Retórica y razón

El reciente acuerdo nuclear alcanzado entre Turquía, Brasil e Irán –además de las inminentes sanciones a la República Islámica- han llamado la atención de los políticos y analistas de todo el mundo. El programa nuclear de Irán -junto con el problema afgano y el conflicto entre Israel y Palestina- se ha colocado en el primer renglón de la agenda política mundial. Sin embargo, la cuestión iraní va más allá de las acusaciones de que Teherán busca la bomba nuclear.
Irán sigue siendo “el exportador de la Revolución Islámica”, apoya a una serie de grupos terroristas islámicos y es un firme enemigo de Estados Unidos e Israel. La web oficial de Ali Khamenei, reveladora de las ambiciones geopolíticas de Irán, define su cargo no como Rahbar (Líder Supremo de Irán) sino como Líder Supremo de los Musulmanes. La guerra del Líbano de 2006 y el enfrentamiento entre Israel y Hamás de diciembre de 2008 mostraron claramente el creciente poder geopolítico de Irán. En realidad, la impresionante victoria de Irán en 2006 –de hecho, la primera derrota militar de Israel desde la creación del estado judío- testimonia la capacidad iraní para librar una guerra indirecta exitosa contra sus enemigos. Los acontecimientos de diciembre de 2008 también demostraron que Irán no se limitará a la doctrina oficial chiíta según la interpretación de Ali Khamenei. Irán reclama un papel protagonista no sólo en la comunidad chiíta sino también en todo el mundo islámico. En consonancia con esto, brinda apoyo financiero no sólo al chiíta Hezbollah sino también al sunnita Hamás, tras revisar su ideología para abrazar ideas integradoras.

Sin embargo, regularmente se celebran en Irán elecciones presidenciales y parlamentarias muy competitivas, con resultados y consecuencias impredecibles. Fue lo que sucedió en las elecciones de junio de 2009 (los décimos comicios tras la revolución iraní de 1979), cuando la victoria de Mahmoud Ahmadinejad suscitó protestas masivas de los partidarios de su principal rival, el ex primer ministro Mir-Hossein Mousavi. Para Khamenei, las elecciones son una herramienta para promover los valores islámicos.

Los analistas políticos tanto rusos como occidentales se enfrentan a la difícil tarea de hacerse una imagen realista de un país que tiene un papel crucial en la resolución de cada uno de los problemas clave de Oriente Medio (Líbano, Palestina, Irak) y en la seguridad de Afganistán, Asia central y el Cáucaso. Para ello, es necesario dejar de pensar que la políticas exterior e interior de Irán están determinadas por intereses puramente ideológicos. Es verdad que Irán lucha permanentemente contra “el Gran Satán” (Estados Unidos) y la “Amenaza Sionista” (Israel). Pero, pese a toda su agresión y dogmatismo, la política iraní da indicios de moderación.

En muchas oportunidades, Irán ha demostrado que los intereses nacionales tienen prioridad sobre la pureza religiosa. De hecho, Irán, junto con Georgia, es la única “ventana al mundo” de Armenia, sitiada por Turquía y Azerbaiján. Otro ejemplo caucásico son las relaciones de Irán con el Azerbaiján musulmán (ambos países son predominantemente chiítas), que no siempre fueron fluidas tras la caída de la Unión Soviética. Las tensiones fueron el resultado de una variedad de factores, como los lazos de Azerbaiján con el rival estratégico de Irán, Turquía, el problema de la minoría azerí de Irán y el interés de Azerbaiján por Israel y el lobby israelí en los Estados Unidos como contrapeso de la influencia armenia.

Irán ha sido igualmente pragmático en el frente de Asia central. Fue en gran medida gracias a los esfuerzos de Irán que se firmó el primer acuerdo de alto el fuego entre los musulmanes y las autoridades seculares durante la Guerra Civil tayika de 1992-1997. Apoyar la estabilidad en Tayikistán, país de habla persa, resultó más importante para Irán que su proyecto islámico. En Afganistán, Irán también empleó el pragmatismo. Desde el comienzo mismo de la recuperación afgana, la Revolución iraní, junto con la participación de Occidente, ocupó el centro de la escena en ese proceso. De 2002 a 2004, la ayuda financiera iraní representó el 46,1% de los fondos asignados para la reactivación de la economía afgana, arruinada por años de lucha.

Las relaciones de Teherán con Moscú también ponen de manifiesto la polémica perspectiva de Irán. Los funcionarios iraníes suelen atribuir el problema checheno y la situación de Daguestán al radicalismo religioso del norte del Cáucaso ruso, que estaría causado no por los chiítas sino por el salafismo, muy extendido en Arabia Saudí, rival ideológico de Irán desde hace mucho tiempo. Al mismo tiempo, los grupos islámicos radicales (como Hezbollah), apoyados por Irán en todo el mundo, consideran que Chechenia es parte de la yihad global, al tiempo que ven a los extremistas religiosos del norte del Cáucaso como combatientes religiosos. Es esto lo que obstaculiza la cooperación estratégica entre Teherán y Moscú.

La política exterior iraní tiene múltiples niveles, en los que la retórica belicosa a menudo encubre razones pragmáticas y un comportamiento constructivo. En este contexto, centrarse en las sanciones no puede producir resultados efectivos. Pese a todas las diferencias que existen entre los políticos iraníes –Ahmadinejad, Mousavi y Rafsanjani tienen cada uno su propia y particular agenda-, han llegado a un consenso sobre la importancia de la independencia geopolítica de Irán. Tanto los conservadores como los liberales moderados quieren ver a Irán convertido en una superpotencia regional. Entretanto, existe el riesgo de que la presión exterior sólo sirva para unir a los iraníes sobre la base de la ideología patriótica. Por lo tanto, otra estrategia parecería más eficaz: hacer participar a Irán en importantes proyectos internacionales. La recuperación afgana parece el objetivo más urgente y realista. Ayudará a controlar mejor el comportamiento de Irán, a la vez que estimulará los recursos para su transformación interna. En este caso, se minimizará la amenaza externa y ello permitirá a los reformistas utilizar todo el arsenal de herramientas pragmáticas y constructivas de la política iraní. Es en este marco hipotético donde Irán podría revisar sus prioridades de política exterior.

Sergei Markedonov es el principal analista político especializado en el Cáucaso.

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