Chechenia después del OCT

Hace un año, el 16 de abril de 2009 en Chechenia fue levantado el régimen OCT (Operaciones Contra Terrorismo). Ramzan Kadyrov, presidente de la República Chechena de inmediato proclamó este día como fiesta nacional para los chechenos, así como el día de finalización de la guerra. Entre tanto, hoy, un año después de la supresión del OCT, la paz todavía no ha llegado a la república caucasiana. A 320 días del levantamiento de las operaciones contraterroristas (es decir por datos a principios de marzo de 2010), son 85 los agentes de las estructuras de seguridad muertos y otros 186 fueron heridos. No cesaron los atentados terroristas. Un mes después de la supresión del régimen especial en la república se sucedieron explosiones provocadas por terroristas suicidas. De 57 atentados y explosiones, ocurridos en Chechenia entre abril de 2009 y marzo de 2010, nueve fueron provocados por suicidas. Otro atentado suicida se logró impedir, de acuerdo con datos de los organismos de seguridad.

Entre tanto hoy es mucho más importante comprender si este enfrentamiento (así como otros combates, atentados o diversiones más pequeños) significa el fin de la presunta “estabilización” en Chechenia. Si esto es así, ¿vale la pena preguntarse sobre los plazos en que esto puede ocurrir? Si no lo es, entonces ¿cuáles son las causas por los que estos ataques terroristas pueden considerarse como condenados al fracaso? ¿Podemos hablar de una especie de “segunda respiración” de los separatistas en Chechenia o esto es sólo la agonía antes de la muerte? ¿Si no es la agonía, entonces bajo qué banderas ideológicas se consolidará la “resistencia” chechena? ¿Bajo la “bandera verde” del radicalismo islamista?

Por ahora “la guerra luego de la guerra” apenas ha demostrado un hecho totalmente evidente. Existen los descontentos por la acción de los poderes republicano y federal, por su política. No hay rating o eficiente campaña propagandística que pueda liquidar la insatisfacción por esta acción de los poderes, por cuanto siempre se encontrarán premisas para el rechazo de la política del poder. Sería el colmo de la superficialidad considerar que la política de “kadyrización” del poder liquidará todas las agudas contradicciones socio-políticas en la república. Todo lo que logró hacer Ramzan Kadyrov, tanto en el cargo de presidente de Chechenia como en el período de su práctico dominio del poder, ha sido lanzar el proyecto de “renacimiento nacional”. Fueron componentes de este proyecto la inclusión de los hasta ayer enemigos en órganos del gobierno y en las formaciones de milicianos, la gran autonomía política (en comparación con otras regiones), la subrayada intriga y la pretensión a la hegemonía sobre todo el Cáucaso. En el fondo de esta experiencia empírica que transcurrió en todo el período postsoviético (o es Ichkeria en sus dos variantes o son las campañas militares antiseparatistas, la elección no es grande), el proyecto de resurgimiento nacional de Kadyrov generó serias perspectivas y chances de éxito. En realidad, los enfrentamientos armados luego del cese del régimen CTO no redujeron estas chances.

El experimento estatal “Ichkeria” no es una realidad abstracta. Hay una experiencia empírica de construcción estatal (dos modelos de la misma). En 1991-1994 fue ejecutado el proyecto nacionalista laico y entre 1996 y 1999 la Chechenia de facto independiente se edificó apoyándose en las tradiciones islámicas (los tribunales shariat, la seguridad shariat, el código penal copiado del Código de Sudán de principios de la década de los 80). Ambos intentos no fueron exitosos tanto desde el punto de vista socio-político, como desde el punto de vista de la estabilidad política. En ambas oportunidades la propia sociedad chechena se fracturó en la búsqueda del mejor modelo de construcción estatal y la defensa de su propia identidad. Aquí tenemos otro mito. La “crisis chechena” del período postsoviético no es una lucha permanente entre rusos y chechenos, o Chechenia y Rusia. Esto es también la contraposición entre el primer presidente checheno Djokar Dudáiev y el Consejo urbano de Grozny (la capital chechena), entre Dudáiev y el general de la milicia Umar Avturjánov, entre el ex presidente pro-ruso Doku Zavgáiev y los separatistas partidarios del Islam sufii y los llamados “waahabites”.

Las fracturas “interchechenas” también trabajaron objetivamente contra las ideas separatistas. A diferencia de Abjazia o de Nagorni Karabaj, los líderes chechenos no pudieron consolidar el pueblo en torno de las ideas de un estado autónomo. Esto explica el éxodo masivo de los chechenos de Chechenia, es decir de su propio “lar nacional”, a Rusia. La que, a propósito sea dicho, en el curso de la década de los 90 no dejó de ser asumida como “nuestro” país. Ichkeria en sus dos ediciones no le presentó a sus irreconocidos ciudadanos la posibilidad para un crecimiento en sus carreras, ni comprensibles ”reglas de juego”, ni la estabilidad política interna. De tal modo, el fracaso de la construcción estatal al modo ichkerio constituye la premisa más importante para que el separatismo nacionalista en Chechenia no sea requerido en el próximo tiempo. Este motivo es mucho más importante que la dura política del Kremlin.

La élite actual de Chechenia, surgida y fortalecida en condiciones de búsqueda de su propia identidad luego de la caída de la URSS (agravada por las guerras y los conflictos) realizó su elección a favor de una “construcción nacional”, alternativa de la secesión abierta. En primer lugar, la elite republicana de Chechenia encabezada por Ramzán Kadyrov apela al “resurgimiento nacional” y pretende un papel especial y un lugar especial en la Federación Rusa. En segundo lugar, prácticamente Grozny lleva a cabo su propia política interna e incluso internacional, no siempre acordada con Moscú o no siempre inserta en los planes del poder ruso. En tercer lugar, la ideología de la actual elite chechena está dirigida a la búsqueda de un consenso nacional interno con frecuencia en detrimento de los intereses generales rusos (desde el perdón general en relación con los antiguos combatientes, hasta la interpretación independiente de los acontecimientos de la década de los 90). Esta concepción tiene su recurso de popularidad. Ella aseguró a Chechenia, precisamente, el papel especial dentro de Rusia y le otorgó a los habitantes de la república determinadas “reglas de juego” y posibilidades de progreso personal. Luego de dos campañas bélicas y de los conflictos interchechenos, la actual situación es considerada, si no como un bien absoluto, como “el menor de los males”. Hoy es posible elegir entre una carrera en algún despacho o una carrera “a lo Basáiev” (uno de los máximos terroristas chechenos, finalmente muerto en un enfrentamiento con las fuerzas de Kadyrov). Para una sociedad cansada de guerras, el romanticismo de las montañas no siempre es atractivo.

Sin embargo esto es apenas una parte de la medalla chechena. La contracara consiste en que el modelo de “kadyrovización” es endeble en una perspectiva a mediano y largo plazo. En primer lugar, este es un modelo de poder que se concentra en una mano. A diferencia de los “tiempos de Ichkeria”, el poder en la Chechenia actual es monocentrista. Esto significa que no permite la existencia de la oposición, como principio. Tanto más que el jefe de Chechenia es un duro político que no se inclina al sentimentalismo. En segundo lugar, el poder de Ramzán Kadyrov está vinculado por un cordón umbilical con el Kremlin. Del presidente de Chechenia depende en mucho la estabilidad de la actual “vertical del poder”. De tal modo, los potenciales opositores no podrán encontrar en Moscú “justicia” contra el favorito del Kremlin. En este esquema, que fue propuesto y realizado antes que nada por el poder federal, no hay válvulas que permitan la emisión de energía opositora. Es más, esta energía es imposible de observar y de controlar civilizadamente. ¡Se la puede aplastar pero no se la puede controlar! Moscú está lejos y vencer a Kadyrov dentro de Chechenia respaldándose en “fuerzas propias” no es posible (tanto más que el presidente de Chechenia tiene su propio recurso de apoyo). Pero incluso si no se habla de vencer y se piensa, por ejemplo, en competencia, tampoco las chances son muchas. Esto significa que tarde o temprano el poder monocentrista se cerrará y terminará trabajando para su propia autoreproducción. De modo que para los “opositores internos”, insatisfechos con la “kadyrovización” potencialmente no queda otro camino que marchar a la montañas (para algunos es retornar al lugar de anterior dislocación). Ahora bien, insatisfechos pueden ser no sólo los funcionarios culpables ante el jefe, sino también el hombre común que no puede encontrar una defensa efectiva contra la arbitrariedad de sus propios “silovikí” (miembros de las fuerzas de seguridad) y no de los soldados rusos “temporalmente dislocados”. Es más, inevitablemente ellos van a vincular su descontento con Kadyrov con el descontento general con Rusia. Otro “desafío” reside en el radicalismo islamista, actualizado con frecuencia por el fracaso del proyecto nacional separatista. No en vano el ex “presidente de Ichkeria” Doku Umárov hoy precisamente impulsa el tema de la “solidaridad islámica” y no de la formación estatal independiente. En este sentido Chechenia se convierte en uno de los centros de la “yihad” general caucasiana.

De modo que Moscú debe superar la euforia que se conformó en los altos corredores del poder a propósito de Chechenia. La “kadyrovización” de Chechenia es un método con ayuda del cual es posible resolver las tareas tácticas para “pacificar la república”. Siguen sin resolver tareas como la incorporación de chechenos a las estructuras generales rusas (no sólo y no tanto del poder, sino de la “cotidianeidad”). No se resuelve tampoco la tarea de establecimiento de un orden jurídico en la región, proclamada como prioritaria por Moscú allá por 1994. Los lazos informales y ocultos resuelven mucho más que los formales jurídicos. El hermetismo de la república así como la falta de deseo por parte de Moscú para conformar en Chechenia una nueva elite posterior al conflicto postergan la posibilidad de una rehabilitación social plena en Chechenia. A su vez, sin esta rehabilitación cualquier descontento local (lo mismo que cualquier oposición) habrá de ostentar una forma no del todo civilizada. Esto significa que la situación de”guerra después de la guerra” automáticamente no desaparecerá.

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