Conversaciones con Evgueni Shestakov: Reformas rusas

Alejandro II. Foto de ITAR_TASS

Alejandro II. Foto de ITAR_TASS

La tragedia de los reformistas rusos radica en que sus contemporáneos nunca los comprenden. Las reformas nunca resultan populares ya que implican la ruptura con las instituciones tradicionales a las que la gente se ha acostumbrado. En ello subyace una cuestión psicológica: el temor a un futuro incierto.

Evgueni Shestakov: El 3 de marzo de 1861, el emperador Alejandro II abolió la servidumbre en Rusia. ¿Cuánto ha avanzado Rusia en estos 150 años? ¿Cree que la decisión ayudó al país a encontrar un nuevo camino de desarrollo?

Denís Sekirinski: Debemos recordar que las reformas de Alejandro II no se limitaron a la abolición de la servidumbre, sino que también reformó las administraciones rurales y municipales, el poder judicial y el ejército. Por ejemplo, uno de los elementos claves de su reforma judicial fue la introducción del principio acusatorio en las audiencias judiciales y del juicio por jurados, cruciales para el desarrollo de las instituciones tanto estatales como públicas en Rusia, ya que facilitaron un mayor sentido de identidad y una mayor conciencia ciudadana. De modo que, en su conjunto, las Grandes Reformas ayudaron definitivamente a que Rusia se desarrollara en una nueva dirección.

Evgueni Shestakov: ¿En qué grado puede decirse que más de 400 años de servidumbre y absolutismo crearon un deseo innato en los rusos de ser gobernados por una “mano dura” y de creer en un “buen zar”? ¿Es cieto que existe mentalidad de siervo?

Denís Sekirinski: Este es un asunto muy serio. Si bien se ha investigado mucho, el tema de la identidad rusa continúa ampliamente inexplorado. Es cierto que, hasta cierto punto, las prácticas y los estereotipos sociales han presentado cierta resistencia. Sin duda, Rusia cuenta con una fuerte tradición autocrática. Sin embargo, dudaría antes de utilizar la frase “mentalidad de siervo”. Hablar de la atracción de la gente por una “mano dura” es equivalente a afirmar que no están preparados para la democracia, la libertad, etc. Por el contrario, los desarrollos actuales son, en verdad, un resultado del síndrome postimperialista sumado a un complejo de inferioridad.

Evgueni Shestakov: Alejandro II fue asesinado por terroristas antes de que pudiera ver sus reformas implementadas por completo. Posteriormente, su hijo lanzaría contrarreformas para deshacer el trabajo de su padre. ¿Es cierto que el reinado de grandes reformistas siempre es seguido por períodos de reacción y estancamiento? Si asumiéramos que las reformas de principios de los noventa liberaron a ciudadanos de toda la antigua Unión Soviética, ¿pueden describirse los acontecimientos de los últimos diez años como contrarreformas?

Denís Sekirinski: Comencemos por lo que sucedió antes de que se iniciaran las Grandes Reformas de Alejandro II. La Guerra de Crimea de 1853-1856 culminó en una humillante paz para Rusia, que en ese momento se veía a sí misma como una potencia mundial. Por un lado, perdió el derecho de desplegar su flota en el Mar Negro así como el acceso al Mediterráneo. Esa amarga derrota funcionó como un catalizador de la reforma. Al mismo tiempo,la revolución industrial estaba en pleno auge en Europa, y con ella surgían profundos cambios sociales. Fue durante dicho período cuando Rusia logró comprender que la modernización económica no es posible sin la modernización de las relaciones sociales.

Lo trágico de los reformistas rusos es que sus contemporáneos nunca los comprenden. Las reformas nunca resultan populares ya que implican la ruptura con las instituciones tradicionales a las que la gente se ha acostumbrado. En ello subyace una cuestión piscológica: el temor a un futuro incierto. Por último, siempre existe una brecha entre los objetivos de las reformas y la evaluación de sus resultados. Dicha brecha tuvo consecuencias trágicas en el caso de Alejandro II.

Las reformas son un modo de encontrar una respuesta adecuada a los desafíos modernos. Generalmente tienen su origen en grandes colisiones, crisis y guerras. En algunos casos, terminan con la superación de la crisis, como el New Deal de Franklin D. Roosevelt que ayudó a superar la Gran Depresión de 1929. Mientras que otras reformas sólo sirven para agravar la crisis y, algunas veces, culminan en una revolución.

En mi opinión, la perestroika de Mijaíl Gorbachov supuso el comienzo de un nuevo ciclo reformista en Rusia , antes de las reformas concretas de la década de 1990. Al percatarse de que la modernización económica era imposible sin reformas sociales y políticas, Gorbachov utilizó la glásnot para movilizar a grandes masas sociales, para despertar al pueblo. En resumen, fue Gorbachov quien liberó a la sociedad rusa. Sin embargo, era demasiado tarde: las reformas habían sido necesarias desde hacía mucho tiempo.

Las reformas de la década de los noventa fueron muy dolorosas para la sociedad. En tiempos de grandes cambios la vida se hace extraña, impredecible y, por momentos, peligrosa. Esta impredecibilidad hace que la gente tienda a recordar el pasado como un tiempo de estabilidad y orden público, lo cual rara vez es cierto. Por ende, puede decirse que la política de la década pasada, en algún sentido, fue una respuesta a esta necesidad.

Denís Sekirinski es el secretario académico del Comité Nacional de Historiadores Rusos.

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