El Teatro Bolshói cierra la temporada con una adaptación de la obra maestra de Mijaíl Lérmontov

En una entrevista para RBTH, el coreógrafo del Bolshói, Yuri Pósojov, explica por qué ha elegido a Pechorin, el "héroe de nuestro tiempo" creado por Lérmontov, para su espectáculo, y cómo el ballet refleja las particularidades de este personaje atemporal.

- A diferencia de muchas otras novelas clásicas rusas, nadie se había propuesto llevar “Un héroe de nuestro tiempo” a los escenarios de un ballet. ¿Por qué le inspiró Lérmontov?

- En realidad, mi intención era trabajar en un “Guerra y paz” o un “Evgueni Oneguin”. Fue Kirill Serébrennikov, con quien ya habíamos firmado un contrato como director de escena, quien propuso “Un héroe de nuestro tiempo”. Más tarde, este proyecto, pensado desde cero y organizado por el director artístico del ballet del Bolshói, Serguéi Filin, quedó colgado tras el cambio en la dirección del teatro. Durante un año entero no se oyó hablar sobre el futuro de esta puesta en escena, estuve trabajando en otros planetas y pensando que en el teatro Bolshói se había cancelado todo. Pero después, todo volvió a arrancar rápidamente… Me propusieron trabajar en un contexto en el que el coreógrafo ya no era la persona principal, aunque seguía teniendo mucho peso.

- ¿Según usted, qué es lo más importante en “Un héroe de nuestro tiempo”?

- Tenemos tres ballets distintos y tres argumentos distintos: las partes más íntimas, la vida social y el divertimento en un balneario. Cuanto más penetras en el libro, más vectores en las relaciones encuentras, algunos de ellos totalmente contrapuestos. Esto es lo que engancha en “Un héroe de nuestro tiempo”. Y es que el ballet no es el relato de un argumento, su objetivo no consiste en ello. Cabe recordar cómo relató John Cranko “Evgueni Oneguin”. Lo que él consiguió no fue “Evgueni Oneguin”, sino simplemente un ballet sobre el amor que no guarda ninguna relación con el auténtico “Evgueni Oneguin”.

- ¿De qué tiempo es su héroe? ¿Del tiempo de Lérmontov, del nuestro, o de algún otro?

- En nuestro ballet todo se corresponde con el libro. Para mí se trata de una historia atemporal, y Pechorin es un sujeto que abunda en cualquier época. Es un hombre poco corriente, muy inteligente y culto, aunque tiene también sus partes negativas. Entre él y el resto del mundo se abre un abismo. Pechorin desprecia a la sociedad, pero gracias a ello, esta misma sociedad lo ve como un hombre fuera de lo común, las mujeres se enamoran de él y los hombres le admiran. Generalmente gusta más lo negativo que lo positivo. Según mi punto de vista, de ello trata “Un héroe de nuestro tiempo”.

- ¿Cree usted que hoy en día un hombre es capaz de hacer frente a la sociedad?

- Esto cada uno debe juzgarlo únicamente según su punto de vista. Yo soy un hombre débil, yo no podría.

- En el teatro estadounidense, desde sus inicios, siempre ha sido patente la herencia y la influencia rusas. En opinión de un ruso que ha trabajado muchos años en Estados Unidos, ¿esta tendencia se mantiene en la actualidad?

- Yo creo que todavía se nota en las escuelas de ballet, donde hasta ahora sigue habiendo una gran cantidad de profesores rusos. Pero, en general, el ballet estadounidense sigue más bien los pasos del ballet inglés.

- ¿Significa esto que el ballet ruso ha perdido su liderazgo a nivel mundial?

- Yo creo que, desde el punto de vista de la ejecución, el teatro Bolshói ocupa ahora un puesto líder en el mundo. En ningún lugar existe una pléyade de bailarines similar. Pero para poder tener nuestros propios coreógrafos aún deben pasar unos años. Y ahora el teatro tiene más posibilidades que nadie para ello: en ningún lugar se ponen en escena tantos espectáculos como aquí. Debemos aprovechar esta situación. A mí me gusta mucho el proceso creativo que tiene lugar aquí.

Yuri Pósojov, tras licenciarse en 1982 en la Escuela de Coreografía de Moscú, entró en la compañía de ballet del teatro Bolshói, donde ha interpretado todo el repertorio clásico, desde el príncipe Sigfrido en “El lago de los cisnes” hasta el Cascanueces. Fue el primero en interpretar en Rusia “El hijo pródigo” de George Balanchine. En 1992 se convirtió en primer bailarín del Ballet Real Danés y en 1994 del Ballet de San Francisco. A partir de finales de 1990 comenzó a trabajar como coreógrafo, dejando sin terminar su carrera como bailarín. Desde 2006 es coreógrafo del Ballet de San Francisco.

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