Pero el 10 de marzo de 1985, cuando Konstantín Chernienko, de setenta y tres años de edad, murió (era el tercer líder soviético que fallecía en poco más de dos años) surgieron señales claras de que se avecinaba un cambio. Para empezar, el Comité Central sólo tardó cuatro horas en elegir al sucesor, lo que supuso la transición más rápida de la historia soviética.
Rompiendo con la tradición, el nombramiento del nuevo líder del país ocupó a la mañana siguiente la portada de los periódicos soviéticos oficiales. El obituario de Chernienko quedó relegado a la segunda página. Parecía que la elite soviética ansiaba dar vuelta la hoja y eso mismo fue lo que hicieron.
Una culminación
Veinticinco años atrás Mijaíl Gorbachov, con cincuenta y cuatro años de edad, se convirtió en el líder más joven en la historia de la Unión Soviética. Comenzó su mandato intentando reformar y salvar de ese modo un deteriorado sistema soviético, rezagado en todos los aspectos con respecto a sus rivales occidentales. Terminó transformando su país hasta límites irreconocibles, lo que condujo a la disolución de lo que hasta entonces había sido una poderosa superpotencia y al final de la guerra fría.
En una entrevista reciente con el Servicio Ruso de RFE/RL, Gorbachov, que en la actualidad tiene setenta y nueve años de edad, afirmó que pese a que su programa de reformas no obtuvo los resultados que él habría deseado, no se arrepentía de nada.
“Hubo muchas dificultades, mucho trabajo, día y noche, noche y día, pero la gente fue desagradecida,” señaló Gorbachov. “Más adelante me pregunté: ¿Y por qué iban a tener que agradecerme nada? Hay que formular la pregunta al revés: Tú has tenido la inmensa suerte de poder cambiar este vasto país. ¿Puede haber mayor felicidad?”
Desde que en 1991 dejó el poder tras la caída de la Unión Soviética, Gorbachov aparece y desaparece de la luz pública. Fue un crítico acérrimo del primer líder post-soviético, Boris Yeltsin, y se presentó sin éxito a las elecciones presidenciales de 1996 en las que tan sólo consiguió el 0,5% de los votos.
Los sucesores de Yeltsin, Vladimir Putin y Dmitri Medviédiev, contaron con su apoyo en mayor medida. Sin embargo, en los últimos tiempos Gorbachov parece haber adoptado una postura crítica respecto al alejamiento de los principios democráticos por parte del liderazgo ruso.
El 5 de marzo pasado Gorbachov acusó al gobierno del primer ministro Putin de intentar poner en marcha un programa verticalista de modernización de Rusia, “olvidándose prácticamente del pueblo.”
Gorbachov también criticó ferozmente al partido gobernante, Rusia Unida, por buscar un monopolio de poder "parecido al que detentaba el partido comunista de la Unión Soviética, sólo que peor.”
El ascenso de Gorbachov al poder representó un cambio generacional radical. El país llevaba décadas gobernado por la llamada “Generación de 1937,” la generación de los funcionarios que habían sobrevivido a las purgas de Stalin y que fueron escalando en el aparato burocrático soviético a partir de su muerte.
Personificada en la figura del veterano líder soviético Leonid Brezhnev, que gobernó desde 1964 hasta su muerte en 1982, esa generación sobrevivió a la II Guerra Mundial y a los años del Gran Terror. Por encima de todo, sus integrantes valoraban la prudencia y la estabilidad.
La Unión Soviética se convirtió en una superpotencia mundial bajo el mandato de Brezhnev y sus coetáneos, pero hacia el final de la década de los 70 y durante los primeros años de la siguiente década la economía del país se estancó, la esperanza de vida cayó en picado y el escepticismo público comenzó a proliferar.
Como señala Vadim Medviédiev, asesor de Gorbachov y antiguo funcionario de alto rango del Partido Comunista, a mediados de la década de los 80 existía un amplio consenso sobre la necesidad de un liderazgo más joven y dinámico.
"Comprendí como comprendieron muchos otros -señaló Medviédiev-, que era necesario un cambio y que este iba asociado a la elección de un líder más joven."
Gorbachov ubicó en los puestos claves a personas de ideas afines. Sustituyó a Andréi Gromyko, 28 al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores y conocido en occidente como "Mr. Nyet," y designó para ese cargo a Eduard Shevardnadze. Asimismo, introdujo en el Politburó (el máximo órgano dirigente del partido comunista) a Aleksandr Yákovlev, antiguo embajador de la Unión Soviética en Canadá, y lo convirtió en su principal ideólogo.
Revisión del sistema
Gorbachov comenzó sus reformas en forma metódica. En abril de 1985 reclamó la instrumentación de una política de "aceleración”, una rápida modernización tecnológica y un aumento de la producción agrícola e industrial. También instauró los controles de calidad en los productos de consumo masivo e inició una campaña contra el consumo de bebidas alcohólicas.
Tal y como señaló Medviédiev al Servicio Ruso de RFE/RL, Gorbachov pensó en un principio que podía seguir utilizando, en mayor o menor medida, los métodos soviéticos tradicionales para reactivar la economía.
Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que era necesario llevar a cabo un profundo reajuste del sistema. De modo que, aprovechando la celebración del XXVIIº congreso del partido comunista, en febrero-marzo de 1986, Gorbachov anunció ante los delegados al mismo su célebre política de perestroika o reestructuración.
"Cuando dimos los primeros pasos en la perestroika, intentamos cambiar la situación económica con los métodos más conocidos, fortaleciendo la disciplina y el orden, mejorando las técnicas de gestión," señaló Medviédiev. "Después vimos que era necesario un cambio más profundo".
A principios de 1987, Gorbachov introdujo algunos mecanismos de mercado que permitieron la apertura de pequeñas empresas privadas o cooperativas y la descentralización de la toma de decisiones económicas en las empresas públicas. Además, propuso elecciones con múltiples candidatos para algunos cargos gubernamentales locales.
Como medida de presión para los elementos más conservadores del partido comunista, Gorbachov también introdujo la política de glasnost o apertura, con el fin de limitar la censura de los medios y las restricciones a la libertad de expresión. Liberó a los presos políticos, rehabilitó a las víctimas de las purgas de Stalin, impulsó la libertad de expresión y publicó oficialmente los libros que habían sido prohibidos.
“Pronto comprendimos que el cambio económico no sería posible sin un cambio político e ideológico,” afirmó Medvedev al explicar las razones de los cambios políticos más radicales. “Necesitábamos un cambio total desde el punto de vista social.”
Durante el verano de 1988, Gorbachov lanzó su reforma más importante y radical, una reestructuración total del aparato de gobierno. Estableció una nueva asamblea legislativa, los diputados del Congreso del Pueblo, parte de los cuales serían elegidos electoralmente a partir de varios candidatos. Asimismo, estableció una nueva presidencia ejecutiva que sería elegida por la nueva asamblea legislativa.
Con vida propia
El 15 de marzo de 1990, poco más de cinco años después de su ascenso al poder, Gorbachov fue elegido primer (y al fin de cuentas, último) presidente de la Unión Soviética.
Junto con Shevardnadze, Gorbachov también buscó el acercamiento al mundo occidental firmando una serie de pactos claves con los presidentes de EEUU Ronald Reagan y George H.W. Bush, sobre control de armamento. Tampoco intervino en el proceso de disolución de los estados satélites soviéticos de Europa Oriental, que culminó en 1989 con la caída del Muro de Berlín. Por su actividad política internacional recibió el Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, las fuerzas que desató Gorbachov pronto adquirieron vida propia y se tornaron incontrolables. Este descontrol fue el que, finalmente hizo fracasar el objetivo de modernizar y de esta forma salvar a la Unión Soviética.
Sus reformas mediatizadas debilitaron la economía moribunda y centralizada sin haber establecido un mercado capaz de sutituirla. Esta falla estructural provocó escasez generalizada, racionamientos y descontento social. En un principio, la intelectualidad se solidarizó con la política de glasnost y apoyó a Gorbachov en contra del ala dura del partido, pero la nueva apertura también sirvió para abrir la puerta a sus críticos dentro de esa misma intelectualidad.
Los movimientos independentistas florecieron en las repúblicas soviéticas, sobre todo en los estados bálticos, Ucrania y Georgia. Lituania hoy celebra el vigésimo aniversario del día en que se convirtió en la primera república independiente de la Unión Soviética, exactamente cinco años después de que Gorbachov llegara al poder.
Contiendas seculares que habían estado ocultas como la existente entre Armenia y Azerbaiyán por el énclave de Nagorno-Karabaj, estallaron y amenazaron la estabilidad del país. El nuevo parlamento dio un marco político a un incipiente movimiento democrático liderado por el premio Nobel Andrei Sajárov, ex preso político vuelto de su exilio interno y padre de la bomba atómica soviética, más interesado en poner fin al comunismo en su país que en reformar el sistema político.
A finales de la década de 1980 y principios de la siguiente, Gorbachov había perdido la iniciativa por completo. Los demócratas lo criticaban por no impulsar suficientemente la reforma, el ala dura del partido comunista y los nacionalistas rusos lo acusaban de haberse excedido y de haber destruido el país y los movimientos independentistas de las repúblicas reclamaban la autonomía.
Luego del fracaso del golpe de estado que el ala dura del partido intentó en agosto de 1991, el proceso de desintegración se aceleró y en diciembre de ese año la Unión Soviética desapareció. Mijaíl Gorbachov renunció a su investidura de primer presidente de un país ya inexistente.
Como señala Medviédiev, aquello fue lo último que alguien podría imaginarse en 1985 cuando el joven delfín del régimen soviético llegó al poder.
”Nadie, ni el propio Gorbachov, imaginó el alcance de los cambios que se avecinaban,” afirma Medviédiev. “Todo esto se desencadenó en una etapa más avanzada del proceso.”
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La versión original de este artículo se encuentra en la página web de RFE/RL
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