Foto de Ury Kózyrev
Una mañana de fin de semana, seis jóvenes ataviadas con coloridos vestidos y pañuelos en la cabeza esperan que un autobús las recoja en su campus, el Centro Islámico de Educación y Ciencia de Majachkalá, capital de Daguestán. Las estudiantes de primer año, serias y en silencio, se preparan para una visita a un sheikh (estudioso del Islam) y un ritual de sufismo.
Su religión es una corriente moderada del Islam que el Kremlin ha empezado a alentar, y subvencionar, en un esfuerzo por combatir el extremismo y los conflictos marcados por las bombas suicidas y los asesinatos de policías, alcaldes y líderes religiosos en Daguestán y otras repúblicas del Cáucaso norte.
El gobierno financia la educación de líderes y profesores religiosos moderados en siete universidades islámicas de Moscú, Tatarstán y Bashkortostán, y en cuatro repúblicas del Cáucaso Norte, incluida Daguestán.
El Fondo del Kremlin para el apoyo a la cultura, la ciencia y la educación islámicas invertirá más de 10 millones de euros al año en programas educativos, becas y publicaciones. En la universidad de las jóvenes, el rector tiene claro el objetivo: propagar una forma de Islam aceptable para el gobierno. Además de asignaturas islámicas, los 1.500 alumnos del centro estudian Periodismo, Economía, Historia del Estado o Derecho.
Pero según defensores de los derechos humanos, la creación de una versión oficial del Islam no pondrá freno al extremismo. “Las autoridades tienen que hacer un esfuerzo por escuchar a todos los líderes religiosos, y no sólo a aquellos que les son leales”, afirma Tatyana Lokshina, de Human Rights Watch Rusia.
No obstante, no todas las universidades islámicas de Daguestán quieren financiación de Moscú. A unos 240 kilómetros al sur de Majachkalá, en un pueblo con 5.000 años de antigüedad, la comunidad de Gubden ha sobrevivido a los cambios políticos. Ha reconstruido su madraza (escuela coránica) con dinero de los imanes y creyentes, que contribuyen con sus negocios para mantener la independencia económica de las escuelas y financian su propio cuerpo de bomberos. El año pasado la universidad perdió el permiso académico de las autoridades, pero sus cerca de 500 estudiantes no dejaron de ir a clase. “Lo único que queremos del estado es que nos deje en paz. Hemos enseñado a nuestros hijos el Islam durante siglos”, afirma el rector.
En opinión de Yuri Mikháilov, autor religioso, “Daguestán no puede resolver sus problemas usando sólo métodos policiales”, porque esto aleja a la oposición religiosa de la sociedad y la acerca a la guerrilla”.
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