Andréi Konchalovski: “Vamos al abismo en tranvía”

Andréi Konchalovski. Fotos de Elena Aguéieva

Andréi Konchalovski. Fotos de Elena Aguéieva

Los espectadores han podido ver sus películas realizadas en la Unión Soviética y en Rusia en el curso de los últimos cincuenta años, desde el clásico “Primer maestro” (1965) hasta el ultramoderno “Glianets” (“Gloss”) estrenada 2007. Sin embargo, Andréi Konchalovski se mostró como un filósofo más que como un cineasta en los encuentros que mantuvo con el público inglés. Utilizó con destreza citas de Rousseau y Saint-Simon, Dostoievski y Gertsen, Fellini y Huxley, polemizó con los nuevos teóricos de la cultura y reflexionó seriamente sobre la barbarie, la imposibilidad del progreso y el lugar de Rusia en la civilización contemporánea.

Andréi Serguéievich, a causa de su extensa filmografía, ¿cuáles fueron los criterios para la elección de películas en la exposición de Londres?


Todo lo casual es legítimo. Yo elegí aquellos filmes que me vinieron a la cabeza pero al mismo tiempo tenía en cuenta que eran necesarias películas de distintas épocas. El año pasado tuvo lugar una gran restrospectiva mía en París, que se llamó “Rusia con los ojos de Konchalovski”, en la que comprendí que todos mis filmes producidos en Rusia y en la Unión Soviética reflejan de algún modo la situación de la sociedad, aunque nunca he realizado películas políticas.

¿Entonces, cómo califica usted a “Primer maestro”?


“Primer maestro” no es una película política. Sí, tiene una formulación política, pero por su contenido atañe al ser humano y a la tragedia de la condición humana.

¿Qué épocas de la historia rusa están presentes ante los espectadores en Londres?


Una película es pre-revolucionaria: “El Tío Vania”. “Primer maestro” es la revolución aunque transcurre en Asia Central, pero Asia Central y Rusia son hermanas mellizas. Y ya que me permitieron exhibir sólo cuatro filmes, elegí también aquello que los ingleses no habían visto y resultó que eran las películas que reflejan la dialéctica de la sociedad rusa. “La casa de los bobos” es la perestroika y la guerra en Chechenia a la que declararon antirusa, pero aquí los chechenos no están presentados como bandidos sino como gente con derecho a equivocarse, como simples gentes. Y, por fin, “Gloss”.

¿Representa “Gloss” a la Rusia actual?


Digámoslo así: “Gloss” muestra lo que ocurrió en Rusia en cuanto los rusos sintieron la fuerza del dinero. En la Rusia pre-revolucionaria había dinero, en la Unión Soviética desapareció. Había solo lo que estaba en el bolsillo. No como ahora: bancos, créditos… El dinero ha vuelto a aparecer, la gente sintió su poder y al “homo sovieticus” se le voló el techo.

¿Como es este “Homo sovieticus”? ¿Es un tipo de humano especial?


En esencia es el hombre ruso pero lo dirige la mentalidad soviética: “¡Conseguirlo!”. El occidental e incluso el ruso pre-revolucionario no tenían este deseo porque no existían las profundas carencias que había bajo el poder soviético. Tan sólo había dos restaurante en todo Moscú.¿Cuántos hay ahora? ¿Y cuál elegir? La libertad también genera problemas: el problema de la elección. “Gloss”, en un determinado sentido, es una película acerca de la caída. Es la decadencia en un estado bárbaro. No es el imperio romano, sino “antes” o “después”. Pensé en una comedia y resultó ser una sátira negra. Al principio parece cómico pero luego se convierte en terrible. No sé si los ingleses lo comprenderán.

¿Los franceses o los rusos lo comprendieron?


No lo sé. La gente en la que confío la calificó así: “Conmocionante y repugnante”, “conmovedora pero horrible”. Estoy satisfecho de que este filme hiera. Una película así no puede dejar de herir.

Cualquier retrospectiva es un intento de mostrar y reflexionar sobre el camino de la creatividad. ¿Qué camino ha seguido usted? ¿La evolución directa, el progreso o uno circular por el que usted ha retornado permanentemente a las mismas preguntas?


¿Qué? ¿Usted misma cree en el progreso?

No.


¿Entonces por qué utiliza esa palabra? La usamos en un contexto anticuado, en el contexto de los positivistas europeos, Rousseau, Saint-Simon… No creo en el progreso, creo en la evolución. John Gray, un filósofo inglés, dice que las tecnologías son acumulativas y que el progreso existe en la ciencia. Pero la ética no es acumulativa, no se acumula. Es decir, la ética humana no puede moverse hacia el progreso y el hombre queda para siempre mitad animal y mitad ángel. Estos instintos animales en conjunción con las necesidades de un ideal inherentes al ser humano dan como resultado lo que se llaman “humanidades”. Pero en cualquier momento, cualquier logro en el ámbito de la ética puede desplomarse. Nosotros estamos condenados siempre a encontrarnos en el límite de la caída de los ideales y pensamientos éticos. Barbarie o civilización… Nos desplazamos de uno al otro y viceversa.

¿Y dónde nos encontramos ahora?


La civilización europea ahora desciende a la barbarie contemporánea, es decir a la caída de la ética, de los hábitos morales, a la superioridad del dinero, a la desaparición de los logros en pintura, música, cinematografía; en todo.

¿Y usted también forma parte de la barbarie?


¿Y adónde me voy a meter? Casi todos mis espectadores han muerto. No lo dije yo, es una frase de Fellini. Una vez, iban Bondarchuk (director soviético) y él caminando por Roma tras el almuerzo. Entraron en un cine. Mostraban una película de Fellini y había dos personas. Bondarchuk entonces preguntó: “¿dónde están los espectadores?” “Mis espectadores han muerto”, respondió Fellini. Es un hecho objetivo. Todos temen reconocerlo, cómo temen reconocer la existencia del calentamiento global o que la codicia humana debe ser limitada por el estado. Descendemos a la barbarie.

¿Cómo salir de ella?


No hay recetas.

¿Pero la belleza no salvará al mundo? ¿Qué será entonces de Rusia?


Todos estos interrogantes sobre el futuro de Rusia son secundarios. Rusia se encuentra en la periferia de la civilización europea y debido a nuestro provincianismo tenemos muchas ganas de ser occidentales, nos esforzamos con todas nuestras fuerzas: coches caros, ropa, todo sobre lo que yo filmé en “Gloss”. Pero nosotros copiamos la forma. La esencia de Occidente, es decir, sus valores éticos que ahora también están sometidos a la corrosión, quedan al margen de la conciencia rusa. Por eso una secretaria rusa quiere cobrar como una occidental y trabajar como una rusa.

¿Pero será posible comprender que la imitación de Occidente no es el camino correcto para Rusia?


Correcto o no, es imposible señalarle a Rusia el camino. El ser humano aprende de sus errores, el estado también. De todos modos imitar es incorrecto. Me parece que Rusia tiene un potencial colosal pero para que este potencial aparezca y sea utilizado es preciso un cultivador de muy elevado nivel.

Es decir, ¿pese a todo hay posibilidades?


Rusia se encuentra en la periferia de la filosofía occidental judeo-cristiana, pero eso no hace que evite el camino hacia la crisis de los países occidentales. Huxley señalaba que el Occidente marcha hacia la crisis en “Rolls-Royce” y los rusos en tranvía. En la medida que vamos en tranvía, tenemos todavía algunos valores del siglo XIX: amor al teatro, a los libros, se lee, se discute, se habla sobre el sentido de la vida. ¡Hace tiempo que sobre estas cosas no se habla en Europa! ¡Ya en tiempos de Gertsen y Dostoievski no hablaban! Hablan sólo de dinero. Pero en Rusia quedó la necesidad de cosas espirituales, que no penetra en toda la sociedad pero es muy fuerte. En virtud, precisamente, de que estamos atrasados es que somos fuertes.

¿Cree que Rusia necesita la democracia?


No existe en Rusia un movimiento hacia la democracia. Simplemente porque hace varios siglos en Rusia no se consolidaron las premisas para la creación de la burguesía. La burguesía no es sólo la canasta del consumo, sino la que tiene conciencia de la necesidad de independencia política con respecto al estado. La burguesía europea se contrapuso a las monarquías. De aquí el parlamento, los lores, los gremios, la república florentina, las ciudades, el derecho de Magdeburgo y miles de otras cosas que en Rusia no existieron. Los capitalistas rusos dependían del zar. No necesitaban libertad política. Hoy tampoco la necesitan. En cuanto uno reclamó esa libertad política cayó preso (Jodorkovski). Por eso no hay burguesía, sino oligarcas.

¿Pero es posible cambiar esto o tampoco aquí hay recetas?


Pienso que es una situación muy interesante. Hay que comprender qué constituye un valor en la sociedad rusa, en la mentalidad rusa, para incidir en este código cultural. Es necesario un adoctrinamiento, es preciso un lavado de cerebro. En Europa el lavado de cerebro ocurrió en el curso de muchos siglos, desde que apareció Lutero, pero en Rusia hay que comenzar desde cero.

¿Aprender de Occidente? Usted pasa tiempo en Europa, en Inglaterra, sus hijos estudian allí, ¿usted quiere inculcarles estos valores?


Sí, en Inglaterra es muy importante el respeto a la personalidad. Quisiera que mis hijos se educaran allí donde existe un determinado igualitarismo en las relaciones entre la gente.

Pero este elevado respeto a la personalidad y al individuo conduce a una demencial soledad, al fin y al cabo. Sin duda.

¿No lo teme?


No, no lo temo. El ser humano es solitario, sólo que él mismo no lo comprende.

Dialogó María Pasholok

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