Polonia se viste de luto

Periodistas polacos en el lugar del accidente.Fotografía de Dimitri Raichev, Rossiyskaya Gazeta

Periodistas polacos en el lugar del accidente.Fotografía de Dimitri Raichev, Rossiyskaya Gazeta

El trágico accidente aéreo del presidente Kaczynski y los 96 pasajeros que viajaban a bordo del avión Tupolev-154 está cargado de simbolismo y padecimiento histórico. Una vez más, gran parte de la elite polaca ha desaparecido, setenta años después de que los esbirros de Stalin ejecutaran a millares de oficiales polacos en los pinares y hayedos del bosque de Katyn. La comitiva polaca se dirigía a Rusia para rendir tributo a los que murieron en 1940, pero terminó siendo motivo de una semana de luto nacional en Polonia.

La catástrofe ha desgarrado el sistema nervioso de la política polaca. El accidente aéreo del sábado sesgó la vida de una selecta lista de líderes políticos, financieros y altos cargos militares. Además del presidente Kaczynski, también viajaban en el avión siniestrado Franciszek Gagor, jefe del Ejército de Polonia, Aleksander Szczyglo, jefe de la oficina de Seguridad Nacional, Slawomir Skrzypek, gobernador del Banco Central polaco y el viceministro de Asuntos Exteriores, Andrzej Kremer. Se trata de un siniestro sin precedentes en la historia moderna de Europa que ha paralizado momentáneamente la sociedad polaca. El primer ministro, Donald Tusk, se ha referido al suceso como “el acontecimiento más trágico que ha vivido Polonia después de la Segunda Guerra Mundial”.

El fin de semana pasado, los habitantes de todo el país iban de aquí para allá como en estado de trance. Millares de personas acudieron al palacio presidencial de Varsovia, donde encendieron velas y dejaron flores. La mayoría permaneció de pie en absoluto silencio mientras que otros rezaban o cantaban el himno nacional en voz baja. En la puerta de las floristerías se formaban largas colas de ciudadanos que acudían a comprar ramos de flores rojas y blancas, los colores de la bandera polaca. En la inmensa catedral de Wawel de Cracovia doblaron las campanas en señal de duelo, algo que sólo sucede en momentos muy señalados de la historia de la nación polaca, como el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el fallecimiento del papa Juan Pablo II.

La tragedia del sábado llegó en un momento culminante de la reconciliación gradual entre Polonia y Rusia. Para muchos polacos, Katyn es sinónimo de asesinatos en masa y encubrimiento oficial por parte de la dirigencia polaca (socialista) y de la soviética durante décadas y décadas. La masacre de Katyn está gravada en la mente colectiva de Polonia y continúa definiendo el modo en que muchos polacos ven a su vecino oriental. De ahí la trascendencia del gesto reciente de Putin: es la primera vez que un primer ministro ruso rinde tributo a los polacos ejecutados en Katyn, lo que podría dar pie futuras iniciativas de reconciliación.

Para la mayoría de los polacos, lo más angustioso del accidente aéreo del pasado 10 de abril fue el fallecimiento del presidente Kaczynski. Para bien o para mal, Lech Kaczynski, ayudado por su hermano gemelo Jaroslaw, desempeñó un papel de vital importancia en el diseño del paisaje político de Polonia durante las dos últimas décadas. Ex activista del sindicato Solidaridad y paladín del anticomunismo, Kaczynski luchó durante toda su vida política por la libertad, tanto en su país como en el exterior. En 2008, desoyendo los consejos de sus asesores, puso su vida en riesgo acudiendo a Tbilisi para demostrar su solidaridad con el pueblo georgiano. Lo mismo hizo en Ucrania durante la ya caduca Revolución Naranja. Arquetipo de la Nueva Europa de Rumsfeld, el presidente Kaczynski era un sólido aliado de EEUU, como lo demostró con sus continuos envíos de tropas a Irak y después a Afganistán. Con el objetivo de que Polonia adquiriera un protagonismo mucho mayor en Europa, quiso demostrar que su país no era una nación de desertores, como él mismo dijo.

Sus esfuerzos por fortalecer los vínculos con la comunidad judía de Polonia y reanimar la vida judía del país han pasado a menudo inadvertidos. Por otra parte, el presidente Kaczynski también fue una figura hasta cierto punto disgregadora, tanto en Polonia como en la Unión Europea. Con frecuencia hacía uso de la historia para lidiar sus propias batallas. Sus críticos señalan que Kaczynski diseñaba sus políticas empleando el mismo molde ideológico.

El presidente Kaczynski fue, básicamente, un político de valores muy establecidos. Era un hombre de firmes creencias católicas y conservadoras, con principios morales fijos, lo que le llevó a defender leyes polémicas contra el aborto y la homosexualidad, o la pena capital. Los gemelos Kaczynski y su partido Ley y Justicia llegaron al poder con la promesa de una revolución moral en Polonia. Esto no ocurrió debido fundamentalmente a la principal limitación del presidente Kaczynski: su falta de sintonía con las inquietudes de las jóvenes generaciones polacas, cada vez más cosmopolitas. Con todo, es indudable que Kaczynski fue un verdadero patriota polaco y que los intereses de su país eran su absoluta prioridad. Ni sus opositores más críticos, y son unos cuantos, podrían negarlo.

Hoy, cuando no ha pasado ni una semana del devastador terremoto político, es demasiado pronto para evaluar las consecuencias a largo plazo de esta tragedia en el tejido social polaco. No hay duda de que se labrará un nuevo paisaje político. Con la celebración de elecciones presidenciales en un plazo de sesenta días, todas las miradas recaen en la figura de Jaroslaw, el hermano gemelo de Lech Kaczynski, cuarenta y cinco minutos mayor que él, y en su posible candidatura. Además de las consecuencias políticas, no hay que olvidarse del enorme sufrimiento humano. Durante sus años escolares, Lech y Jaroslaw se intercambiaron el examen en una ocasión. Hoy Jaroslaw Kaczynski se ha quedado solo. Veinticuatro horas después del accidente Jaroslaw tuvo que identificar el cadáver carbonizado de su hermano gemelo.

Si algún consuelo hay en estos momentos de dolor, es el sólido avance del proceso de reconciliación. El apretón de manos de la semana pasada entre los primeros ministros Tusk y Putin se convirtió en abrazo ayer por la noche, cuando depositaron sendas coronas en el lugar del siniestro. Los pasados acontecimientos de Katyn, además de la tragedia en sí misma, han inyectado una muy necesaria dosis de penicilina en las relaciones ruso-polacas. A diferencia de lo sucedido hace setenta años, las muertes de Polonia podrían unificar en lugar de dividir.

Polonia llora la muerte de su presidente

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