Hay que estar alerta y ser pesimista

Misha Most

Misha Most

“Za-chem?” (“¿Para qué?”). Si leéis esta palabra en el muro de un edificio moscovita, podéis estar seguros de que ahí ha estado Misha Most. Pero el graffitero tiene más preguntas que el “¿Por qué?” o “¿Para qué?”

Voy de visita a la casa de Misha Most y me sorprende que viva en una zona tan elegante: a la izquierda está la embajada de Estados Unidos, enfrente, la Casa Blanca. La dirección correspondiente me conduce hasta un alargado edificio amarillo que parece un barco naufragado. Misha Most me dirige hasta el guardia de seguridad, omnipresente en Rusia. Hay un cuaderno abierto en el que Misha anota mi nombre y la hora de llegada.

En la segunda planta me lleva por un pasillo largo con muchas puertas, unas enfrente de otras, como en una residencia soviética. Estuco desconchado en el techo, el parqué remendado con tablas y trozos de cartón. Sin embargo, las puertas tienen tiradores de acero pulido. “Bienvenida a mi casa”, dice Misha. Veo una habitación enorme con un techo de cinco metros de altura. No me lo esperaba. La ventana ocupa una pared entera y tiene unas vistas impresionantes.

Misha Most, de 29 años, está en medio de la sala, alto, delgado, con el pelo castaño despeinado y una camiseta manchada de tinta verde. “Si miras por la ventana se ve la embajada americana. Están viendo la tele constantemente”, dice. Lógicamente, Misha carece de tele, como cualquiera que se considere artista o una persona creativa. Evidentemente, él forma parte de este grupo. Hace mucho que se ha pasado de los muros a los lienzos.

Sus cuadros están expuestos en importantes galerías de arte moderno de Moscú, San Petersburgo o Perm. Sin embargo, también en Kiev, Bakú y en Europa Occidental saben quién es Misha Most. Acaba de llegar de Bolonia, donde expuso sus obras junto con otros once pintores en la feria de arte “Arte Fiera”.

Con sus obras, pretende provocar una reacción. En casi todas, tanto en las que están en la calle como en las de las galerías, hay un mensaje social y político implícito.

Hace diez años surgió el lema de Most, “Za-chem?“, que significa simplemente ¿”Por qué?” o “¿Para qué?”. El pintor está convencido de que el porqué de las cosas es una pregunta que cualquier persona debería plantearse mucho más a menudo. Por ejemplo, si volviese a ser demolido algún edificio considerado monumento histórico, tal y como pasó muchas veces durante la alcaldía de Luzhkov en Moscú, podríamos estar seguros de que en los alrededores no tardaría en aparecer otro “Za-chem?” escrito.

El futuro de la humanidad también preocupa al artista. Su eslogan “No future forever” (“No hay futuro eternamente”)tiene que ver con el movimiento “No-future” aparecido a finales de los años setenta: “Voy a demostrar que el tiempo del pesimismo no se ha terminado, quizás no se termine nunca mientras la gente no recapacite de una vez por todas y no se dé cuenta de lo que está haciendo”. Sus pintadas van en contra de la corrupción, la contaminación del medio ambiente y el terrorismo. Most critica a la sociedad cómoda, la que hace la vista gorda de todo. Desenmascara a los poderosos que sólo piensan en el beneficio propio. Confiesa que ya desde muy joven empezó a interesarse por la política. “Hay un proyecto de ley que va a poner los graffiti con trasfondo político bajo sospecha de instigación al pueblo. Antes sólo podían inculparte de vandalismo, sin grandes multas”.

Most llevó a Italia una obra sobre el artículo 31 de la Constitución rusa, que garantiza el derecho de asamblea. Esta cifra se ha convertido en un símbolo para las personas que se reúnen los días 31 de cada mes en el centro de Moscú. En la mayoría de los casos, las manifestaciones acaban con la detención de los manifestantes. Most escribió la cláusula sobre un enorme lienzo y luego la pintó por encima varias veces, de manera que ya no se puede reconocer casi nada.

¿Participa él mismo en las protestas? “Me parece bien que lo hagan los demás. Pero yo me dedico al arte y espero que esto llame la atención de alguien y le instigue a pensar, antes de que las fuerzas del orden lo tapen todo con una capa de pintura”.

Misha cree que su arte será comprendido. Hace un par de años vio en su exposición a dos señoras “de 50 y pico años, no exactamente el público que tengo como objetivo”. Resultó que eran profesoras de arte. “Los estudiantes que tienen profesoras así tienen suerte”, dice Most. El arte ha sido demasiadas veces entendido como mero dibujo, algo mecánico. La cabeza no se utiliza. En Occidente la gente es más abierta”.

Most vive en un experimento hecho realidad: su casa fue construida en 1928 como “un experimento constructivista“, desde las formas hasta los materiales o los principios de vida. Hoy en día aquí se respira la atmósfera de una casa habitada por actores, fotógrafos y pintores como Most, que trabajan creando un mundo nuevo para que “No future forever” deje de ser un tema de actualidad algún día.

No se da nada por supuesto: “ ¿por qué? es una pregunta que cualquier persona debería plantearse mucho más a menudo”.

Misha Most nació en Moscú en 1981, con 16 años descubrió el arte del graffiti. En 1999 funda el grupo “Crew Zachem” con el que se hace más conocido, entre otras cosas, por la exposición de 2000 en Moscú. En 2005 Misha Most termina sus estudios de profesor de geografía e inglés. Su proyecto fin de carrera ha sido dedicado a la protección del medio ambiente. En 2006 Most se consagra en el mundo del arte con una exposición sobre el graffiti y el arte callejero en la Galería Tretiakov de Moscú, en la que se exponen algunas de sus obras. Siguen las exposiciones en San Petersburgo, Kiev y Bakú. En 2011 las obras de Most han sido expuestas por primera vez en el extranjero, en la Feria del Arte de Bolonia.

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