, Matsuev gustosamente respondió: “Que nunca acabe esta locura”.

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